1. Introducción
El capitalismo popular inmobiliario,
que se inicia con el gobierno de Aznar en 1996 y concluye con una fuerte crisis
financiera doce años después, ha funcionado durante años como un bloque hegemónico. La constelacion social que se esconde detrás de él explica no sólo la estabilidad política del
neoliberalismo en un país con alto desempleo como España, sino la implantación
de una serie de valores y actitudes que encajan en las políticas monetarias de
oferta, así como los éxitos electorales del Partido Popular que se han
prolongado más allá del fin del ciclo inmobiliario en 2008.
El núcleo de esta
constelación lo conforman los grandes intereses financieros e inmobiliarios del
pais que consigieron acumular un importante poder político y económico durante
el franquismo. El cambio
democrático y las crisis bancaria e inmobiliaria de los años 1980 había
colocado a estos grupos a la defensiva, pero el Tratado de Maastricht y la
financiarización general del capitalismo occidental les permitió recuperar de
nuevo el centro del poder económico y político del país y acumular un
importante “poder estructural” (Martin Beckmann 2007).
Sin embargo, las oligarquías financieras del
país y los grandes promotores inmobiliarios, que en parte están fuertemente
unidos entre sí por lazos personales y familiares, no habrían podido generar un
poder estructural e imponer sus “reglas del juego” como, por ejemplo, las
políticas de endeudamiento que estallaron con la crisis financiera de 2008, las
políticas de desregulación del uso del suelo o los incentivos fiscales para la
adquisión de vivienda, si no hubieran recibido el apoyo de amplios sectores de
las clases medias y populares a través de su presencia en los programas de las diferentes opciones políticas. La expansión del sector de la construcción hizo
posible la “acomodación” (Bowles y Gintis 1987) y el consentimiento de estos
sectores al proyecto de cambio social de inspiración neoliberal (ver Fernández
Steinko 2003). Dicho consentimiento explica en buena medida las victorias
electorales del Partido Popular a partir de 1996 pero también la del Partido
Socialista Obrero (PSOE) en 2008, año en el que el desempleo aún estaba en
mínimos históricos debido precisamente a la inercia del dinamismo del sector de
la construcción.
Dentro de esta constelación hegemónica los
“nuevos autónomos” y nuevos -pequeños- empresarios vinculados al sector de la
construcción ocupan un lugar central. Su densidad y rápido aumento en cuatro
provincias explica en buena parte el cambio de ciclo político que se
inicia en 1996, así como el avance de muchos de valores y actitudes esenciales
para asegurar la legitimidad del proyecto neoliberal. La pérdida de votos al
Partido Popular tras doce años de aumentos ininterrumpidos en dos de estas
provincias en 2010 puede ser interpretado como un síntoma de la erosión
de dicha constelación. Esta erosión se está acelerando con la aplicación de las
medidas de ajuste impuestas por las autoridades comunitarias pero lo importante
aquí es resaltar las consecuencias ideológicas de la misma.
2. El sector inmobiliario y el problema del desempleo en
España
Deste
1981, es decir, prácticamente desde el comienzo del la nueva andadura
democrática que coincide con el “período neoliberal” (David Harvey 2007) no ha
habido ningún año en el que el desempleo haya bajado en España por debajo del
8% de la población activa. Destacan dos picos sobresalientes: el de 1985, año
en el que el subió al 23%, y el de 1994 en que sobrepasó por primera vez el 24%
de la población activa. En junio de
2012, la tasa de paro había alcanzado la cifra del 24,4% de la población
activa y unos porcentajes muy próximos al 30% en algunas regiones como
Andalucía y las Islas Canarias (29,7% y 29,8% respectivamente) (Encuesta de
Población Activa). La economía sumergida, que se mueve en torno al 23% del
Producto Interior Bruto (Schneider 2006) suaviza las consecuencias de esta
situación para muchos ciudadanos, aunque no para los ayuntamientos. Con el cambio constitucional los
ayuntamientos han asumido
competencias destinadas a satisfacer necesidades básicas de la
población. La cronificación del desempleo, del trabajo temporal y del trabajo
sumergido les ha creado serias dificultades para financiar muchos de estos
compromisos con la ciudadanía. A través de la presencia de los representantes políticos locales en los
órganos de gobierno de las cajas de ahorros, que antes de la crisis de 2008 gestionaba
más de la mitad de todo el ahorro de los españoles, los ayuntamientos -muchas
veces independientemente de su color político- se incorporaron a la
constelación señalada. Su aportación principal a la misma consistió en apoyar
el desvío de partes sustanciales de dicho ahorro desde la economía local y
productiva, a las inversiones inmobiliarias cada vez más incorporadas a los circuitos económicos internacionales -preferentemente europeos- con la deregulación del sistema financiero nacional e internacional. Su gran capacidad de crear
empleo a corto plazo y de sanear las arcas municipales explica la apuesta por estos sectores en un momento en el que los gobiernos en el poder consideraban que no había alternativa ninguna a esta particular forma de crear empleo y prosperidad municipal. La complicidad del
Banco de España, de la mayoría de los gobiernos centrales y autonómicos, de los
medios de comunicación y también de los espacios académicos en la legitimación
de esta forma de emplear el ahorro popular, estimuló sustancialmente estas decisiones y reforzando ideológicamente dicho bloque hegemónico
El resultado final es un espectacular aumento
del precio de la vivienda en España.
Pasó de 700 euros el metro
cuadrado (vivienda nueva) en 1995 a más de 2.000 euros en 2007 por término medio: casi un 300%
más (Naredo et al.: 2008). La estrategia de vida de muchas familias, que en buena medida viene impuesta por la precariedad
del mercado de trabajo español y un Estado del Bienestar insuficiente, y que incluye
una baja tasa de emancipación juvenil y el mantenimiento de la unidad de
solidaridad familiar, pilota en buena medida alrededor de la propiedad inmobiliaria. Ha resultado ser muy efectiva para hacer frente a las
tres grandes crisis de desempleo que ha conocido el país desde el comienzo de
la andadura democrática y ha convertido a muchas familias en ganadoras del fuerte aumento de su patrimonio. La crisis financiera, la propia naturaleza del sector
inmobiliario que no se puede caracterizar como “sector productivo”, así como el
elevado coste ambiental y energético de su expansión, está demostrando sus
limitaciones y también los riesgos para la estabilidad de sistema financiero
internacional. La ola de crecimiento basado en el estímulo del consumo no
mediante mejoras salariales sino por la vía del aumento del
endeudameinto de las familias, sólo podía seguir funcionando si seguía
respaldado por el continuo
incremento del valor de los bienes inmuebles. Este esquema cuasi
piramidal es similar al practicado
por los gobiernos Clinton y George Bush hijo en los Estados Unidos. También en
aquel caso se trataba del intento de conciliar los intereses de las clases
populares -preferentemente la población hispana y afroamericana- con los
de de la renta financiera e
inmobiliaria a través de las ayudas a la adquisión de bienes inmuebles y de la
resregulación del sistema financiero destinado también a alimentar el incremento del precio de los bienes inmuebles (Baker 2008: 84ss.). Con la quiebra del
capitalismo inmobiliario y el rápido aumento del desempleo, muchas familias
-tanto las norteamericanas como las españolas- han perdido toda capacidad de
hacer frente a sus créditos, lo cual ha disparado la tasa de morosidad y
provocado parte del colapso de todo el sistema financiero y laboral a ambos lados del
Atlántico.
3. Los “nuevos autónomos” y los pequeños empresarios
vinculados a la construcción
No toda la estructura social española se ha visto afectada de la misma forma por
la expansión inmobiliaria, si bien su crisis está teniendo consecuencias
devastadoras para el conjunto del país. Vamos a analizar aquí un grupo social
que ha tenido un protagonismo político e ideológico muy especial en la conformación de la constelación
hegemónica que llamamos
“capitalismo popular inmobiliario”: los “nuevos autónomos” y las
pequeñas y medianas empresas (PYMES) vinculadas al sector de la construcción.
La relación entre ambos es evidente pues una parte importante de estas últimas
son meras transformaciones jurídicas de los primeros (“personas físicas”
transformadas en “sociedades limitadas”). Su crecimiento exponencial ha sido
decisivo para la consolidación de las opciones conservadoras en ciertas
provincias primero, y en el conjunto del país después. Nuestra tesis es que de
la evolución de sus actitudes, valores, espectativas y comportamientos
políticos tras el derrumbe inmobiliario depende en buena parte la evolución
política del país a corto y medio plazo, al menos para el caso de que la agenda nacional-identitaria, reforzada tras el 11 de septiembre de 2012, no consiga colocarse en el centro de la discusión política.
En la siguiente tabla figuran algunos datos
sobre la estructura de las ocupaciones del sector tanto en la hora cero (1996)
como en el punto culminante (2008) del ciclo económico y social que estamos analizando
(cifras en miles de personas)
Tabla 1: Ocupados, empresarios, autónomos y
asalariados en el sector de la construcción y de los servicios inmobiliarios
1996
|
2008
|
incremento
|
|
Total ocupados en el sector de la
construcción (1)
|
1.700
|
2.600
|
+ 52%
|
➡No
asalariados (1)
|
296
|
539
|
+ 82%
|
•Empresarios
|
99
|
214
|
+ 116%
|
•Autónomos
(incluida “ayuda familiar”)
|
161
|
297
|
+ 84%
|
➡Asalariados
|
868
|
2.130
|
+145%
|
(1) No están incluidos los
miembros de las cooperativas
Fuente:
Encuesta de Población Activa
type=pcaxis&path=/t22/e308_mnu&file=inebase&N=&L=0)
En el momento álgido del capitalismo popular
inmobiliario este, que incluye el sector de la construcción y el sector
inmobiliario, daba trabajo a 2,6 millones, un 13% de la población ocupada. Este es uno de los
porcentajes más altos del mundo donde el sector de la construcción genera por término medio no más del 7% del
empleo. También es el más elevado
de Europa después del de Rumanía, un país que, como España, también ha sufrido
una fuerte crisis de empleo tras su incorporación a la Unión Europea unida a la
destrucción tanto de una parte sustancial de su sector tradicional como también de su tejido industrial
(Organización Mundial de Comercio, Eurostat). La expansión absoluta del empleo directo en el sector ha sido extraordinaria: del 52%
en tan sólo 12 años. Si tenemos en cuenta que el desempleo superaba en 1994 el
24% de la población activa, se puede concluir la importancia de este sector y
de su nucleo de poder para imponer agendas políticas, ambientales y jurídicas
en España ha tenido que ser, necesariamente, muy importante.
Como se desprende de la tabla 1, el grueso del
empleo generado en el sector es trabajo asalariado (2,1 millones de puestos de
trabajo en 2008). Este ha crecido un 145% entre 1996 y 2008, en buena medida debido
a la incorporación de trabajadores extranjeros en el sector que han pasado de
tan solo 13.000 en 1996 a 500.000 en 2008: un crecimiento del 3700% en tan solo 12 años. La mayoría son
“trabajadores mano” y realizan las tareas menos cualificadas y de más contenido
físico. Muchos son ciudadanos no comunitarios y, con la excepción de algunos
procedentes de ciertos países latinoamericanos, no tienen ninguna capacidad de
influencia política aún cuando su trabajo ha sido fundamental para el aumento
de la rentabilidad de las PYMES del sector (Fernández
Steinko 2010: 334ss.).
El grupo políticamente relevante en este
contexto es, sin embargo, el de los ocupados “no asalariados” de la
construcción. Su aumento también ha sido muy importante, sobre todo el de los
empresarios (+116%) la mayor parte de los cuales no tienen más de cuatro
trabajadores a su cargo, muchos de ellos familiares. Esto convierte a una buena
parte de estos 214.000 “empresarios” del sector en autónomos de facto asistidos
por ayudantes familiares. El
tamaño medio de los hogares españoles era hacia el año 2.000 de 3 personas
(Instituto Nacional de Industria), sin embargo la tasa de matrimonios entre los autónomos es más alta
que la del resto de la población, con lo cual no nos equivocamos demasiado si
afirmamos que el radio de influencia económica y cultural directa de este
colectivo afecta a más de dos millones de ciudadanos y ciudadanas
directamente, a los
que habría que sumar a todos
aquellos vinculados directamente a la economía informal en el sector: varios cientos de miles más ( ver Ordoñez 2010). Este
universo de 2,5 millones de personas largos constituyen el núcleo de aquella
parte de las clases medias pero sobre todo de las clases populares que resultó -temporalmente- más beneficiada del boom inmobiliario. Su evolución ideológica
explica el vuelco político en el país: es el grupo al que dirigimos nuestro
análisis.
4. Valores y actitudes de los “nuevos autónomos”
¿Cómo evolucionaron los valores y las actitudes
ideológicas de este grupo social? Nuestra hipótesis es que, aún cuando se trató
de no más de 250.000 activos directos -la mayoría hombres casados o en vías de
hacerlo: la tasa de actividad masculina entre los nuevos autónomos es mucho más alta que la media nacional- su evolución ideológica tiene una importancia cualitativa decisiva
para la evolución del clima ideológico del país en su conjunto pero sobre todo en algunas provincias donde su densidad es particularmente elevada. Esto quiere decir también que el
desplome del estatus social de este grupo puede resultar decisivo para la
legitimación de las políticas neoliberales. Su propia trayectoria ideológica como
grupo social minoritario se extendió a otros ámbitos de la sociedad debido al fuerte
dinamismo del sector de la construcción que le dio soporte y reconocimiento
material a dicha trayectoria. Hay cuatro aspectos a resaltar aquí.
a.) De asalariados a (proto) empresarios
La mayoría de los 136.000 “nuevos autónomos”
como de los 115.000 también “nuevos” empresarios, proceden del mundo
asalariado. La fuerte crisis de
empleo de 1993/94 arrojó al paro a muchos de ellos o a sus padres pero la
expansión inmobiliaria se
convirtió en una inesperada vía de movilidad social ascendente. Esta les abrió
un nuevo horizonte vital cuya estación final era la posibildiad de entrar a
formar parte la clase empresarial del país ( 800.000 personas en 2004).
Es un “cambio de bando” en toda regla. De asalariados de una empresas en
declive, muchos organizados en unos sindicatos que no pudieron evitar su
despido o el cierre de las empresas en las que trabajaban, muchos se
conviertieron en (proto-) empresarios con buenas posibilidades de acabar
siendo empresarios consolidados, es decir, de ampliar la escala
de la producción y de la inversión comandando cantidades crecientes de trabajo
vivo.
Estas incorporaciones le dió a la clase empresarial del país un fuerte
contenido popular que no tenía
antes suavizando la imagen elitista, autoritaria y endogámica que venía arrastrando el empresariado
español desde los tiempos del franquismo, y que había venido frenando durante
dos décadas el crecimiento electoral de los partidos conservadores. Es un
fenómeno similar al del triunfo de Margaret Thatcher en Gran Bretaña: una mujer
procedente de los ambientes, en este caso de los autonómos tradicionales -su familia tenía un pequeño comercio- que consigue
imponerse dentro de la dirección
del partido conservador británico precisamente por su capacidad de atrae un
voto popular que los convervadores se venían hasta entonces incapaces de
desvincular de la órbita ideológica del Partido Laborista, entre otras razones
debido a sus valores elitistas. El lugar que en Gran Bretaña ocuparon las
finanzas para fidelizar a las clases populares a través de su adquisición de
activos financieros lo ocupa en España el sector inmobiliario debido
justamente a la excepcional importancia que tienen los bienes inmuebles dentro de las
estrategias de vida de las clases populares hispanas (Fernández Steinko 2010). De
esta forma el discurso neoliberal recibió una legitimidad que acabó siendo
esencial para la consolidación del proyecto político propuesto por el entonces
presidente del Partido Popular José María Aznar. Por por partida doble: primero
logrando apoyos de las clases populares en su condición de consumidoras gracias a la revalorización de los precios de los
bienes inmuebles de su propiedad y que ampliaron sustancialmente su margen de endeudamiento (ver arriba). Y segundo dicho proyecto se
consolidó debido al apoyo de este colectivo en su condición de productores: como autónomos y pequeños
empresarios directamente activos
en el pujante sector
inmobiliario.
b.) Individualismo versus solidaridad
Una segunda consecuencia ideológica de este
cambio, que arrastró tras de sí muchas otras de contenido moral y cultural, es
la sustitución de la visión
macroeconóma y macrosocial propia de las clases asalariadas, que alimentan los
valores solidarios y llevan a
defender políticas de demanda (“el beneficio del conjunto es la clave de
mi beneficio individual”, “hacen falta políticas redistributivas y de
solidaridad” etc.) por el pensamineto microeconómico y microsocial propio de
las clases empresariales y las políticas de oferta que se derivan de él,
incluído un fuerte apego a los valores individualistas (“mi mundo es mi empresa
y mi familia”, “el país es una suma de empresas y familias que piensan en términos de costes y
beneficios individuales”, “hay que pagar menos impuestos para sacar adelante el
negocio”, “cada uno es dueño y señor de su propio destino” etc.). Estos cambios
ideológicos refuerzan la aceptación de las políticas monetaristas también entre
las clases sociales que, a largo plazo, tienden a ser sus principales perdedores.
Es un salto ideológico muy importante que necesitaba dar el neoliberalismo para
poder asentar su hegemonía entre sectores mayoritarios del electorado de un país con un problema de desempleo particularmente importante. La
“comunidad política”, que funciona sobre una lógica de interés general, pierde
aliados ganándolos la “comunidad económica”, la pequeña parcela de los
intereses privados. La funcionalidad de este discurso altamente individualista
se vió reforzada por los procesos fácticos de movilidad social que muchos
antiguos asalariados empezaron a experimentar a partir de 1997: no era sólo
ideología, eran mejoras concretas y palpables de la propia posición
social.
Sin embargo sería un error pensar que en los
ambientes de los “nuevos autónomos” es desconocida la solidaridad o que estos
sólo abracen valores individualistas frente a la tradición solidaria del
movimiento obrero y socialista. En nuestro estudio sobre la Nueva Economía
madrileña ya detectamos la necesidad de hacer una valoración más refinada de la
relación entre los valores -en este caso solidarios y/o individualistas- y las
actitudes políticas “progresitas”
y/o “conservadoras” (Fernández
Steinko 2006). Los nuevos autónomos son individualistas y fuertemetne
competitivos hacia fuera pero solidarios hacia dentro de su propia unidad familiar. Aquí no sólo no
están bien vistas las disidencias individuales y el individualismo en general,
sino que ambos son altamente disfuncionales para el negocio. El intendo de los
hijos, de las esposas o de los clasificados estadísticamente como “ayundantes
familiares” de darle a sus vidas una salida propia (por ejemplo más autónoma)
no sólo no está bien visto, sino que puede resultar fatídico para el el
proyecto empresarial en su conjunto. que, en buena medida, depende de la solidaridad familiar por muy asimétrica que esta sea, por ejemplo, en términos de desigualdad de género. La titularidad masculina del negocio refuerza las actitudes machistas y las asimetrías en el seno de la familia. La familia es una pieza decisiva para la
prosperidad de un negocio de estas caraterísticas, lo cual explica que el
porcentaje de casados/divorciados sea el más alto del país precisamente entre
los autónomos. Este comunismo familiar, sin el cual no se puede entender el
sistema de bienestar en los países del sur de Europa, no está necesariamente definido
ideológicamente: puede operar en favor de un neoliberalismo ultracompetitivo
como el que acabamos de describir, pero también a favor de una sociedad y una
economía solidarias.
c.) Espacio laboral y cultura del trabajo
Todos estos cambios generan una transformación
radical de la cultura del trabajo. Se trata de un cambio más general que viven
los trabajadores de muchos otros sectores
y que viene siendo estudiada desde hace tiempo (ver, por ejemplo Sauer
2005 y Mau 2007), pero que resulta particularmente rápido y radical en los
espacios que estamos analizando. La cultura laboral del “nuevo autónomo” no
incluye la lucha tradicional por mantener a raya los tiempos de trabajo con el fin de
amplia el tiempo dedicado a familia, ocio y tiempo libre o por mejorar los salarios. Por el contrario, los
límites horarios, las vacaciones reguladas o los fines de semana libres van
convirtiéndose en realidades remotas, propias de un tiempo que parece
históricamente superado. La frontera entre el trabajo y el no trabajo se hace
más fluida y porosa, el teléfono
móvil permite estar continuamente en contacto con un cliente o con un
suministrador y los fines de semana hay que hacer la contabilidad o planificar
operaciones comerciales. No hay un patrón que controle, supervise y explote el
trabajo de autónomo, sino una autoexplotación permanente (“Yo-SA”) que se ve
recompensada en momentos de auge económico pero no en momentos de crisis en que
vuelve a ganar atractividad la idea de la seguridad en el empleo frente a la de una mayor remuneración económica basada en una
mayor autonomía en el trabajo. En general, las jornadas de trabajo a la semana
de los autónomos -tanto los ”nuevos” como los tradicionales- son las más altas
de todo el sistema sociolaboral español (más de 50 horas de media) sin que esto
se transforme en actitudes de protesta
¿Contra quién protestar? Si acaso contra el Estado que recauda impuestos
y descuenta una parte de los ingresos obtenidos. La falta de patriotismo fiscal y el contacto con el sector
sumergido de la economía es, de hecho, permanente en estos ambientes. El 55% de
los autónomos españoles cotiza la base mínima, lo cual no quiere decir que no
piense en su futuro sino que más bien planifica su vida al margen de los
mecanismos públicos de provisión de bienestar, por ejemplo por medio de la inversión en adquisición
de bienes inmuebles (Fernández Steinko 2010: 299). Esta falta de patriotismo
fiscal no quita para que los autónomos le exijan a los poderes
públicos que construya carreteras, asegure su Seguridad Social, deprima los
salarios y facilite la optención
de créditos lo más baratos
posibles. Una buena parte de los poblemas ocasionados por las políticas neoliberales resultan de este patrón ideológico: los autónomos y protoempresarios necesitan de un Estado que provea infraestructuras, pero no por ello se sienten obligados a una colaboración fiscal.
Un aspecto importante que diferencia a los
autónomos tradicionales de los “nuevos autónomos” vinculados a la construcción
-y con la excepción tal vez de los puestos de comerciales que trabajan a comisión- es su
geografía laboral extremadamente cambiante. Su espacio de actuación laboral se
encuentra en las conexiones y territorios periurbanos, en los nudos de
comunicación que unen los grandes centros logísticos, los polígonos
industriales y los depósitos de
mercancías con los centros de consumo, con las almendras centrales de las
ciudades así como con los nuevos barrios y urbanizaciones ya edificadas o aun
en construcción. Hoy trabajan con esta empresa y tienen sus clientes aquí,
mañana trabajan con otra y sus clientes están en otro sitio. Son tan sedentarios como el resto de la
población española, pero su día a día es una sucesión interminable de
kilómetros y viajes cortos que marcan sus vidas. Esto les hace
depender del automóvil y de los furgonetas como el pez depende del agua. España
es, de hecho, el principal productor de Europa de pequeños vehículos
industriales y los “nuevos autónomos” son los reyes de las Ford Transit, de las
Citroën Berlingo y las Fiat Doblo que circulan ininterrumpidamente por las
carreteras de circuvalación de los grandes centros de consumo del país.
La expansión general del sector de la
construcción y de este colectivo en particular tiene graves consecuencias para
la conciencia ambiental del país.
La construcción con fines especulativos es un insaciable consumidor de espacio,
de energía, de carreteras, de
naturaleza, de materiales,
de paisajes y de patrimonio cultural. Su crecimiento depende de la apropiación
privada de recursos colectivos, de la colonización de espacios de uso o
propiedad común aún no incorporados a la lógica económica, de una “acumulación por desposesión” (David
Harvey 2004). Su dependencia del automóvil privado y de las carreteras
construidas para explorar las posibilidades de negocio que puede abrir un
paisaje, una playa o una montaña, es total y no es casualidad que el desarrollo
de la red de carreteras haya transcurrido en paralelo al explosivo desarrollo del sector de la construcción en los últimos años. Por tanto el grueso de los “nuevos autómos” tiende a ser decididamente negacionista del
cambio climático. Para ellos el discurso ambiental es una amenaza para esa
movilidad casi absoluta que necesitan para sacar adelante su precario y parcelado negocio, sus
familias y sus espectativas de movilidad social. Su dependencia de unos precios de la gasolina lo más bajos posible,
de unos salarios rozando el nivel de subsistencia para esos dos o tres
trabajadores que tienen contratados muchas veces y su fe en un modelo de
crecimiento ilimitado en el que cada monte es susceptible de ser cubierto de
chalets adosados, no emana de una especie de fanatismo desarrollista abstracto. Más bien es el resultado de la
dinámica impuesta por la lógica misma de crecimiento de un sector que les ha dado una segunda oportunidad en sus vidas sin que aparezca ningún otro comparable en el horizonte.
5. Capitalismo popular y cambios políticos
El
rastreo de la evolución
ideológica de este grupo social requeriría de un estudio cualitativo. Nosotros
vamos a intentar hacerlo utilizando herramientas cuantitativas, más
concretamente cruzando los datos de la Encuesta de Población Activa y del
Directorio de Empresas con los datos electorales. La única forma de conseguirlo utilizando este método es
concentrar el análisis en las provincias en las que más ha crecido el sector
inmobiliario, comprobar si este crecimiento correlaciona con la evolución
porcentual de los autónomos y de las pequeñas empresas, y contrastar esta
información con la evolución electoral en dichas provincias y en el conjunto
del país. En la tabla nº 2 figura la primera parte de esta información
Tabla
2: Participación del sector de la construcción, autónomos y sociedades limitadas en cuatro provincias españolas
Provincia/ Región
|
Evolución de la
participación del sector de la
construcción en la
ocupación (1996-2008)(1)
(% en 2008)
|
Autónomos (2)
(1999-2008)
|
Sociedades Limitadas
(1999-2008)
|
Alicante
|
+ 3%
(12,8%)
|
+ 28%
|
+ 97%
|
Murcia
|
+ 5%
(14,4%)
|
+ 28%
|
+ 120%
|
Almería
|
+ 5%
(14,4%)
|
+ 22%
|
+ 153%
|
Málaga
|
+ 5%
(15,6%)
|
+ 30%
|
+ 165%
|
Total España
|
+ 3%
(12,8)
|
+ 13%
|
+ 105%
|
(1) No incluye el trabajo sumergido
(2) “Personas físicas”
Fuente: Encuesta de Población Activa y Directorio de Empresas
Las provincias en las que el sector de la
construcción ha ganado más peso relativo
en los años del boom inmobiliario son Alicante, Murcia, Almería y
Málaga. En todas, excepto en Alicante, los ocupados del sector sector han
aumentado su peso por encima de la media nacional (+3%) que colocó este
porcentaje en el 12,8%. Destacan Almería y, sobre todo Málaga donde, a pesar de la importante actividad constructora en los años 1960-1980 en tan solo
12 años (1996-2008) la construcción ha seguido aumentado su peso relativo en 5 puntos porcentuales,
casi el doble que en la media del país. Estas cifras no tienen en cuenta el trabajo sumergido que elevaría esta
cifra aún más. El caso de Alicante es significativo porque, si bien su
estructura económica -y por tanto también social- está más diversificada y de que en ella la contrucción tiene un peso
relativo idéntico al de la media del país (del 12,8%), el crecimiento de los
autónomos también ha sido particularmente importante en los años de la burbuja
inmobiliaria. En la siguiente columna se aprecia que en el resto de las cuatro
provincias esta expansión de la población activa en el sector correlaciona
claramente con el aumento de los trabajadores autónomos o “personas fisicas”
para el período 1999 a 2008 (no hay datos para años anteriores). La media
nacional es de +13% mientras que en estas cuatro provincias los incrementos son
muy superiores: entre el 22% en la provincia de Almería y nada menos que del
30% de la provincia de Málaga. Algo parecido se puede decir en relación a la
creación de sociedades limitadas que también han aumentado mucho más rápido
entre 1999 y 2008 en estas cuatro provincias que en el conjunto del país con la
excepción de la provinca de Alicante, donde este incremento ha sido ligeramente
inferior al nacional por las razones señaladas arriba. Se puede
decir, en consecuencia, que los “nuevos autónomos” vinculados a la contrucción
así como las pequeñas y medianas empresas, que en su mayoría no son sino
autónomos que han pasado a convertirse en pequeños empresarios, han sido
actores del boom inmobiliario particularmente dinámicos en estas cuatro
provincias. La densidad y la
influencia de este grupo sobre el conjunto de su estructura social tiene que
haber sido, necesariamente, muy importante.
¿Cómo han evolucionado políticamente dichas provincias? La tabla número 3 da respuesta a esta pregunta
¿Cómo han evolucionado políticamente dichas provincias? La tabla número 3 da respuesta a esta pregunta
Tabla nº 3 Evolución del desempleo y del
apoyo electoral al Partido Popular y a Izquierda Unida en Alicante, Murcia, Almería y Málaga
Provincia/ Región
|
Evolución del apoyo
electoral al Partido Popular (1996-2008) (1)
(% en 2008) (2)
|
Evolución del apoyo
electoral a Izquierda Unida (1996-2008) (1)
(% en 2008) (2)
|
Evolución del desempleo
(2008-2011)(3)
(% en 2012)
|
Evolución del apoyo
electoral al PP -elecciones generales- (2008-2011) (1)
(% en 2011) (2)
|
Evolución del apoyo
electoral al PP -elecciones andaluzas- (2009-2012) (1)
(% en 2012) (2)
|
Alicante
|
+28%
(53%)
|
-76%
(2%)
|
+ 13%
(24%)
|
+ 0,2%
(55%)
|
-
|
Murcia
|
+34%
(61%)
|
-69%
(3%)
|
+ 16%
(26%)
|
+ 0,4%
(64%)
|
-
|
Almería
|
+40%
(51%)
|
-69%
(3%)
|
+ 18%
(32%)
|
+ 11%
(58%)
|
-15%
(51%)
|
Málaga
|
+25%
(43%)
|
-62%
(5%)
|
+ 17%
(33%)
|
+ 9%
(50%)
|
-18%
(44%)
|
Total España/Andalucía
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+ 6%
(39%)
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-63%
(4%)
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+14%
(24%)
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+ 5%
(45%)
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-9%
(41%)
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(1) En número absoluto de votos
(2) Sobre el total de votos emitidos
(3) Paro correspondiente al tercer
trimestre de cada año.
Fuente: Ministerio del Interior y
Junta de Andalucía.
Llama la atención el importante aumento del
apoyo electoral al Partido Popular en las
cuatro provincias analizadas entre 1996 y el año del fin del ciclo inmobiliario
(2008). Estos aumentos de hasta un 40% en la provincia de Almería y de un 34%
en la Región de Murcia, son entre seis y siete veces más importantes que en la
media del país (+6%). Tanto en
Almería como en la Región de Murcia el Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
había ganado las elecciones generales anteriores de 1993, lo cual explica el
fuerte aumento posterior del apoyo electoral al Partido Popular, aumento que
está directamente relacionado con la disminución de los apoyos al PSOE y a Izquierda Unida.
En Alicante, una provincia que se sale ligeramente de la tónica general de la
muestra, el PP ya tenía un apoyo mayoritario en las elecciones de 1993 a pesar
de lo cual este aún siguió aumentando entre entre 1996 y 2008 aunque a menor
ritmo. Esto indica que también en esta provincia un grupo adicional de
ciudadanos optaron por darle a partir de 1996 su voto al partido conservador a
costa de las diferentes opciones de la izquierda.
Pero el vuelco ideológico en la provincia de Málaga es sin
duda el más llamativo. El centro y norte de la provincia de Málaga, con
epicentro en Antequera y
Humilladero, forma parte de la geografía del latifundio español. En ella la
izquierda ha cosechado mayorías
indiscutibles a lo largo de todo el siglo XX. La burguería de su capital, cuyo
puerto le ha dado históricamente un ambiente de apertura y liberalidad, ha
sido conocida por su
actitud abierta, ilustrada y republicana. La suma entre ambos ambientes
políticos -el burgués ilustrado, el del área de influencia jornalera y el del
proletariado portuario e industrial- explica que esta provincia eligiera en los
años 1930 al primer diputado comunista de toda España. El aumento particulamente rápido del
desempleo en esta provincia a lo largo de la primera mitad de los años 1990 fue
respondido con una expansión también muy importante -sin duda la mayor de todo
el Estado- del empleo en el sector de la construcción (+ 15,6%: ver tabla
2). Pero no sólo. Una parte
significativa del empleo fueron “nuevos autónomos” pero también empresarios de
pequeñas y medianas empresas (PYMES) que aumentaron de forma particularmente
rápida en esta provincia (en un 30% y en un 165% respectivamente). El vuelco
ideológico y cultural fue, por tanto, especialmente brusco y radical en esta
provincia dada su tradición
ideológica de partida: no sólo afectó a más personas sino que se produjo en uno
de los bastiones históricos de la izquierda. Si observamos las fuertes caídas
del apoyo a Izquierda Unida en las demás provincias (nada menos que del 76% en
Alicante y casi del 70% en Murcia y Almería) podremos concluir que el caso de
la provincia de Málaga es sólo el más llamativo pero no la excepción. En el
resto de las provincias estudiadas se produce también una pérdida masiva de
apoyo a Izquierda Unida durante los años de expansión del capitalismo popular
inmobiliario, una coalición con, tradicionalmente, un importante apoyo obrero. Hasta las elecciones generales de 2012, y con la excepción de
Málaga, el voto a esta opción política se quedó en el 2% y el 3% de todos los emitidos.
Se puede afirmar, en definitiva, que el
vuelco político del país, que se inicia en 1996 con el triunfo del Partido
Popular por mayoría simple, partido que refuerza su hegemonía con su mayoría absoluta en las
elecciones de 2000, tiene que ver en gran medida con los cambio sociales, culturales
e ideológicos que de forma particularmente clara y estadísticamente visible se
dan en las cuatro provincias estudiadas. El cambio del ciclo político se inicia
precisamente en estas provincias donde se producen los primeros y principales vuelvos electorales que
luego se extenderían al resto del país cuatro años después y cuya base
ideológica y material es la constelación que hemos llamado “capitalismo popular
inmobiliario”. Pero esta constelación es algo más que una sucesión de mayorías
electorales. Se trata, como cualquier proyecto hegemónico, de una transacción entre clases sociales y que incluye una base material: las posibilidades de promoción social que abre
el capitalismo inmobiliario para sectores amplios de la población sin perspectiva social ninguna, por un lado,
y los beneficios económicos y políticos que este les proporciona a las empresas
inmobiliarias y financieras, por otro. Aún cuando el Partido Popular perdió las
elecciones generales de 2004, en buena medida a consecuencia de los
acontecimientos que siguieron tras los antentados del 11 de marzo de 2004 en
Madrid y que poco o nada tienen que ver directamente con la economía, y a pesar de que las
volvió a perder en 2008, dicha constelación siguió plenamente vigente en las
cuatro provincias estudiadas donde el Partido Popular mantuvo o incluso amplió
su apoyo electoral sobrepasando en tres de ellas -Alicante, Murcia y Almería-
el 50% de todos los votos emitidos ¿Qué sucedió después, tras el pinchazo de la
burbuja inmobiliaria?
Lo primero que hay que constatar es el
extraordinario impacto de dicho pinchazo sobre el empleo de nuestras cuatro
provincias. Sobre todo el Málaga y Almería, las dos provincias en las que más
había aumentado el empleo en el sector de la construcción y donde más
aumentaron también los “nuevos autónomos” y/o los (pequeños) empresarios es donde más rápidamente aumentó
también el desempleo: en 18 y 17 puntos respectivamente. Esto produjo en dichas
provincias uno de los porcentajes de desempleo regional más elevados de toda la
Unión Europea (del 33% y el 32% respectivamente). Pero también en Murcia se dio
un importante desplome -de 16 puntos- del empleo creado en los años del boom
inmobiliario. De nuevo quedó demostrando la debilidad del sector de la
construcción, su incapacidad de crear una base laboral sólida y sostenible. No puede ser considerada parte de un proyecto estratégico de país a largo plazo sino un intento
ad hoc de dar una respuesta a la acuciante situación de desempleo que vivió
este en la primera mitad de los
años 1990 dentro del marco de las políticas monetaristas y neoliberales. ¿Qué sucedió
políticamente en nuestras cuatro provincias tras el pinchazo de la burbuja
inmobiliaria?
En la siguiente columna de la tabla nº3
encontramos algunas respuestas a esta pregunta. Se aprecia que en las
elecciones de noviembre de 2011, tres años después de iniciarse la crisis
económico-financiera, y ya con un porcentaje de desempleo de más de una cuarta
parte de la población activa, los apoyos al Partido Popular en las cuatro
provincias no sólo no disminuyen, sino que aumentan aún un poco más. Llama la
atención los fuertes incrementos en la provincia de Málaga (de más del 9%) pero
también en la de Almería. Ambas son precisamente las provincias con los
porcentajes más elevados de desempleo en el momento de las elecciones (del 33%
y del 32% respectivamente). La interpretación de estos resultados puede ser la siguiente. Por un lado la mencionada constelación hegemónica se basaba en la
conformación de un discurso relativamente sólido y un importante voto de
confianza hacia el partido que lo encarna, y que no cambia de forma inmediata
con la irrupción de la crisis. Otra razón es que, si
bien el Partido Popular fue el inspirador e impulsor inicial de esta
constelación de estacrecimiento,
el PSOE no cambió sus ejes políticos e ideológicos principales cuando ganó las
eleciones en 2004, lo cual ha dificultado la identificación del desplome del boom
inmobiliario con el Partido Popular. La falta de realismo a la hora de
interpretar la gravedad de la crisis en fechas tempranas por parte del PSOE apunta en este mismo
sentido. El mayor o menor margen de maniobra que pudiera haber tenido el PSOE
para plantear otro modelo de crecimiento y otra respuesta a la crisis es una
cuestión que aquí no podemos abordar. Lo que sí es evidente es que una parte
mayoritaria del electorado de estas provincias identificó la agudización de la
crisis económica con el gobierno de Rodríguez Zapatero castigándolo aun un poco
más en las elecciones de 2011 y ampliando aún más el apoyo al Partido Popular,
sobre todo en las provincas de Almería y de Málaga donde siguió aumentando
dicho apoyo a pesar del desplome inmobiliario hasta alcanzar casi el 60% de
todos los votos emitidos.
El alargamiento de la crisis está provocando,
sin embargo, los primeros síntomas de cambio. Entre noviembre de 2011 (mes del
triunfo del Partido Popular) y el mes de marzo de 2012 (elecciones al
parlamento andaluz: ver la última columna) asistimos, por primera vez desde el
inicio del ciclo inmobiliario a una pérdida de votos al Partido Popular en las
dos provincias andaluzas de la muestra. Las dimensiones de las pérdidas electorales
son importantes: del 15% de los votos en ambos casos con respecto a las anteriores elecciones andaluzas, un porcentaje muy
superior a las pérdidas del PP en el conjunto de Andalucía donde no ascienden a
más del 9%. Esto no quiere decir
que todos estos votos se fueran a otras opciones políticas, es decir, que la
reducción de los apoyos al Partido Popular se refleje en un programa político
alternativo que puedan rivalizar seriamente con el que empieza a declinar. El hecho de que el Partido Popular
retrasara la aplicacion de las medidas más impopulares hasta después de las
elecciones andaluzas hace suponer que este partido cuenta con la posibilidad de que se produzca dicha erosión, erosión que efectivametne
se ha acelerado después de dichas elecciones como sugieren los estudios
postelectorales de intención de voto en la Comunidad Autónoma de Andalucía (http://datos.cis.es/pdf/Es2939mar_A.pdf).
Para nuestro análisis es particularmente significativo que dicha disminución
del apoyo a esta opción política fuera más importante en estas dos provincias
que en el conjunto de Andalucía donde no se había consolidado de la misma forma
el proyecto hegemónico nucleado alrededor del capitalismo inmobiliario y donde
la figura de los “nuevos autónomos” y de los pequeños empresarios, incluídas
sus implicaciones ideológicas, no tuvo la densidad y tascendencia que sí tuvo en las provincias de Almería y Málaga. Esto no quita para que el apoyo al Partido Popular siga
siendo aún muy importante: tanto en Andalucía, donde por primera vez se
convirtió en el partido más votado, como en Málaga y, sobre todo también en
Almería: al menos hasta el mes de marzo de 2010 la erosión política general del Partido
Popular (aún) no se habría
producido en esta parte del país.
6. Conclusiones
El capitalismo popular inmobiliario es una
constelación hegemónica a tavés de la cual sus actores más influyentes han
conseguido ejercer un poder estructural
dentro del conjunto de la sociedad española. No habría sido posible crearla sin
ganarse el apoyo de sectores amplios de las clase medias y, sobre todo,
populares. Este apoyo no se habrían producido sin la capacidad del sector
inmobiliario de crear a corto plazo muchos puestos de trabajo en un país
crónicamente hambriento de empleo, y con serias dificultades para hacer frente
a los postulados constitucionales que parecen difíciles de realizar con
políticas económicas basadas en preceptos monetaristas e insertadas en los
márgenes impuestos por el Tratado de Maastricht. El vuelco político del país en
1996 se apoyó en el surgimiento de una nueva clase o estrato social, el de los
“nuevos autónomos” y los (nuevos)
pequeños empresarios de la construcción, y que pemitió ganar a amplios
sectores populares para el proyecto neoliberal.
Para entender dicho vuelco hemos analizado este grupo social vinculados a la construcción. Su importancia reside, en primer lugar, en su
procedencia social: son en su mayoría antiguos asalariados que perdieron su empleo y que
consiguieron mejorar su posición y autoestima sociales convirtiéndose en
(proto)empresarios. Este cambio incluye transformaciones profundas en sus orientaciones ideológicas y sus
valores, orientaciones y un “universo de significados” (Pierre Boudieu) que no sufre una
erosión inmediata con el final del ciclo inmobiliario como hemos podido
comprobar analizando la evolución electoral e las cuatro provincias en las que
estos tienen una presencia más importante, si bien a partir de 2012 empiece a dar síntomas de agotamiento. Pero
por mucho que la nuevos empresarios y autónomos ingresaran estadísticamente en la categoría de los
“no asalariados”, por mucho que ahora vivan en una casa unifamiliar en un
barrio no obrero, que lleven a sus hijos a los colegios privados y conduzcan
grandes coches de importación, sólo podrán consolidar su estatus, pasar a
formar parte de una nueva clase social si el sector vuelve a crecer o si
consiguen “enganchar” su negocio a otro sector económico en (fuerte) expansión. Este escenario parece difícil
pues muchos están fuertemente apalancados con créditos que no son capaces de
devolver y que están arrastrando a sus familias hacia un desclasamiento social.
La cuestión es qué políticas y medidas pueden generar una constelación de crecimiento comparable a la que aquí hemos analizado y que tengan capacidad de crear varios cientos de miles de puestos de trabajo en poco tiempo. Parece difícil que esto sea posible en el actual marco de las políticas económicas nacionales y europeas, sin la intervención activa de los poderes públicos (por ejemplo con financiación europea) en la puesta en marcha de inversiones públicas con con capacidad de crear puestos de trabajo. Esta dinámica económica rompería los fundamentos ideológicos que, en buena media, han esculpido ideológicamente al grupo social emergente que acabamos de analizar: las políticas de oferta, la visión microeconómica del mundo, la contrucción de una Europa más competitiva que cooperativa, la insolidaridad fiscal o el intento de generar crecimiento destruyendo recursos naturales. Es probable que en el momento en el que las políticas económicas le tengan que dar la espalda al neoliberalismo acaben siendo distintas las actitudes de los autónomos que vayan surgiendo en los entresijos de una nueva economía solidaria y ambientalmente sostenible. Un programa de inversiones destinado a la reconversión energética del país podría necesitar de varios cientos de miles de trabajadores con justamente este perfil: montadores de sistemas solares y de sistemas energéticos con fuerte implantación local etc.. Su organización en cooperativas y su dependencia de un programa de inversiones públicas acercaría a este colectivo a un bloque antineoliberal debilitando su identificación con los valores competitivos de la derecha.
La cuestión es qué políticas y medidas pueden generar una constelación de crecimiento comparable a la que aquí hemos analizado y que tengan capacidad de crear varios cientos de miles de puestos de trabajo en poco tiempo. Parece difícil que esto sea posible en el actual marco de las políticas económicas nacionales y europeas, sin la intervención activa de los poderes públicos (por ejemplo con financiación europea) en la puesta en marcha de inversiones públicas con con capacidad de crear puestos de trabajo. Esta dinámica económica rompería los fundamentos ideológicos que, en buena media, han esculpido ideológicamente al grupo social emergente que acabamos de analizar: las políticas de oferta, la visión microeconómica del mundo, la contrucción de una Europa más competitiva que cooperativa, la insolidaridad fiscal o el intento de generar crecimiento destruyendo recursos naturales. Es probable que en el momento en el que las políticas económicas le tengan que dar la espalda al neoliberalismo acaben siendo distintas las actitudes de los autónomos que vayan surgiendo en los entresijos de una nueva economía solidaria y ambientalmente sostenible. Un programa de inversiones destinado a la reconversión energética del país podría necesitar de varios cientos de miles de trabajadores con justamente este perfil: montadores de sistemas solares y de sistemas energéticos con fuerte implantación local etc.. Su organización en cooperativas y su dependencia de un programa de inversiones públicas acercaría a este colectivo a un bloque antineoliberal debilitando su identificación con los valores competitivos de la derecha.
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http://ftp.iza.org/dp2315.pdf
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Coincido en el análisis y de hecho yo lo he pensado muchas veces. Por favor trata de corregir al menos 5 fallos que tiene el texto. Gracias por el análisis.
ResponderEliminarmuy buen análisis, tan bueno como duro de asimilar que una pequeña parte de la población influya tanto en el resto.
ResponderEliminarExcelente artículo que explica cláramente los valores de una parte significativa de los votantes merced a su inclusión en el sistema económico propio de la oligarquía.
ResponderEliminarExcelente artículo que explica la apropiación de los valores de la oligarquía de una parte significativa del electorado.
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