Las izquierdas del Estado Español
están divididas por razones identitarias. Como en Bolivia, Italia o Bélgica –no
así en Canadá, Gran Bretaña o Turquía pero tampoco en Galicia o Canarias- los
ciudadanos de Euskadi y Cataluña que impugnan la legitimidad nacional del
Estado, viven y trabajan en territorios con una renta del cápita superior a la
media. Esto no quiere decir que el problema se pueda reducir a un asunto de
redistribución territorial, pero este dato tampoco puede pasarse de puntillas.
Muchos catalanes y vascos de izquierdas no se sienten aludidos cuando se
demuestra que la renta per cápita de Euskadi y Cataluña es (muy) superior a la
de Extremadura. Este desinterés por la solidaridad estatal también se perfila
en la tercera de las comunidades más ricas (la de Madrid) aunque no en el campo
de la izquierda sino (¿aún?) sólo en el de la derecha y del centro-derecha.
Todo esto es el resultado pero no el
origen de la ausencia de una identidad compartida en el campo de las izquierdas
alternativas del Estado, una situación que dificulta su convergencia en torno a un programa antineoliberal común. No cabe más remedio: hay que profundizar en las claves políticas del problema identitario.
El problema tiene, al menos,
cinco nudos que habría que ir desatando de forma constructiva: a.) las identidades son piezas
esenciales de la realidad política, también y sobre todo para cualquier
proyecto de la izquierda alternativa; b.) la identidad guarda una cierta
autonomía con respecto a la clase, pero esta no se debe abordar de forma
neutral en términos de clase; c.) las identidades son productos históricos: se
crean, construyen y modifican, no se derivan de una realidad surgida para siempre
en el pasado que luego, si acaso,
va actualizándose en el presente sobre un mismo nódulo inmune a los cambios y válido para todos los
tiempos; d.) las identidades se han creado durante siglos de forma espontánea
pero también se pueden crear en actos políticos decididos; e.) las lenguas son
parte esencial de dichas identidades: tanto en su configuración espontánea como
en los actos de construcción política, es decir, sistemática y planificada de las mismas.
A. Piezas esenciales
La izquierda alternativa de
proyección estatal está fuertemente influida por los profesionales urbanos y
los profesionales urbanos tienden a reducir la política al discurso racional
(análisis de los intereses materiales, de las clases sociales, estudio de la acumulación
de capital etc..). Es normal que así sea pues el manejo de los símbolos son su
principal herramienta de trabajo. Sin embargo, cualquier proyecto de
transformación política que quiera generar hegemonías se sustenta, al menos, en
dos pilares más: en una serie de valores compartidos sobre lo que es condierado
bueno y malo; y en elementos afectivo-emocionales entre los que se encuentran
las identidades individuales pero sobre todo también las colectivas. Para la
izquierda alternativa el plano racional tiene que actuar como regulador de los
dos primeros, como una especie de ángel de la guarda, de referente permanente
en la sombra: las identidades no deben llegar a eclipsar nunca el análisis
racional, sino someterse a una contrastación racional y, si es posible,
autocrítica permanente. Por ejemplo: “aunque parezca que los inmigrantes o
`España’ tienen la culpa de la crisis, soy capaz de analizar racionalmente, y así he decidido
hacerlo, cuál es el origen verdadero de la misma”. Sin embargo, la izquierda
alternativa nunca podrá llegar a ser hegemónica si no entiende que para acceder
a las clases populares no va ser suficiente aplicar el discurso racional. El
actual capitalismo, cada vez menos domesticado por sistemas educativos públicos
de calidad y con medios de comunicación cada vez más cercanos al poder
económico y político, hace aún más inviable intentar llegar a las clases
populares sólo con discursos analítico-racionales. Hay que encontrar un
discurso afectivo-emocional sin abandonar el discurso racional y sin abandonar
el discurso moral. Ahí es donde encaja la pieza de la identidad como una pieza central para cualquier proyecto político de contenido solidario y anticapitalista.
B. Identidad y clase
La identidad es una suma de
referencias emocionales, conscientes e inconscientes, que forman parte de
cualquier proceso de socialización individual-familiar y social-colectivo. No
es realista reducir las identidades al plano individual tal y como postula la
politología liberal: los individuos son seres sociales con lo cual las
identidades tienen que ser tanto individuales como también y necesariamente compartidas. El problema no es, por tanto,
si identidad sí o no sino qué identidad,
qué relación guarda esta con una sociedad de clases cada vez más polarizada y
cómo construir una identidad propia y genuina de la izquierda estatal que sea
capaz de integrar a otras identidades colectivas en un único proceso plural
pero también solidario. Si esto es
cierto, el concepto “pueblo” sólo es admisible para la izquierda si no ignora
dichas realidades sociales, la existencia de intereses contrapuestos que pueden
llegar a camuflarse tras la idea de ese mismo “pueblo”. Es imposible y es peligroso descifrar
dichos intereses fuera del plano racional, hacerlo recurriendo exclusivamente a
las emociones. Cuando la
palabra “pueblo” sirve para ocultar la realidad de una sociedad dividida en la
que la parte más débil de ese "pueblo" tiene todas las de perder, se convierte en material político
de las fuerzas conservadoras. Cuando no lo oculta sino que lo ilumina, aunque
sea de forma ambigua, puede servir para aglutinar intereses transversales en un
objetivo emancipador común, aunque siempre y cuando vaya acompañado por un inyecciones de análisis racionales. En tiempos neoliberales la palabra “pueblo” es
utilizada sobre todo para lo primero, algunas veces incluso por algunos
sectores de la izquierda y sin que esta siempre sea consciente de ello. En
tiempos de acumulación acelerada de capital el centro político no necesita
acordarse de las clases populares pues estas se benefician automáticamente del crecimiento, aún cuando sólo les queden migajas. Pero cuando la acumulación de
capital se estanca, se hace más difícil fidelizarlas. Es en ese momento que los
gobiernos neoliberales recurren al populismo interclasista en todas sus
variantes: chauvinista, étnico-racial, xenófobo, homófono pero también en el
populismo nacionalista de uno y de otro signo. Esto frena la posibilidad de que
el descontento conduzca a una impugnación de los verdaderos mecanismos
generadores de desigualdades y de injusticias sociales en el interior de dicho "pueblo".
Para la izquierda alternativa la solución no puede ser la eliminación del discurso afectivo-emocional, su sustitución por un discurso sólo racional y normativo. La solución es la construcción activa y regulada racionalmente de una identidad compartida en todo el Estado basada en criterios realistas, es decir, de clase; en la idea de solidaridad entre todas las personas y los grupos “humillados, explotados y enajenados” (Marx) entre los cuales no puede contarse a aquellos grupos sociales que "humillan, explotan y enajenan" dentro de una misma casa común llamada "pueblos". Es imposible movilizar políticamente a las mayorías desfavorecidas sin recurrir también a un discurso de este tipo. Pero también es imposible que la identidad nacional se convierta automáticamente en material político para la izquierda alternativa si no es domesticándola racionalmente. ¿Sería esto un populismo de izquierdas responsable, es decir, anclado en análisis racionales? Se puede llamar así aunque ese concepto no sea el más operativo. No hay otra posibilidad de llegar a los “humillados, explotados y enajenados”, de alcanzar mayorías significativas para poner en marcha un cambio profundo. Así ha sido siempre y así seguirá siendo probablemente a lo largo del próximo siglo.
C. Producto histórico
La izquierda
alternativa no debería entender por “historia” la actualización de una serie de
cosas –identidades, culturas, territorios- que nacieron en un determinado
momento para conquistar una legitimidad definitiva y para todos los tiempos como una foto fija sin caducidad.
Este es el esquema de las fuerzas conservadoras y del derecho natural que acaba
siendo incompatible con la izquierda alternativa: los acontecimientos
históricos como génesis de todo lo demás. Las identidades, igual que las
culturas, las leyes, los Estados y los sistemas políticos se crean, cambian y
destruyen con el tiempo. Es verdad que hay identidades y naciones “nuevas” e
identidades y naciones “viejas” pero este atributo no les asegura a las primeras ni la
autenticidad ni la legitimidad. Un viejo rico sólo se puede burlar del nuevo rico si ignora que él
mismo fue nuevo rico en algún momento de la historia y que los nuevos ricos
dejarán de serlo en el futuro para convertirse en viejos ricos que harán lo
propio con los que vengan destrás de ellos. Con los viejos nacionalismos pasa lo mismo en relación con los nuevos. Lo que le da legitimidad a una
identidad nacional no es el número de años que viene existiendo en el
imaginario de las personas, sino su presencia contemporánea en dicho
imaginario. La socialización familiar y comunitaria, local o estatal producen
constantemente identidades nuevas y la sábana del presente cubre las rocas del pasado ablandándolas y convirtiéndolas en arena nueva con la que construir otras cosas. Esto le da a la
identidades una gran complejidad política y sociológica, multiplica sus
estratos y capas amalgamándolos entre sí. Pueden ser mixtas o monolíticas,
locales o cosmopolitas: todo depende del contexto en el que se haya movido el
individuo y sus personas de referencia a lo largo de sus
vidas. Esto, la historia en permanente gestación y modificación, y no la historia como pasado
congelado en el tiempo, es la única fuente de legitimidad de identidades que
debe reconocer la izquierda alternativa.
La identidad
de los que conviven en la España moderna, como la de aquellos otros que
conviven en cualquier otro lugar del planeta, también se está re- y
deconstruyendo permanentemente. La movilidad geográfica, los matrimonios
mixtos, las estancias en el extranjero, una serie de acontecimientos
importantes que se viven de forma compartida etc. sedimentan nuevos sedimentos
identitarios compartidos y desechan otros. El neoliberalismo convierte a los territorios
y los Estados en espacios que compiten entre sí con el fin de acaparar
inversiones y recursos escasos. Al hacerlo fomentan la conformación de
identidades territoriales excluyentes y enfrentadas. Pero la dinámica
neoliberal no debe ser el motor de la gestación de identidades, no es la única
forma de hacerlo y en ningún caso puede ser la referencia de la izquierda
alternativa. Explica el auge del nacionalismo neoliberal en todo el Estado y no
sólo en las llamadas nacionalidades históricas sino sobre todo en todas aquellas con una
renta per cápita superior a la media como la Comunidad de Madrid. Un Estado y
una Europa solidarios darían nacimiento a identidades nuevas, aunque ninguno de
los dos nacerán espontáneamente como una especie de subproducto ciego de las
dinámicas neoliberales. Por el contrario tienen que ser construidos en actos
políticos decididos y prolongados en el tiempo.
D. La construcción de identidades
Igual que la
economía y el cambio social, las identidades se pueden configurar de dos formas:
o de forma inconsciente, como destilación espontánea de referencias culturales
cotidianas y heredadas, o de forma inducida, por medio de medidas políticas sistemáticas que
van calando en el imaginario colectivo. La gran coalición de centro
derecha/centro-izquierda que hizo la transición monárquica ha bloqueado la
construcción de una identidad republicana compartida por todos los ciudadanos
del Estado. La izquierda y el centro-izquierda han optado por dejar que vaya
surgiendo de forma espontánea algo así como una “nueva identidad en la España
democrática” siguiendo el ecléctico mandato constitucional que no especifica
qué es lo que tienen en común todos los ciudadanos del Estado sino que deja que
sean las coyunturas del momento –incluídas naturalmente las economícas- las que
lo vayan haciendo. Al no intervenir políticamente en este proceso, la identidad
preconstitucional, contruida de forma activa y pasiva a lo largo de cuarenta
años de franquismo y salvada con algunos retoques por los poderes establecidos,
se ha ido imponiendo de forma espontánea entre sectores amplios de las clases
populares. Esto ha reforzando la hegemonía del Partido Popular y consolidando
el proyecto político españolista y conservador. Por el contrario, los partidos
nacionalistas no han perdido el tiempo y desde 1978 han venido construyendo
activamente una identidad nacional de base territorial en un proceso
largo, sostenido y planificado
políticamente que enlaza con las tradiciones de las construcciones identitarias europeas del
siglo XIX. No ha hecho lo mismo la izquierda alternativa del Estado. Desde su
pasividad en estos temas se encuentra acorralada: por un lado por el
continuismo identitario de los españolistas, por otro lado asiste pasivamente a
la conformación de las nuevas identidades llamadas periféricas. Desde el
debilitaminto de los proyectos anticapitalistas en todo el mundo ha caído en la
pasividad: o bien sumándose a otros proyectos identitarios o bien ignorando
directamente el problema mientras no puede impedir que las derechas se apropien del término
“España”. La razón no es sólo el apoyo táctico a la monarquía de una parte de
la izquierda alternativa en los primeros años de la democracia. El problema es,
además, la tradicional tendencia de la izquierda alternativa, a obviar los
componentes afectivo-emocionales de la política, a sustituirlos por aspectos
exclusivamente analítico-racionales. Esto no puede seguir así. La izquierda
alternativa tiene que abordar de una vez por todas la construcción activa,
planificada y sostenida de una identidad propia. Esta sólo puede ser estatal, plurilingüe y
republicana, nutrirse del legado de su historia de lucha contra las fuerzas
conservadoras y del legado democrático de las diferentes identidades nacionales
progresistas que se han ido conformando en los diferentes territorios del
Estado. La nueva identidad republicana no puede ser una simple
acumulación de diferentes identidades parciales. Tiene que nutrirse de estas últimas sin destruirlas pero
antes o después tendrá que subrogarlas y crear a partir de ellas algo -no
completamente- nuevo: una única identidad republicana, tal vez una especie de “patriotismo republicano y
multinacional” (Andoni Basterra) compartido por todos y por todas los que han
decidido no dejar a los
“humillados, explotados y enajenados” fuera de la historia.
E. El problema de las lenguas
Lenguas e
identidades van siempre de la mano. Igual que las identidades, que las
sociedades y que las economías, las lenguas, o bien evolucionan
espontáneamente o bien se construyen políticamente. Sólo esto último convierte
un dialecto en lengua. En la mayoría de los casos –especialmente cuando hablamos de lenguas de tronco común
como las románicas- no existe nada, ni una estructura gramatical, ni un léxico,
ni tan siguiera una tradición literaria que permita demostrar “objetivamente”
que una lengua ha dejado de ser un dialecto. Igual que en el caso de las
identidades se trata de un acto político decidido que le corresponde a las
academias de la lengua. Este acto va desde la unificación de normas
gramaticales, de la pronunciación y de la morfología o la determinación
del léxico culto. Aquí sostenemos que no será posible crear una identidad
republicana y multinacional compartida y perdurable en todo el Estado español
sin crear un único espacio lingüístico compartido. El actual modelo de
unificación lingüística de uno y de otro signo exacerba todos los nacionalismos bloqueando este proyecto. En ese sentido es parte de la
instrumentalización, por parte de las élites y de sus aliados, de los
territorios como espacios neocompetitivos que luchan unos contra otros como si
de empresas privadas se tratara. Por tanto, la solución sostenible no es crear
espacios bilingües en aquellas zonas del Estado con lengua propia, sino crear
espacios tendencialmente cuatrilingües en el conjunto de los territorios del
Estado: el Estado Republicano debe ser el garante de todo el patrimonio
compartido que incluye todas las lenguas de la misma forma que incluye todo su
patrimonio natural y cultural entendido como acerbo único. Crear un único
espacio lingüísticamente plural obligará a hacer una planificación lingüística
a largo plazo y a condenar del uso de la lengua y de la identidad como
herramientas para el enfrentamiento territorial. No es necesario que todos los
ciudadanos hablen perfectamente cuatro lenguas, pero sí que puedan comunicarse
con fluidez en al menos dos o tres de ellas y también que las lean sin
problemas. Esto no ofrece ningún problema técnico como han demostrado numerosas
experiencias de planificación lingüística. Además será una aportación
sustancial a la elevación del nivel cultural general de la ciudadanía pues la
dotará de recursos cognitivos para aprender lenguas adicionales de fuera del
Estado. Noticieros nacionales en varios idiomas, cuñas biligües y trilingües
insertadas en la vida cotidiana de cada vez más personas, apoyo estatal activo
a las lenguas con más dificultades, introducción escalonada de clases en
diferentes lenguas en guarderías, escuelas primarias y secundarias etc.
servirán para ir naturalizando su uso sin dramatismo. Dicho uso irá
configurando una nueva identidad multinacional (y multicultural) republicana
basada en valores cooperativos y solidarios, es decir, tendencialmente socialistas. Su construcción debería
convertirse en un plan de trabajo inmediato para la izquierda alternativa del
Estado. Facilitaría la convergencia con sectores importantes de las izquierda
nacionalista sin caer en enfrentamientos identitarios que dividen a los que han
decidido luchar por darle a los “humillados, explotados y
enajenados” un lugar en el mundo. El
colapso del neoliberalismo, al menos en su forma actual, no le resta quita sino
que le añade importancia a este llamamiento.
Más información: A. Fernández Steinko: Izquierda y republicanismo. Madrid, Akal 2010
Más información: A. Fernández Steinko: Izquierda y republicanismo. Madrid, Akal 2010
Una duda al respecto de esta propuesta. ¿No crees que esa medida tendería a sobrerrepresentar el catalán? Si todos los ciudadanos deben dominar al menos dos lenguas, y presumiendo que la elección de los que no vivimos en territorios bilingües sería libre, la elección más obvia sería en 9 de cada 10 ocasiones el catalán, dado que da muchas más posibilidades (de empleo, movilidad geográfica, etc.) al ocupar un porcentaje de territorio y población muy superiores (incluyendo aquí a Catalunya, Baleares y C. Valenciana). Además, la afinidad lingüística es muy superior respecto al euskera.
ResponderEliminarYo creo que no necesariamente pues se podría configurar un sistema en el que los padres y los hijos confeccionaran un mix de lenguas cooficiales que tuviera que incluir a todas. El que apuesta por el euskera tendrá sin embargo más posibilidad encontrar trabajo en una comunidad particularmentre rica.
EliminarEn primer lugar, enhorabuena por la lucidez de estos análisis. La propuesta de un espacio lingüístico plural y democrático sería una forma efectiva de una cierta construcción "nacional" española que definiria unos nuevos contenidos de esta identidad. No cabe duda. Un poco al estilo suizo. La capacidad integradora de esta propuesta en los espacios territoriales periféricos seria notable ya que, de hecho, implicaria un reconocimiento de la diversidad. Más aún: haría de la diversidad un eje estratégico fundacional de la nueva convivencia. El problema es posible que apareciera en el momento de anclar esta propuiesta en la cultura política española dominante (en el sentido de "gran nacional española"), en la cual tal reconocimiento de la diversidad es ausente. Debería producirse una verdadera revolución mental que superase el discurso identitario generado en los momentos de crisis del sistema imperial y colonial español, sustituyendolo por una nueva concepción democràtica y "republicana" (como tu dices). La tarea es compleja, pero no imposible.
ResponderEliminarQuerida amiga. Estamos formando una red de personas con ideas parecidas a esta. Si te interesa podemos incluirte (afsteinko@gmail.com)
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