Baltasar Garzón se ha
ganado un sitio en los manuales de historia del derecho. Hay muchos
sistemas legales que contemplan la posibilidad de encausar delitos
cometidos por no nacionales en otras jurisdicciones. Pero ningún juez se habría
arriesgado a aplicar esta norma antes de que Garzón cursara la orden de arresto
contra Augusto Pinochet en 1998. Fue un paso decisivo hacia la configuración
práctica de un sistema de justicia universal. Poco tiempo después se crearía,
por fin, del Tribunal Internacional con sede en La Haya.
Hay un detalle que llamó
mucho la atención en aquel momento y que hoy es decisivo para entender el acoso
a Garzón. Tanto Margaret Thatcher como Felipe González apoyaron al dictador
residente en ese momento en Londres. Consideraban esa iniciativa peligrosa
por varios motivos que acabaron confluyendo. Margaret Thatcher lo
defendió por su condición de aliado en la aplicación del neoliberalismo de
hierro en Chile. Felipe González lo apoyó porque venía un peligro para la
"consolidación de la democracia en Chile" que además pudiera volverse
contra la "consolidación de la democracia en España", contra el
modelo de transición a la española basado en la gran coalición monetarista que
aún sigue funcionando. Luciano Varela, el juez del Supremo que más se ha
implicado en mandar a Garzón al banquillo, no es un juez de derechas. Por mucho
que Manos Limpias se personara en la causa este no es un caso entre la
izquierda y la derecha, es un caso entre la gran coalición y el resto del país,
de la sociedad, del Estado. Varela y el grueso de la judicatura forma parte de
ese mismo bloque político. Con su intervención en el caso de la memoria
histórica ha trazado una línea roja en el suelo para mandarle un doble aviso a
los demás jueces y fiscales, al resto del Estado: a.) los consensos de la gran
transición monetarista no se tocan; b.) en este tema la política está por
encima de la justicia. Esta subordinación del derecho a la política, entendida
como la congelación para siempre de unos determinados consensos se
denomina "Estado de derecho". El "Estado" es el sujeto, la
figura que domina la expresión. El "derecho" es una adjetivación del
sujeto y está subordinada a él. Es el Estado como muro de contención contra la
democracia, contra el cambio, contra la historia, puro siglo XIX en el que se
reencuentran los modelos alemán e hispano de acceso a la modernidad[1].
De los tres casos en los que ha sido imputado Garzón el que cuenta es uno sólo:
el de la memoria histórica. Alicia Moreno, la de Amnistía Internacional me
lo decía: "la instrucción de las escuchas en el caso Correa, del caso de
los cursos en Nueva York y del caso de la memoria histórica parecen estar sospechosamente
coordinados". Están efectivamente coordinados lo cual es indicio de
prevaricación por parte de Valera. Pero los dos primeros son simple munición
para desgastar al verdadero enemigo a batir que es el tema de la memoria
histórica, un tema de Estado. El presidente Zelaya hizo algo parecido en
Honduras. También a él se le echó encima del "Estado de
derecho" aún cuando tenía la legitimidad democrática para hacerlo. El
derrumbe económico y la cancelación de los grandes acuerdos de la transición
tras la reforma exprés de la Constitución ha borrado un poco la raya roja
trazada por Varela. Los poderes económicos empujaron al país a traspasarla por
la derecha y esto ha desautorizado a todos, incluso a Varela. Pero también nos
ha autorizado a aquellos que queremos abrirla por la izquierda que es el lado
de la justicia y de la ruptura con el franquismo. El muro de contención
"Estado de derecho" ha sido desbordado así por los acontecimientos
pues la historia es la que hace el derecho y no el derecho la historia.
Ahora toca hacer un nuevo derecho para una nueva historia, para un nuevo estado
con raíces más democráticas. Garzón queda a este lado de la raya roja con
nosotros. También muchos de los que la respetaron disciplinadamente por miedo
al golpismo tipo Honduras. Se abre un ciclo constituyente para superar el
enfrentamiento entre derecho y democracia. Pero eso nos obliga a abrir los ojos
y también a quitarnos el miedo.
[1] D. Georgia Schulze, S. Berhahn y F.-O.
Wolf: Rechststaat statt Revolution, Verrechtlichung statt Demokratie?.
Transdisziplinäre Analysen zum deutschen und spanischen Weg in die Moderne.
Münster, Westfällisches Dampfboot 2010 (2 tomos).
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