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sábado, 21 de enero de 2012

Garzón y la línea roja de la transición


Baltasar Garzón se ha ganado un sitio en los manuales de historia del derecho. Hay muchos sistemas legales que contemplan  la posibilidad de encausar delitos cometidos por no nacionales en otras jurisdicciones. Pero ningún juez se habría arriesgado a aplicar esta norma antes de que Garzón cursara la orden de arresto contra Augusto Pinochet en 1998. Fue un paso decisivo hacia la configuración práctica de un sistema de justicia universal. Poco tiempo después se crearía, por fin, del Tribunal Internacional con sede en La Haya.

Hay un detalle que llamó mucho la atención en aquel momento y que hoy es decisivo para entender el acoso a Garzón. Tanto Margaret Thatcher como Felipe González apoyaron al dictador residente en ese momento en Londres. Consideraban esa iniciativa peligrosa  por varios motivos que  acabaron confluyendo. Margaret Thatcher lo defendió por su condición de aliado en la aplicación del neoliberalismo de hierro en Chile.  Felipe González lo apoyó porque venía un peligro para la "consolidación de la democracia en Chile" que además pudiera volverse contra la "consolidación de la democracia en España", contra el modelo de transición a la española basado en la gran coalición monetarista que aún sigue funcionando. Luciano Varela, el juez del Supremo que más se ha implicado en mandar a Garzón al banquillo, no es un juez de derechas. Por mucho que Manos Limpias se personara en la causa este no es un caso entre la izquierda y la derecha, es un caso entre la gran coalición y el resto del país, de la sociedad, del Estado. Varela y el grueso de la judicatura forma parte de ese mismo bloque político. Con su intervención en el caso de la memoria histórica ha trazado una línea roja en el suelo para mandarle un doble aviso a los demás jueces y fiscales, al resto del Estado: a.) los consensos de la gran transición monetarista no se tocan; b.) en este tema la política está por encima de la justicia. Esta subordinación del derecho a la política, entendida como la congelación para siempre de unos determinados consensos   se denomina "Estado de derecho". El "Estado" es el sujeto, la figura que domina la expresión. El "derecho" es una adjetivación del sujeto y está subordinada a él. Es el Estado como muro de contención contra la democracia, contra el cambio, contra la historia, puro siglo XIX en el que se reencuentran los modelos alemán e hispano de acceso a la modernidad[1]. De los tres casos en los que ha sido imputado Garzón el que cuenta es uno sólo: el de la memoria histórica. Alicia Moreno, la de Amnistía Internacional me lo decía: "la instrucción de las escuchas en el caso Correa, del caso de los cursos en Nueva York y del caso de la memoria histórica parecen estar sospechosamente coordinados". Están efectivamente coordinados lo cual es indicio de prevaricación por parte de Valera. Pero los dos primeros son simple munición para desgastar al verdadero  enemigo a batir que es el tema de la memoria histórica, un tema de Estado. El presidente Zelaya hizo algo parecido en  Honduras. También a él se le echó encima del "Estado de derecho" aún cuando tenía la legitimidad democrática para hacerlo. El derrumbe económico y la cancelación de los grandes acuerdos de la transición tras la reforma exprés de la Constitución ha borrado un poco la raya roja trazada por Varela. Los poderes económicos empujaron al país a traspasarla por la derecha y esto ha desautorizado a todos, incluso a Varela. Pero también nos ha autorizado a aquellos que queremos abrirla por la izquierda que es el lado de la justicia y de la ruptura con el franquismo. El muro de contención "Estado de derecho" ha sido desbordado así por los acontecimientos pues la historia es la que  hace el derecho y no el derecho la historia. Ahora toca hacer un nuevo derecho para una nueva historia, para un nuevo estado con raíces más democráticas. Garzón queda a este lado de la raya roja con nosotros. También muchos de los que la respetaron disciplinadamente por miedo al golpismo tipo Honduras. Se abre un ciclo constituyente para superar el enfrentamiento entre derecho y democracia. Pero eso nos obliga a abrir los ojos y también a quitarnos el miedo.   


[1] D. Georgia Schulze, S. Berhahn y F.-O. Wolf: Rechststaat statt Revolution, Verrechtlichung statt Demokratie?. Transdisziplinäre Analysen zum deutschen und spanischen Weg in die Moderne. Münster, Westfällisches Dampfboot 2010 (2 tomos). 

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