Introducción
Debajo de los proyectos europeos compartidos se esconde una
Europa real profundamente desigual. Para entender la particularidad de la
situación de España en el contexto de la actual crisis económica resulta clave
entender al menos dos aspectos. Estos son: a.) la degradación de su sociedad del trabajo desde los años
1980, es decir, en plena euforia de consolidación democrática y b.) la función
que ocupa el capitalismo inmobiliario en la financiarización de su economía y
en las estrategias de vida de las clases medias y populares.
1. La gran coalición monetarista de la transición democrática
La contrarrevolución neoliberal es una agresión de clase
contra el trabajo que había venido acumulando “recursos de poder” (Walter Kopi)
a lo largo de dos generaciones de desarrollo fordista. Estos recursos se pueden
cuantificar en términos de peso relativo de los salarios en el PIB, de niveles
de organización sindical o de evolución de las horas de trabajo a la
semana. En España esta agresión
tiene un matiz políticamente más complejo que en el mayoría de los países
occidentales pues forma parte de la estrategia del centro-izquierda española
para construir el Estado del Bienestar que demandaba un opinión pública
mayoritariamente de izquierdas.
Imposible entender el desmontaje de la sociedad española del
trabajo en pleno proceso de consolidación democrática si no se tiene en cuenta
un hecho ideológico fundamental: la formación de una gran coalición en temas
económicos entre el el liberalismo democrático y el tardofranquismo. Los
primeros abrazaron en fechas tempranas la causa del liberalismo económico como
estrategia de oposición a lo que entendían como una política intervencionista
del Estado franquista obsoleta histórica- y culturalmente. Se da, sin embargo,
la paradoja, de que aún cuando el Estado franquista fuera efectivamente
intervencionista en lo cultural y lo político además de fuertemente represivo,
desde principios de los años sesenta su política económica estaba en manos de
élites de orientación radicalmente liberal en lo económico formadas en los
Estados Unidos. Estas eran fuertemente anti-estatistas y anti-colectivista
mucho tiempo antes de que triunfaran las tesis de Milton Friedman y Friedrich
von Hayek en la mayoría de los países occidentales. Cuando a mediados de los
años sesenta, en todos los países de Europa Occidental el sector público
representaba ya más del 30% del PIB, en España este no llegaba aún al 12%, es
decir estaba tres puntos por debajo incluso del de la también dictadura de
Salazar en Portugal[1].
La convergencia entre los sectores atlánticos del tardofranquismo y los sectores
demócratas liberales consolidó el monetarismo entre las élites españolas, aún
cuando incluso ellas aceptaran la necesidad de ir a la construcción de un
Estado del bienestar de tipo europeo. Esta alianza logró imponer una transición
no rupturista frente la mayoría de la opinión pública en los años decisivos de
la transición. Dada su temprana inspiración (neo)liberal su respuesta frente a
la crisis del fordismo, que afectó duramente al tejido productivo español, fue
el sacrificio de la sociedad del trabajo, su sustitución por una economía
fuertemente dependiente del sector financiero y de las inversiones extranjeras,
preferentemente a corto plazo. Su objetivo era financiar un Estado del
bienestar pero se hizo sin base productiva suficiente para llegara a ser un
proyecto sostenible en el tiempo (“Estado del bienestar financiarizado”)[2].
2. Economía real y economía de rentas en la historia de España
Hay que tener en cuenta que el problema del trabajo, de la economía real o productiva frente a la economía de rentas, tiene un significado muy
especial en la historia de España. El bloqueo crónico del desarrollo del país
desde el principio de la Edad Moderna tiene su origen en la destrucción de las
clases productivas y en el reforzamiento de las clases rentistas vinculadas a
la gran propiedad de la tierra. Este proceso, bautizado por la historiografía
como “reseñorialización” o “segunda servidumbre”, también se dio en el Este de
Europa por esas mismas fechas (siglos XVI y XVII). Sin embargo, en España
adquiere unas características específicas que tienen que ver con las largas
guerras contra la dominación musulmana que llevaron a un debilitamiento de las
clases productivas más dinámicas debido a la expulsión de moriscos y judíos.
Esto provocó un debilitamiento del mundo
del trabajo acompañado de un reforzamiento del estamento militar y de la
nobleza, una constelación de clase facilitadora del rentismo. La importación de
metales preciosos de América no consiguió evitar la bancarrota crónica del
Estado pero consiguió prolongar la larga decadencia que vivió el país hasta que
el capitalismo llamó a su puerta en el siglo XIX.
La Guerra Civil fue un acontecimiento similar de consecuencias
comparables en lo que se refiere a la dialéctica entre economía de rentas y
economía productiva, aún cuando su contexto fuera completamente distinto. El
segundo proyecto republicano había definió el país como “una República
democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de
Libertad y de Justicia” (Art. 1 de la Constitución de la República de 1931).
Las fuerzas fascistas no persiguieron sólo su derrota militar sino la
liquidación de los espacios de socialización de las clases trabajadoras,
especialmente de aquella parte más cualificada de las mismas concentradas en
las provincias más desarrolladas[3][4].
El franquismo recibió el apoyo de una parte del empresariado y de prácticamente
todas las clases rentistas. Fue muy consciente del significado político que en
la historia de España tiene el mundo del
trabajo no sólo por su fuerte militancia republicana, sino por su capacidad
de forzar un cambio sustancial de
las grandes correlaciones de clase del país.
Es sobre este trasfondo histórico que gana un significado
político muy particular la gran coalición monetarista de la transición. La
temprana financiarización de la economía y de la sociedad españolas provocó una
vuelta paulatina a una sociedad de rentas que, con los años, se fue haciendo
cada vez más dependiente de las plazas financieras internacionales. Sus
consecuencias son extraordinarias
y persistentes. La incorporación y el mantenimiento del país en la OTAN, por
ejemplo, que coincide con el cambio político hacia el monetarismo a partir del
segundo gobierno de Felipe González, debe ser interpretada en este contexto: no
se puede depender hasta ese punto del sistema financiero internacional si no se
aceptan las condiciones políticas (y militares) de los gobiernos que mandan en
ellas[5].
Los altantistas han recompensado copiosamente a la clase política española por
su extraordinaria aportación al reforzamiento de sus intereses en Europa
dándoles a muchos de sus cuadros (Javier Solana, Pedro Solbes, Rodrigo Rato o
el actual comisario de Asuntos Económicos de la UE Joaquín Almunia) puestos
políticos y económicos clave como son la Secretaría General de la OTAN, la
responsabilidad de la política exterior de la Unión Europa, la dirección
general del Fondo Monetario Internacional y el comisariado de Asuntos
Económicos y Monetarios. Desde mediados de los años ochenta el peso relativo del
sector financiero, así como el de la construcción que está fuertemente unido a
él, ha ido aumentando su peso dentro de la economía española. Los diferentes
gobiernos socialistas se abstuvieron de hacer políticas industriales, de
intervenir de forma activa en el tejido productivo del país y fomentaron la
venta, en buena parte especulativa, de su sustrato productivo público y privado
más dinámico. Sin embargo desarrollaron políticas muy activas tendentes a
mantener la propiedad nacional de su sistema financiero, a rescatar a muchos de
los bancos víctimas de las crisis bancarias de principios de los ochenta y
noventa, tratando a sus banqueros casi ministros en la sombra. Su poder
político ha sido decisivo para la consolidación de la gran coalición
monetarista.
3. Capitalismo feo
Las consecuencias de este ataque al mundo del trabajo y, por
extensión, a la producción y a la economía
real del país, han sido considerables. Primero provocó una degradación en
tiempo récord del empleo y de las condiciones de trabajo, así como un
reforzamiento de los sectores menos innovadores y más inmovilistas dentro del
tejido empresarial español que obtienen su rentabilidad no con la elevación del
valor añadido o con el incremento de la productividad, sino con la
flexibilización y la dualización del mercado de trabajo (subcontratación
generalizada de tareas y departamentos enteros), en la intensificación del
trabajo, en altos consumos energéticos y en la competencia en costes[6].
En segundo lugar se basa no en su transformación organizativa interna sino en
una fuerte dispersión en el espacio de las cadenas de valor añadido producto de
las políticas agresivas de subcontratación. En tercer lugar crea empleo
preferentemente en sectores ambientalmente insostenibles como el de la
construcción, el turismo de masas y el del automóvil, cuyo uso se convierte en
una pieza clave para movilidad en un contexto de fuerte dispersión espacial de
las mencionadas cadenas de valor añadido y de escasa planificación urbanística[7].
Esta no sólo dualiza los mercados de trabajo sino que, además, consumen grandes
cantidades de espacio, alarga los tiempos de desplazamiento al trabajo y
generan un aumento de los consumo energéticos y de las emisiones de CO2[8].
Es capitalismo, sí, pero no sólo eso: además es capitalismo feo.
Este modelo de producción ha generado una economía
extraordinariamente flexible y se
acerca mucho al modelo ideal de economía abierta que propagan los teóricos del
neoliberalismo. Así, durante mucho tiempo, el país consiguió alcanzar un
superávit de las cuentas públicas a pesar de tener un desempleo crónico que
ronda el 10% y gracias al hecho de que se trata del país de la UE con uno de
los gastos sociales más bajos. También fue capaz de generar en poco tiempo la
mitad de todo el empleo creado en Europa, como sucedió entre 2000 y 2006,
aunque también de destruirlo a la misma velocidad[9]. Esto
explica que su nivel de apertura, es
decir, su desregulación sea
sistemáticamente elogiada por los organismos financieros
internacionales. La otra cara de la moneda es que, dada su baja productividad
en relación a sus niveles de consumo, ha generado el déficit comercial más alto
de todo el mundo con más de un 10% del PIB en 2007, el doble del déficit
comercial de los Estados Unidos (5,3%) y cuatro veces más elevado que el
italiano (2,5%). El reforzamiento de la economía de rentas frente a la economía
productiva tiene, además consecuencias políticas de largo alcance. Por un lado
ha obligado a privatizar una tras otras las empresas públicas más rentables
(Repsol, Endesa, Telefónica, Banco Hipotecario etc.) con el fin de pagar, al
menos un par de años más, un sistema de bienestar crónicamente insostenible por
falta de base productiva suficiente. Por otro lado explica, al menos en parte,
la agudización del conflicto nacional que desde el siglo XIX se ha solapado con
la vieja tensión entre la economía de rentas que ha dominado durante largo
períodos en Madrid, y la economía productiva dominante en el País Vasco y
-aunque cada vez menos- también en Cataluña, ambas de inspiración más
colectivista. Este conflicto alcanzó su cénit durante el segundo período del
gobierno de José María Aznar provocando un reforzamiento temporal del
independentismo en ambas nacionalidades históricas.
El neoliberalismo genera incertidumbre, degrada la calidad de
vida y destrozo ambiental. Pero cuando no se forman mayorías suficientes para
derrotarlo las clases populares desarrollan estrategias de vida para acomodarse
a sus dictados. Los gobiernos neoliberales son conscientes de ello y aplican políticas
tendentes a reforzar dichos mecanismos de acomodación para así generar apoyos
más o menos pasivos y conservar su hegemonía. La gran contradicción política
española del primer período democrático es que la implantación de la ortodoxia
monetarista ha sido la herramienta elegida para construir un Estado del
bienestar. Una parte sustancial de los recursos ha tenido que ser destinada a
subsanar las consecuencias de la destrucción de la sociedad del trabajo
provocada por el mismo monetarismo que pretende financiarlo (desempleo crónico,
aumento del gasto en medicina y bajas laborales, aumento de la factura
energética etc.). No obstante, y a pesar de sus limitaciones, el estado del bienestar financiarizado ha
dejado un rastro profundo, especialmente en el campo de la sanidad y de la
educación. Ambos han conocido una expansión revolucionaria, particularmente
entre la población femenina. Sería imposible entender el largo invierno
neoliberal sin tener en cuenta este hecho.
El problema es la inviabilidad a medio plazo de esta fórmula
que es algo así como un compromiso entre las clases rentistas, el empresariado
menos innovador y un sector de las clases populares y trabajadoras. El aumento
de las cualificaciones en un contexto de degradación persistente de la sociedad
del trabajo agudiza una tensión que duerme en toda sociedad capitalista: la
elevación de la educación genera sujetos potencialmente libres y
autodeterminados dentro y fuera del trabajo, sin embargo, la falta de
democracia en su sistema económico y empresarial bloquean estas
posibilidades. En España, millones
de jóvenes relativamente bien formados no tienen hoy ninguna posibilidad de
traducir sus saberes en trabajo de calidad y muchos ni tan siquiera pueden convertirse
en personas económica (y psicológicamente)
autónomas, realmente autodeterminadas. Esto genera un caldo de cultivo
contestatario que explica tanto las manifestaciones de protesta en Grecia hace
algunos meses como las movilizaciones contra la guerra en España en ciudades
con alta concentración de estudiantes universitarios[10]. La
temporalidad en el trabajo retrasa la edad de emancipación, hunde la tasa de
natalidad y hace productivamente “innecesarios” muchos de los saberes generados
por el sistema público, una situación a la que el actual gobierno español
quiere hacer frente con la disculpa del Plan Bolonia para organizar la
reducción del acceso de las clases populares a la universidad[11].
Esto es una destrucción de una de las principales conquistas de la transición y
que busca legitimar con la aparente falta de demanda de cualificaciones
superiores por parte del sistema empresarial español. Pero a parte del
(precario) Estado del bienestar hay otros mecanismos que les han permitido a
los partidos de centro mantener su hegemonía durante el largo invierno
neoliberal. Los bienes inmuebles y el sistema español de finanzas populares.
4. Inmobiliarias y finanzas
populares
La crisis de las subprime, vinculadas a créditos hipotecarios
marca el final de un ciclo de sobreacumulación de capital financiero y productivo
en el mundo y el comienzo de su destrucción más o menos controlada. Hasta
ahora, el sector bancario español no se ha visto arrastrado como el de otros
países. Esto ha venido alimentando un optimismo injustificado por parte del
gobierno de Rodríguez Zapatero, fuertemente hegemonizado aún por los
monetaristas aún cuando empiecen a
registrarse disidencias fiscalistas importantes en el gabinete a medida en que avanza la crisis[12].
Lo específico de la situación de las finanzas españolas son dos cosas: a.) que
el sistema financiero español ha logrado retrasar la destrucción de capital
sobreacumulado; y b.) que la crisis de la economía productiva, que se está
traduciendo en un aumento muy rápido del desempleo, ha llegado no después sino
antes que la crisis financiera siguiendo un orden inverso al de la mayoría de
los países occidentales.
La aparente solidez del sistema financiero español tiene
varias explicaciones. Por un lado, el hundimiento del sistema productivo
español entre 1978 y 1985 arrastró a la quiebra a 58 bancos que concentraban el
27% de todos los recursos ajenos y del empleo en el sector, 28 de esos bancos
(14% de los recursos ajenos del empleo total) fueron intervenidos por el Banco
de España en esos años[13]. Con
la segunda gran crisis económica de la democracia, la de 1992-1993, que también
estuvo unida al pinchazo de una burbuja inmobiliaria e hizo trepar el desempleo
casi hasta el 24%, se produjo una segunda crisis bancaria que arrastró a la
ruina a uno de los principales bancos del país (el Banco Español de Crédito).
Para salvarlo se consumieron 1.100 millones € del Fondo de Garantía de
Depósitos tras lo cual fue comprado a precio de saldo por el ahora principal
banco del país, el Santander. Ambas experiencias obligaron al Banco de España a
aumentar los mecanismos anticíclicos de prevención de riesgos, elevar la
supervisión bancaria y las provisiones del Fondo de Garantía de Depósitos por
encima de lo que suele ser habitual en la mayoría de los países capitalistas
desarrollados. Es verdad que en situaciones de crisis como la actual, estas
provisiones pueden menguar muy rápidamente lo cual no permite ser demasiado
optimistas, pero al menos el gobierno ha podido evitar que la crisis financiera
estallara antes de la crisis de la economía real. Hay otra razón que explica la
aparente estabilidad relativa del sistema financiero español: el peso que
tienen las cajas de ahorros dentro del sistema financiero español.
Las cajas de ahorros se crearon en todos los países europeos
para reducir la incertidumbre y la inseguridad de las clases populares (mujeres
sin profesión, menores de edad, trabajadores domésticos, artesanos y jornaleros
etc.) por medio del fomento del ahorro. Sin embargo, en la mayoría de ellos las
cajas acabaron funcionando como fuente de acumulación de pequeños capitales
destinados a reforzar el impulso del incipiente capitalismo y a financiar el
sector público. También este era el sentido que quisieron darle a las cajas de
ahorros los gobiernos liberales españoles del siglo XIX. Pero no lo
consiguieron nunca del todo. Su contenido benéfico y social, así como su fuerte
relación con los municipios, nunca han dejado de ser decisivos a pesar de los
intentos de conectarlas y subordinarlas una y otra vez a las grandes finanzas, a la banca privada[14]. Sólo la situación creada tras la
Guerra Civil permitió organizar su “represión financiera y el secuestro por
parte del Estado de su obra social”[15].
Además, desde 1985 las cajas de ahorros son casi los únicos espacios
empresariales con órganos de gobierno más o menos democráticos. En ellos tienen
representación los gobiernos locales y autonómicos elegidos por los ciudadanos (entre el 20 y el 60% de todos
los consejeros) e incluso los representantes de los trabajadores (entre un 5% y
el 15%). A pesar de que el Partido Popular dio algunos pasos hacia su
transformación en instituciones financieras convencionales permitiendo la
emisión de cuotas participativas, ni siquiera la derecha tocó ni su particular
naturaleza ni su inserción en el tejido local y comarcal, entre otras razones
porque servían para organizar operaciones encubiertas de financiación de los
partidos políticos que conducen a una
incesante procesión de escándalos de corrupción. El peso de las 46 cajas
de ahorro españolas no sólo ha sido siempre muy grande, sino que incluso ha ido
en aumento en los últimos años. Su número y su tasa de beneficios ha sido
superior desde el siglo XIX que los del sector privado, concentraban el 52% de
los depósitos totales, daban trabajo a casi 120.000 personas y disponían de una
red de 22.400 sucursales, la más tupida de Europa. El denso tejido de
sucursales refuerza su posición frente a la banca privada española y extranjera
en la captación de los fondos de las clases medias y populares[16]:
el mercado no había conseguido romper este tejido a pesar de financiarización
de la economía europea. Demuestran en la práctica que la propiedad privada no
hace a las empresas menos sino más rentables, especialmente si tenemos en
cuenta que la rentabilidad social de las cajas ha sido decisiva para compensar
la ausencia de Estado redistributivo en la historia del país prácticamente
hasta 1978.
Esto no quiere decir que sean inmunes a la crisis como aún
sugerían las afirmaciones triunfalistas de algunos economistas próximos al
gobierno muchos meses después del crack del 2008. No lo pueden ser porque tampoco
las cajas tienen debajo un sistema productivo sostenible. En primer lugar la
debilidad de la sociedad del trabajo ha generado graves problemas de
financiación en los ayuntamiento con lo cual estos han forzado a las cajas en
las que tienen una importante representación, a aprobar créditos para el
desarrollo de actividades inmobiliarias locales de dudosa solvencia y
terrorífico impacto ambiental. Los créditos para actividades inmobiliarias se
multiplicaron por diez en tan solo ocho años mientras que el patrimonio de las
instituciones financieras sólo lo hizo por dos. Esto fue generado un grave
problema de insolvencia de consecuencias devastadoras a medida en que fueron
aumentando los impagos de las promotores inmobiliarios pequeños y medianos. Los
síntomas empezaron a aparecer en el horizonte con una caída de los precios de
los pisos de más del 20% y el aumento del stock de pisos vacíos de 1,5 millones
a finales de finales de 2009, lo cual provocó una caída adicional de los
precios. En segundo lugar las cajas no pueden captar capital tan fácilmente
como la banca privada –la emisión de cuotas participativas no ha dado
resultado- de forma que en situación de crisis necesitan recurrir al Estado
incluso antes que aquella[17].
Esto es lo que ha venido sucediendo a lo largo de 2009: las cajas, tanto las
grandes como las pequeñas, acaparaban ya entonces el 70% de la liquidez
adicional inyectada en el sistema financiero por el gobierno. En tercer lugar
muchas cajas de ahorros han conseguido financiación exterior a cinco años en
los años del boom inmobiliario de
forma que muchos de los créditos interbancarios contraídos fueron venciendo de
2009 en adelante[18].
Muchos de esos créditos no se puedan devolver y para evitar el contagio a
algunos bancos europeos el gobierno ha decidido nacionalizarlas[19].
Por fin, el Fondo de Garantía de Depósitos puede verse rápidamente desbordado,
especialmente si las grandes cajas (La Caixa o Cajamadrid) necesitan hacer uso
de sus fondos. En ese caso el modélico sistema español de finanzas populares
también acabaría sucumbiendo a la crisis.
El gobierno venía preparando a la opinión pública para el
escenario de una intervención importante de algunas cajas de ahorros. Algunas
de ellas han iniciado un proceso de fusiones para adelantarse a lo que pueda
venir, después de que las agencias internacionales elevaran su calificación de
riesgo[20].
Algunos expertos consideran que la situación del sistema financiero español
podría llegar a ser aún más crítica que la que viven los Estados Unidos si los
precios de los bienes inmuebles siguen desplomándose[21].
Esta posibilidad explica la iniciativa que tomaron las cajas más pequeñas con
la creación de una sociedad gestora que tiene como objetivo centralizar las
viviendas imposibles de vender por ahora con el fin de retener y controlar su
salida al mercado y así intentar evitar que se desplomen aún más los precios[22].
La manipulación de sus balances mediante compras de pisos-basura también puede
retrasar ese momento, pero no impedirlo.
5. Luna de miel entre clases populares y clases rentistas
El sector de la construcción y su conexión con un sistema
financiero muy particular es lo que mejor sintetiza la actual situación
económico-social española, sus origen histórico y su vulnerabilidad presente.
Las débiles políticas de bienestar de los años de Franco debidas a la falta de
pacto social entre clases populares y clases privilegiadas y a las convicciones
radicalmente anticolectivistas de sus élites, obligaron desde hace cinco
décadas a las familias españolas a invertir en bienes inmuebles, es decir, a
convertir la casa en algo más que en un medio para satisfacer una necesidad
vital inmediata. Las cajas de ahorros, y no la banca privada, fueron las
instituciones que canalizaron la mayor parte del ahorro popular hacia la adquisición
de estos bienes, lo cual redundo en beneficio de los pequeños ahorradores y de
los ayuntamientos. La crisis de la sociedad del trabajo de los años ochenta
acentuó esta dependencia de las inversiones inmobiliarias. Esto ha llevado con
los años a una situación única en el mundo: prácticamente el 90% de las
familias son propietarias de sus viviendas principales, el 77% de las cuales
están ya completamente pagadas. Las actividades especulativas de las clases
rentistas provocaron escaladas de precios y burbujas inmobiliarias de las que
también salieron ganando en cierta forma las clases populares. Las fuertes
subidas de los precios de las viviendas no sólo han retrasando la edad de
emancipación de los jóvenes hundiendo la productividad y la tasa de natalidad
del país. También ha “capitalizado” a los hogares españoles cuyos activos netos
llegaron a alcanzar hasta el 500% del PIB. Los bienes inmuebles se han
convertido así en un mecanismo importante de compensación de la desigualdad
social y de la degradación de la sociedad del trabajo. La riqueza inmobiliaria
representa en España el 88% de la riqueza no financiera de las familias, el
porcentaje más alto de todos los países estudiados. Esto contribuye a reducir
las desigualdades sociales en un país con una sociedad del trabajo por los
suelos sin tener que vincularse demasiado a las altas finanzas. La apuesta por los bienes inmuebles, financiados a
través de las cajas, frente a los
productos financieros -financiados preferentemente a través de la banca privada- como forma de ahorro familiar, le da a
las familias españolas un colchón de seguridad que no tienen en países con
sistemas laborales precarios como los EEUU, donde las familias populares
también invierten en bienes inmuebles, pero en donde los productos financieros
tienen un peso mucho más importante dentro de las estrategias de ahorro de las
familias[23]
Los espejismos ideológicos que pueden llegar a crear una
situación así son evidentes. Las redes de solidaridad familiar permiten
utilizar el patrimonio inmobiliario de los parientes como aval para adquirir
una segunda residencia o para solicitar un crédito personal. Dos tercios de las
viviendas nuevas compradas son segundas residencias destinadas a inversión, es
decir, su objetivo es compensar la falta de seguridad en el trabajo con lo
cual, en caso de desahucio, no se queda nadie realmente en la calle. Esta
constelación de prosperidad fraguó una alianza entre clases rentistas y clases
trabajadoras única en la historia del país y debilitadora de los ideales progresistas
que hegemonizaron la transición democrática. La situación ha cambiado
radicalmente en los últimos meses. Las deudas contraídas han aumentado en poco
tiempo del 40% al 80% del PIB mientras el patrimonio neto de las familias
destinado a respaldar esas deudas ha caído del 500% al 350% del PIB[24].
Es el fin del capitalismo popular inmobiliario, de la alianza entre rentistas y
trabajadores.
6. Crisis del bloque histórico monetarista
Según un informe de una prestigiosa institución no oficial, el
Servicio de Estudios del Banco BBVA, la caída del PIB va a ser la más rápida
desde la Guerra Civil y el desempleo podría rondar el 20% de la población
activa en 2010. Con ello se repite, por tercera vez, el mismo patrón de
contracción violenta de un tejido empresarial tenido por modélicamente flexible. El gobierno de Zapatero,
desbordado por la magnitud de la crisis, está tomando medidas similares a las
de otros gobiernos, pero la división interna de su gabinete le está haciendo
perder un tiempo muy valioso que ya ha tenido que pagar en las últimas
elecciones al parlamento gallego. La dinámica de la crisis le ha llevado a
radicalizar sus medias anticíclicas rompiendo muchos de los dogmas monetaristas
y parece inevitable que, antes o después, cambie su ahora todopoderoso ministro
de Economía y Hacienda Pedro Solbes por otro con planteamientos fiscalistas[25].
El déficit público está aumentando rápidamente y se espera que llegue al 6%
tras el impulso fiscal que va a aplicar el gobierno enterrando todas las
declaraciones voluntaristas del ministro Solbes. Además, las solidaridad
familiar tiene sus límites y hoy existen bastantes más de 800.000 hogares en
donde todos sus miembros están desempleados. Un colectivo especialmente
afectado, protagonista decisivo de la luna de miel entre clases rentistas y
clases populares, es el de la nueva clase de autónomos vinculados al sector de
la construcción. Muchos de sus miembros eran trabajadores asalariados, estaban
organizados en sindicatos y votaban opciones progresistas. El desempleo y la
crisis de 1993 los arrojó a la cuneta de la sociedad pero el boom inmobiliario
les permitió convertirse en microempresarios, les abrió oportunidades de
promoción social y les hizo abrazar valores fuertemente competitivos y
privatizadores. Sus votos fueron decisivos para que las opciones liberal
conservadoras ganaran las mayorías absolutas en la costa (Comunidad Valenciana,
Murcia, provincias de Málaga y Almería) pero también en la Comunidad de Madrid.
Su número ha aumentado de forma espectacular entre 1999 y 2007 aunque desde ese
año han pasado a engrosar las filas del desempleo de forma igualmente rápida[26].
Son el “Joe el fontanero” de la campaña presidencial de McCain en los Estados
Unidos y en Italia tienen su equivalente en una parte de ese 26% de
trabajadores autónomos que forman el núcleo de la (nueva) base electoral de
Berlusconi.
Debajo los espejismos ideológicos generados por el capitalismo
inmobiliario duerme el problema de fondo: la debilidad de la sociedad del
trabajo que empuja a las familias de las clases populares a hacer negocios
inmobiliarios de la misma forma que en otros países las empuja a hacer negocios
financieros. Para ellas, esta economía de rentas sólo puede basarse en
endeudamiento, en su creciente dependencia del sistema financiero. En España no
son las altas finanzas sino las cajas
de ahorros las que han generado esta dependencia, lo cual les ha proporcionado
un cierto respiro. Pero es un respiro temporal. La peseta no pudo soportar la
especulación y el endeudamiento de los años ochenta, pero la incorporación al
euro y la bajada de los tipos de interés del Banco Central Europeo volvieron a
hacerlo posible. El sistema monetario español agotó su margen de maniobra para
alimentar una sociedad de rentas pero el euro tomó su relevo. El proyecto
neoliberal europeo ha contribuido así a mantener los viejos problemas
históricos del país reforzando la gran coalición monetarista que secuestró la
transición democrática.
Es aquí, en todo esto, donde radica el significado profundo de
la actual crisis para las grandes dinámicas sociales y políticas del país. Lo
nuevo no es el rápido aumento del desempleo y el intento de utilizar la
coyuntura para precarizarlo aún un poco más. Es la tercera vez que sucede a
pesar de todas las reformas del mercado de trabajo que se han llevado a cabo
para impedirlo. Lo nuevo tampoco es la crisis de su sistema financiero que
afectó a más de un cuarto de sus depósitos en la crisis de 1978-1985 y a uno de
los bancos más importantes del país en 1993. La crisis inmobiliaria podría
tocar seriamente a las cajas españolas y poner fin al particular sistema
español de finanzas populares y regionales. Pero tampoco eso marcaría un cambio
radical en las grandes tendencias de fondo. Lo que sí apunta a un cambio
histórico es la posibilidad de que una
parte sustancial de las finanzas internacionales pasen a control público y que
con ello se rompa el poder de clase del capitalismo financiarizado. Las altas finanzas españolas perderían uno
de sus soportes principales y con ello una parte sustancial del poder político
que han conseguido acumular en España desde la (última) quiebra de su sociedad
del trabajo en la primera mitad de los años 1980. Esto provocaría el fin del
bloque histórico monetarista que hizo la revolución pasiva de la transición y
abriría la posibilidad de nuevas alianzas en torno a un proyecto de
recomposición de la sociedad del trabajo. Por ahora, con el Ministro Solbes en
el gobierno, lo han podido evitar. Mientras en Francia las fusiones de cajas y
bancos y la inyección de dinero público van unidos al aumento de los políticos
del gobierno y el Estado en la gestión de las instituciones afectadas. Mientras
que en Alemania el bloque dominante aprueba una ley que le permite al gobierno
no sólo nacionalizar sino también expropiar a accionistas; ni en los Estados
Unidos ni en Gran Bretaña y mucho menos aún en España, la clase rentista no ha
sido aún (insistimos: aún)
arrinconada por otras fracciones del bloque dominante. La razón es que el
capital financiero y la economía de rentas tienen un peso relativo menor en los
primeros países dentro del bloque de poder dominante. Este no es el caso de
España donde el poder de la banca, apoyada en su luna de miel con las clases
populares, sigue siendo extraordinario. La crisis podría generar un
debilitamiento histórico de la clase rentista española pero todo depende, en
última instancia de las alternativas, es decir, de la capacidad de configurar
un nuevo bloque histórico para ir a la creación de una sociedad del trabajo.
7. Nuevo bloque histórico para crear una sociedad del trabajo
Hay varias escenarios y no sólo uno. La composición interna
del nuevo bloque histórico es una cuestión abierta. Así, por ejemplo, el peso
que tenga la democratización de la actividad empresarial y de la economía, los
valores de uso y sectores concretos en torno a los cuales tuviera lugar la
reconstrucción de la nueva sociedad del trabajo (cañones o bicicletas, placas
solares o centrales nucleares, servicios sociales o servicios militares etc.)
dependerán enteramente de la correlación de fuerzas en el seno del bloque que
las ponga en marcha. Una alianza entre el trabajo –organizado o no-, el sector
crítico de los profesionales urbanos -incluidos los movimientos
antiglobalización que están fuertemente unidos a ellos por lazos profesionales
y de parentesco- y un sector innovador del empresariado generaría una alianza
con posibilidades de evolucionar hacia un orden social más justo y solidario.
Sin embargo, si esta transformación se realiza desde arriba, como resultado de
un pacto entre las élites políticas, las (nuevas) élites económicas e incluso
de la parte más conservadora del movimiento obrero organizado, se pondrá en
marcha una revolución pasiva sin perspectiva anticapitalista ninguna similar a
la que tuvo lugar en los países occidentales después de la Segunda Guerra
Mundial. Tal vez sin ser plenamente conscientes de ello esta es la fórmula que
tienen en mente hoy los políticos de centro que han abandonado los dogmas
monetaristas y que apuestan por una refundación
del capitalismo y un segundo Bretton
Woods. Mi opinión es que incluso si no fuera posible configurar un nuevo
bloque social, las fuerzas progresistas se encontrarán en una posición mucho mejor para
conseguir reagruparse a medio plazo e intentarlo de nuevo si la economía de
rentas es finalmente derrotada. Naturalmente siempre y cuando la crisis no
conduzca a una situación excepcionalmente adversa como, por ejemplo, la que
podría provocar de nuevo una exacerbación del conflicto nacional o un avance sustancial
de la ultraderecha. Sea cual sea el escenario, la ruptura de la gran coalición
monetarista sería un avance histórico en sí mismo y, especialmente si triunfa
el primer bloque, obligaría a redefinir los grandes consensos de la transición
de 1978. Estos podría incluir la revisión del modelo de Estado, su
democratización, su re-legitimación así como la creación de una nueva identidad
compartida que permitiría arrinconar tanto al nacionalismo central como al
periférico en beneficio de planteamientos de clase. Entre otras cosas podría
solucionar este problema abierto de la historia, el problema nacional, cuya
persistencia siempre ha y seguirá perjudicando a la izquierda.
La creación de un nuevo modelo productivo basado en la
dignificación del trabajo me parece una etapa intermedia fundamental para
aspirar a cualquier objetivo más
ambicioso de tipo socialista, incluso para avanzar hacia una reconversión
ambiental y energética consecuente. Pero sería un error pensar que esto se
puede conseguir sólo elevando los salarios –por ejemplo en el marco de una
política keynesiana de estímulo de la demanda- reduciendo la jornada de trabajo o la siniestralidad
laboral. No se trata de remunerar mejor las mismas tareas de bajo contenido
creativo/dispositivo o de elevar las cualificaciones con políticas públicas de
mejora de la educación a todos los niveles sin alterar dicho contenido. No: se
trata además, al menos en el caso de España, de aumentar sustancialmente la masa de tareas dispositivas, de elevar el contenido creativo de las
mismas y de diseminarlas entre un número sustancial de puestos de trabajo y de
sectores económicos. Esto permitiría impulsar la democratización del
espacio económico y empresarial. Por tanto es en el marco de esta democratización que la izquierda debería hacer
su propia aportación (primero de las dos salidas) a la reconversión sectorial de la que
estamos hablando. Esa reconversión tendría que ser social, energético-ambiental
y territorial. Si la izquierda avanzara en esa dirección, podría generar
mayorías estables para impulsar las profundas reformas (reformas revolucionarias) que requiere el país.
El sector público, apoyado y controlado por una red tupida de
organizaciones y asociaciones ciudadanas que contrarreste el tejido capital
capilar de la iglesia conservadora, tiene que hacer de catalizador del este
proceso, dirigirlo políticamente y generar una buena parte de nuevo empleo de
calidad. Tendría que aliarse con el sector más innovador del empresariado,
también con una parte del empresariado vasco. Este me parece un aliado
estratégico no sólo por su especialización en productos de alto valor añadido,
sino también por sus tradiciones colectivistas y las consecuencias positivas
que su alianza puede tener para la izquierda estatal en su enfrentamiento con
los sectores más reaccionarios del empresariado, así como para la configuración
de una nueva identidad compartida a nivel de todo el Estado al margen de los
actuales nacionalismos central y periférico. El turismo de masas y la
construcción, al menos la construcción de obra nueva, tienen que perder una
parte de su peso en la estructura sectorial del país. Las energías renovables
–preferentemente la solar-, los servicios sociales de calidad, la educación, la
Investigación y el Desarrollo tienen que ganarlo. La banca privada tiene que
ser sometida a un control público y ponerse al servicio de la economía
productiva, dejar de estar al servicio de la renta y perder su capacidad de
actuar como un poder político en la sombra. Algo parecido sucedería con los
bienes inmuebles que perderían su funcionalidad como valores de cambio en una
sociedad del trabajo saneada, lo cual provocaría una reducción gradual de su
precio y permitiría convertirlos en pisos de alquiler con garantía pública.
Esto sería un poderoso estímulo para la emancipación de los jóvenes, la
recuperación de la tasa de natalidad y para la elevación de la productividad
total de los factores. La sociedad civil tiene que mejorar su participación en
la gestión de las cajas de ahorro que tiene que hacerse más directa y
transparente. El empleo y la progresividad fiscal mejorará la financiación de
los ayuntamientos que de esta forma se verán liberados de su dependencia de los
negocios inmobiliarios para crear empleo y prestar servicios a los ciudadanos.
Será el final de la corrupción y el destrozo urbanísticos como fenómenos
generalizados.
Pero España tiene otra tarea pendiente: la redefinición de su
geografía económica y productiva. El sector exterior no debe ser el área de
expansión económica principal sino los mercados internos, más concretamente los
circuitos económicos locales nucleados alrededor de las mancomunidades. El
municipio y el distrito forman parte esencial de las tradiciones populares
españolas. Además son espacios naturales de participación ciudadana, los lugar
más asequibles para la incorporación de los ciudadanos a la vida pública. Pero
para que estos puedan funcionar como tales, es necesario crear puestos de
trabajo cerca de los espacios residenciales y generar nuevas infraestructuras
de transporte sostenible que faciliten el desarrollo de los nuevos espacios de
proximidad. Esto no sólo reducirá la factura energética, las emisiones con
efecto invernadero, facilitará la cogestión ciudadana de la economía y las
empresas y elevará la productividad total de los factores. Además reducirá los
tiempos de desplazamiento al trabajo, facilitará la conciliación entre vida
laboral y vida familiar y mejorará la calidad de vida. No habrá una verdadera
reconversión energética y sectorial sin un cambio profundo de la geografía
económica, productiva y residencial del país, un cambio que puede durar dos
generaciones y generar una cantidad considerable de puestos de trabajo.
8. Europa y la izquierdas españolas
Este proyecto tienen que
coordinarse con otros similares en el contexto europeo. Parece difícil que
prospere si otros países persisten en sus políticas agresivas de superávit de
sus balanzas comerciales. La elevación de los salarios no generará puestos de
trabajo en un país con un desempleo tan elevado como España, sino en los
grandes centros productivos de Europa central si los grandes países
exportadores no reorientan sus áreas de expansión económica hacia sus
respectivos mercados interiores, por ejemplo elevando, a su vez, sus salarios y
cancelando las estrategias competitivas neocorporativas. Si no se hace así, el
aumento de los salarios en los países de la periferia como España generaría más
consumo entre sus clases populares, pero los puestos de trabajo se crearían en
los grandes centros productivos, lo cual reforzaría los actuales
desequilibrios. Este es un reto importante para la izquierda europea –y también
para los sindicatos- que deberían empezar a discutir seriamente estos temas.
Hay que darle un perfil mucho más concreto a las propuestas de integración
económica solidaria en la Unión Europa, definir mejor los mecanismos
equilibradores de las balanzas comerciales, crear una fiscalidad común y fondos
de rescate solidarios. Pero también hay que cancelar los proyectos
neocompetitivos que hoy dominan la Confederación Europea de Sindicatos. Esto
quiere decir que las tareas dispositivas no sólo tienen que aumentar en toda
Europa (mejor trabajo) sino que además tienen que distribuirse mejor entre
todos sus países y regiones. Hoy, el grueso del trabajo creativo en Europa se
concentra en una franja que comienza en el sur de Gran Bretaña, se extiende por
el Benelux y el norte de Francia, baja hacia el sur siguiendo el cauce del Rin
y parte del Ródano para torcer hacia el Este y morir en las provincias ricas
del norte de Italia. Esta concentración se ha consolidación en las décadas de
dominio neoliberal. No se podrá articular nunca un proyecto solidario en Europa
si no se consigue cambiar esta geografía productiva, desconcentrar decisiones
políticas, económicas y tecnológicas acercando cada vez más decisiones a cada
vez más regiones del Continente. Nada de esto se podrá hacer si no se coordinan
las políticas fiscales y no se precisan muchas de las medidas que la izquierda
europea viene proponiendo desde hace varios años: desde el aumento de los
fondos de desarrollo regional hasta la ciudadanización del Banco Central
Europeo. La crisis genera tendencias centrífugas y una propensión al
proteccionismo dentro de los países de la Unión Europea. Sin embargo, su rechazo
desde la izquierda no contradice la necesidad de avanzar hacia la recomposición
de circuitos económicos locales. El cosmopolitismo y la solidaridad no están
reñidos con la cercanía y la reducción de la orientación exportadora de las
economías.
Bibliografía
Brenan, G.: The Spanish Labyrinth. Cambridge University Press,
Cambridge 1943
Comín Comín, F.: Historia de la cooperación entre las cajas.
La Confederación Española de Cajas de Ahorros. Alianza, Madrid 2008
European Comisión: The Social Situation in the European Union
2005-2006
Fernández Stenko, A.: Continuidad y ruptura en la
modernización industrial de España. CES, Madrid 1997
Fernández Steinko, A.: Espagne: le capitalisme des
propriétaires fonciers à la recherche d’un aménagement du néoliberalisme, en:
Epaces Marx: Classes sociales: retour ou renouveau?
Forniés Casals, J. F.:”Interpretación básica de la historia de
las cajas de ahorros españolas” en: Papeles de Economía Española
Malo de Molina,
J.L. “Los retos de la economía española en la crisis financiera
internacional”. Servicio de Estudios del Banco de España, Madrid 2009
Navarro, V. et
al.:”La situación de la clase trabajadora en España”, en El Viejo Topo nº253,
marzo 2009
Preston, P.: Franco, caudillo de España. Círculo de Lectores,
Madrid 1994
Recalde, A.:”La crisis financiera internacional y el crack
financiero español”, en: Libertad Digital, 2008
Rodríguez, L. et. al.: Manual del sistema financiero español.
Ariel, Barcelona 2008 (21ª edición actualizada).
Titos, M.:”La respuesta histórica de las cajas de ahorros a
las demandas de la sociedad española”, en: Papeles de Economía Española nº1991
Tortella, G.: El desarrollo de la España contemporánea.
Alianza, Madrid 1994
Davis, J. et al.: The World Distribution of Houshold Wealth.
World Institute for Development Economic Research – United Nations University.
Helsinki 2006. http://www.iariw.org/papers/2006/davies.pdf
[1]
La deuda pública como porcentaje del PIB también alcanzó mínimismos históricos
en los años del desarrollismo franquista (del 22% del PIB hacia 1965) Tortella (1994, p. 362)
[2]
Esta gran coalición no sólo afecta a las políticas sino también a las personas.
Así, los cambios ministeriales en Economía y Hacienda que se han ido sucediendo
en los últimos años no ha generado ningún cambio de personas a nivel de
vicesecretarías de Estado, de directores generales o inspectores del Ministerio
de Economía y Hacienda. Todos estos cargos resultan decisivos para implantar
las políticas económicas de un determinado gobierno. Todo el aparato estatal
vinculado a la economía está hoy bajo control de los monetaristas: es una gran
coalión.
[3]
Ver P. Preston (1994)
[4]
Ver G. Brenan (1943) y Fernández Steinko (1997) respectivamente. La parte más
política de la obra de Brenan nos parece poco rigurosa, no así su análisis
histórico-social de España que sigue contando con el reconocimiento de los
especialistas. Sigue siendo una buena introducción a los antecedentes de la
Guerra Civil Española.
[5]
Ora razón importante es que la permanencia en la OTAN permitía desviar la
actividad del estamento militar español del golpismo hacia compromisos
militares exteriores. Esta política ha sido exitosa: se puede decir que hoy ha
dejado de ser una entidad política relevante.
[6]
La productividad relativa del trabajo en España ha caído drásticamente desde el
año 2000 con respecto a la norteamericana y a la de otros países europeos. La productividad total de los factores no
sólo no ha crecido en términos relativos sino que se ha caído en términos
absolutos desde los años de la especulación inmobiliaria. De una población
activa de unos 20 millones hay 5 millones de trabajadores con contrato
temporal, más del 25% del total, una parte muy importante de los mismos,
afectan a jóvenes con estudios superiores. 1,5 millones de trabajadores tienen
un salario por debajo del mínimo interprofesional y el salario de las mujeres
está un 30% del de los hombres. Las jornadas de trabajo son de las más altas de
Europa especialmente si se contabilizan los tiempos de desplazamieto al
trabajo. La participación de los adultos en la educación y la formación (lifelong learning) es menos de la mitad
de la que se da en la media de la UE y la remuneración horaria de los
trabajadores manufactureros medida en paridades de poder de compra, es la más
baja de la UE-15, sólo superada por la que se da en Grecia. A diferencia de
Grecia, sin embargo, España es un país más “destradicionalizado”, es decir, con
un sector no tradicional menos importante con lo cual el salario tiene una
importancia superior para la reproducción social. Ver Navarro et al. (2008),
Malo de Molina (2009) y European Commission (2006). Lo más significativo de
estos datos es que se dan en un país cuyo producto interior bruto ha crecido
significativamente en los últimos años: se trata de un crecimiento sin
desarrollo, el mismo modelo que las fuerzas democráticas intentaron derrotar
durante la transición política.
[7]
Entre 1996 y 2004 el sector de la construcción ha aumentado de 1,5 a 2,5
millones de personas y el de la hostelería de 970 mil a 1,4 millones. El sector
de los servicios protección y seguridad da empleo a casi 400.000 trabajadores
pero sólo hay 39.000 trabajadores empleados en la rama de la investigación y el
desarrollo aún cuando su número se haya más que duplicado desde 1996. Fuente:
Instituto Nacional de Estadística.
[8]
España es el país de la UE que más se ha alejado de los objetivos de emisión de
gases de efecto invernadero a los que se había comprometido en KYOTO. Sus
emisiones: los incrementos acordados eran del 15% para el período 1990-2012 y
en 2007 este aumento ya había llegado al 52%. La fuerte presencia del sector de
la construcción, que incluye la producción de cemento, así como su modelo de
transporte privado y de mercancías son los principales. Ver http://www.tecnicocentral.com/index.php?option=com_content&task=view&id=312&Itemid=2
[9]
Se calcula que puede llegar a alcanzar la cifra de 4 millones en los próximos
meses hoy está en 3,5 millones, un 15% de la población activa. Las dos últimas crisis
cíclicas generaron niveles de desempleo: del 22% en 1985 y del casi 24% en
1994. Algunos estudios presagian un aumento del desempleo en 2010 hasta
alcanzar el 20%
[10]
Grecia y España son los dos países de la UE con más desempleados entre los
titulados superiores (Grecia: 7%, España: 6,2%). La media de la UE 15 está en
el 4,3%. Navarro et al. (2009, p.129)
[11]
Ver Fernández Steinko (2003)
[12]
En la prensa económica se han disparado las alusiones a Keynes y el Ministro de
Industria Miguel Sebastián, da síntomas claros de defender una política de
estímulo de la demanda de corte keynesiano.
[13]
Rodríguez et al. (2008, pp.324).
[14]
La Ley liberal de 1853 es un buen ejemplo de ello.
[15]
Comín Comín, F. (2008, pp. 227ss.). Ver también Rodríguez et al. (2008, cap. 9), Forniés Casals (1991) y
Titos (1991).
[16]
Rodríguez et al (2008, p. 253)
[17]
Por ahora el intento de capitalizarse emitiendo cuotas participativas, la
fórmula propuesta por el gobierno del Partido Popular para hacerlas más
“competitivas”, ha fracasado completamente. Recalde (2007)
[18]
Este dato se lo debemos a Javier Navascués.
[19]
Sería importante hacer una evaluación de la deuda contraída por las cajas
españolas con la banca privada europea durante el período comprendido entre
principios de 2004 y mediados de 2006 con el fin de poder evaluar las
posibilidades de contagio de esta última con bienes con créditos envenenados
por el desplome de los precios de los bienes inmuebles españoles.
[20]
El caso más actual es el de la Caja de Castilla-La Mancha que se va a fusionar
co la mayor caja andaluza, Unicaja.
[21]
Recalde (2007).
[22]
Aún así todo: las cajas ya calculan descuentos del 25% del valor inicial de los
pisos. “Las cajas se unen para vender sus pisos y reducir el riesgo”. El País 6
de marzo 2009.
[23]
Davies et al (2006), tabla 3. Sólo Nueva Zelanda tiene un porcentaje
igual. Sin embargo, aunque también en países como Italia y los Estados Unidos
este porcentaje también sobrepasa el 80%, en ninguno de los países estudiados
–si exceptuamos los países del Este de Europa- el ahorro familiar materializado
en bienes inmuebles tiene tanto peso en relación con el ahorro financiero como
en España (España: 2,8, Italia: 2,0, Alemania: 1,75, EEUU: 1,3, Reino Unido:
1,3, Francia: 1,2)
[24]
Recalde (2008, p. 13). Uno de los máximos especialistas españoles en burbujas
inmobiliarias, Ricardo Verges, viene avisando desde hace años de las
dimensiones de la burbuja inmobiliaria sin haber recibido la atención que
merecía. Veáse su página web http://www.ricardoverges.com/
así como: http://www.ricardoverges.com/pdf/Factura.pdf
[25]
Esto, la sustitución de Solbes, ha sucedido efectivamente un mes después de
escribir este manuscrito.
[26]
En 1999 había 220.000 empresas de este tipo en todo el país con sus respectivos
empresarios que daban trabajo a 280.000 personas, la mayoría de nacionalidad
española. En 2008, había 650.000 empresas con sus respectivos “nuevos
empresarios autónomos” en las que trabajaban 650.000 personas, la mayoría
extranjeros, es decir, tres veces más que sólo diez años antes. Todo este
sistema social se está viniendo abajo como un castillo de naipes en pocas
semanas. Fuente: Directorio Central de Empresas, Instituto Nacional de
Estadística (http://www.ine.es/jaxiBD/tabla.do?per=12&type=db&divi=DIR&idtab=9)
No hay comentarios:
Publicar un comentario