Left
European Industrial and Economic Policies:
New Models
of Production and socio-ecological Transformation.
For a
cooperative European Division of Labour
Bruselas Octubre 2013
Introducción
Las condiciones de la incorporación de España,
de Portugal y de Grecia al proyecto europeo no son comparables con las de los
países fundadores. A diferencia de Italia, el cuarto país del sur cuyas
estructuras sociales y culturales pueden resultar comparables con las del resto
de los países mediterráneos, el proceso de modernización o liquidación de sus
respectivos sectores tradicionales fue mucho más rápido y estuvo
comparativamente poco acompañado por medidas reguladoras. Esto les dio menos
tiempo de adaptación a lo que en la década de los años 1980 ya era un espacio
económico altamente desarrollado y firmemente insertado en el bloque militar y
político nordatlántico. Esta realidad explica muchas similitudes que hoy se dan
entre estos tres países en el plano económico y social. Se reflejan, además, en
una cierta sincronización de los ciclos políticos, que incluye el peso
electoral de la izquierda alternativa, y aconsejaría una colaboración más
intensa en el análisis de problemas comunes.
En el caso de España, este proceso fue particularmente rápido y “radical” debido a la evolución ideológica de las élites franquistas y postfranquistas, así como como a la temprana conversión del PSOE al socialliberalismo, aunque también influyeron otros aspectos particulares como la lucha armada de ETA. Todo ello facilitó el pacto para forzar una transición no rupturista y la creación de una gran coalicion de facto en temas económicos y productivos. Este ambiente explica la continuidad del régimen en dos temas clave altamente relevantes para comprender su sistema productivo: el derecho societario y la regulación de la propiedad del suelo.
En el caso de España, este proceso fue particularmente rápido y “radical” debido a la evolución ideológica de las élites franquistas y postfranquistas, así como como a la temprana conversión del PSOE al socialliberalismo, aunque también influyeron otros aspectos particulares como la lucha armada de ETA. Todo ello facilitó el pacto para forzar una transición no rupturista y la creación de una gran coalicion de facto en temas económicos y productivos. Este ambiente explica la continuidad del régimen en dos temas clave altamente relevantes para comprender su sistema productivo: el derecho societario y la regulación de la propiedad del suelo.
A pesar de que la consitución de 1978 incluye
el derecho a la participación de los trabajadores en la empresa y el derecho a
una vivienda, y antepone el
interés general a la especulación con el suelo[1], esto no se tradujo en un cambio en el
modelo productivo ni en una reducción de los derechos de la propiedad privada
sobre el suelo heredados del franquismo. Mientras la sociedad se democratizaba
y se ponía en marcha un sistema fiscal progresivo para financiar un Estado del
Bienestar políticamente impostergable, los gobiernos democráticos se
abstuvieron de prácticar políticas industriales activas, de forzar un nuevo
derecho societario, implementar
nuevas culturas empresariales y de desarrollar políticas de vivienda y de
ordenación urbana más basadas en el interés general. Todo ello habría generado un modelo productivo más sostenible, menos destructivo con el
mediambiente, con mercados de trabajo internos más desarrollados y con más
capacidad de crear y estabilizar el empleo, de adaptarse a los cambios
tecnológicos de las décadas siguientes.
En este contexto, y con el fin de financiar un
Estado del Bienestar, los sucesivos gobiernos de centro-izquierda y de
centro-derecha fueron cayendo en una dependencia creciente de los mercados
financieros y del poder de los grandes grupos inmobiliarios. Los primeros permitían finanzarlo con gasto público una vez asegurada la
permanencia del país en el bloque atlántico. Los segundos creaban empleo aunque
a costa de una destrucción ambiental sin precedentes y de alimentar una burbuja
especulativa con una gran capacidad de generar prácticas corruptas en las
administraciones locales. La creciente dependencia de los intereses
financieros, fuertemente unidos a los inmobiliarios, permitieron reflotar así
el poder político de las oligarquías rentistas, de los “inversionistas sin función” (J. M. Keynes). No es posible
entender la particular virulencia de la crisis de 2008 -alto desempleo, crisis
inmobiliaria, erosión de la legitimidad política, problema nacional etc- sin
tener en cuenta estos factores. ¿Cómo crear un modelo productivo en este
contexto?
1. Modernización industrial y reconversión productiva basada en el uso de recursos endógenos
A pesar de que el precio del dinero viene
cayendo a largo plazo desde el siglo XIX, la actual política de las autoridades
europeas, que sólo liberan liquidez prestándosela a la banca privada a bajo
interés mientras esta se refinancia elevando el precio de los créditos
concedidos a los Estados y los particulares, los recursos financieros se han
hecho escasos y caros en España. Muchas empresas potencialmente solventes y
competitivas han tenido que cerrar por falta de crédito lanzando al desempleo a
miles de personas. A esto se suma la desvalorización de activos inmobiliarios
que servían para respaldar balances empresariales y endeudamiento familiar, lo
cual ha provocado la quiebra de muchas empresas y la ruina de muchas familias.
españolas. Hoy, el sistema financiero español está al servicio del
reflotamiento de las instituciones financieras y no al servicio de la creación
de tejido productivo sostenible y empleo. No hay perspectiva de que cambien
estas políticas europeas a corto plazo, especialmente tras el cambio electoral
en Alemania ¿Qué puede hacer el sur de Europa aquí y ahora para, al menos,
suavizar la gravedad de la situación? Nuestra propuesta es la siguiente: los
países de la periferia europea tienen que echar mano de sus propios recursos.
Para ello deben aprender a identificarlos y su potencial productivo, así como
arracimarlos para impulsar una dinámica de creación de empleo social- y
ambientalmente sostenible.
Porque no todo ha sido destrucción. Treinta años
de Estado del bienestar han generado una fuerza de trabajo altamente
cualificada y motivada. La inversión estranjera ha traido a España
procedimientos organizativos de última generación, tecnologías punteras,
servicios especializados e inversiones en capital fijo demandantes y al mismo
tiempo generadoras de una “inteligencia colectiva” (general intellect: Marx) que nunca habían existido antes. Los
viajes han abierto el horizonte cultural y cognitivo de las dos últimas
generaciones y la masiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo, así
como la democratización general de la sociedad, ha creado las condiciones para
la transformación de la cultura empresarial, la reducción de niveles
jerárquicos, en definitiva, para la demoratización de la actividad productiva.
El mercado interior español suma más de 40 millones de consumidores y las
relaciones de España y Portugal con América Latina y Áfica tienen un fuerte
potencial de desarrollo al margen de los acuerdos firmados por la Unión
Europea. Y a pesar de la enorme destrucción producida por el moderlo de
modernización español se han preservado muchos activos tangibles e intangibles
que ya no existen en sociedades capitalistas más desarrolladas.
En este conteto la cuestión clave para España,
y para el resto de los países de la periferia europea, es la identificación y
el aprovechamiento de dichos recursos para la creación de un empleo de una
mínima calidad, preferentemente local, en el marco de una reconversión social y
ambiental y fuertemente orientado a la satisfacción de necesidades sociales no
cubiertas. Dada la escasez de
recursos financieros, el elevado
desempleo y debido también al hecho de que la mayoría de los recursos
giran alrededor de las personas y sus relaciones sociales (“capital humano”) la
(re)combinación productiva de dichos recursos tendrá que ser más intensiva en
trabajo que en capital. Esto potenciaría su efecto multiplicador sobre el
conjunto de la economía por unidad de capital invertido, colocaría a las
personas y la organización en el centro de las estrategias productivas, y
obligaría a hace un uso pragmático de la tecnología basado menos en su carácter
“novedoso” que en su eficiencia
definida ahora de forma más global.
Los principales destinatarios no son tanto los mercados internacionales
como los espacios económicos locales, si bien no se puede descartar la
posibilidad de una expansión exterior parcial.
2. ¿Qué entendemos por “recursos”?
La palabra “recursos” ocupa un lugar central en
el debate mediambiental pero, cada vez más, también en el campo de la
sociología, de la economía o del management (“capital social”, “capital
humano”, “capital intelectual”). Instituciones internacionales como el Banco
Mundial, economistas heterodoxos y sociólogos del trabajo vienen llamando la atencion
sobre su importancia, por ejemplo
para comprender el diferente efecto económico y productivo que puede
tener una misma unidad de capital invertida dependiendo del espacios cultural,
social y humano en el que este se haya producido. Aquí, siguiendo la discusión
internacional de los últimos años, manejamos una noción amplia de esta palabra
que incluye aquellos creados a lo largo de la historia sociocultural de las
sociedades: de las empresas, en el interior de los espacios privados y
comuntarios, estén o no insertados en formas mercantiles de interacción social.
De la misma forma que los recursos naturales, también estos pueden sufrir un
desgaste por encima de su tasa de reparación pero, a diferencia de los
aquellos, su uso no sólo los puede desgastar sino que también los puede
preservar, incluso incrementar. Los que interesan aquí son aquellos
potencialmente transformables en nuevas actividades productivas, que han sido generado de forma endógena
o que, una vez adquiridos de fuera, han perdido su valor de adquisición a causa
de la crisis, del cambio sectorial o del fracaso de una determinada inversión.
Se pueden ordenar en varios grupos en función de al menos, tres criterios: por
los espacios en los que fueron creados, por su valor económico o no y por el
efecto de su consumo.
Tabla
1: Recursos agrupados según diferentes criterios
1. Por los espacios de generación
|
Espacios
tradicionales
•Redes familiares y
comunitarias
•Tradiciones populares
•Semillas y cultivos
•Tecnologías y procedimientos
•Confianza y crédito
•Cultura democrática
tradicional
|
Espacios
modernos
•Cualific.adquiridas en
empresas en quiebra
•Cualific. adquiridas en
sistemas de enseñanza
•Redes de comercialización
•Confianza y crédito
•Experiencia internacional
•Cultura democrática moderna
|
2. Por su valoración
|
No
vaporables económicamente (r.“intangibles”)
•culturas empresariales y
comunitarias
•acerbo cultural, natural y
paisajístico
•grupos de trabajo y redes de
comunicación
•recursos organizativos
(“orgware”)
•Cualificaciones informales
•confianza y crédito
•cultura democrática
|
Valorables
económicamente
•Cualificaciones regladas
•Tecnologías desaprovechadas
•Patentes
•Cartera de clientes
•Solares y construcciones
desaprovechadas
|
3.
Por el efecto de su uso
|
Se
destruyen o desgastan con un determinado uso
•Ciertos recursos naturales
•Territorio-costas
•Salud humana
•Paisaje natural y cultural
|
Se
preservan o aumentan con un determinado uso
•Fuerza de trabajo
•Acerbo cultural
•Cualificaciones teóricas y
prácticas
•Redes y contactos sociales
•Confianza y crédito
•Paisaje natural y cultural
|
2.1
Por espacios de generación
Los países centrales del capitalismo europeo se han
“modernizado” a lo largo de un período relativamente largo de tiempo: sus
sectores tradicionales han sido casi totalmente “colonizados” por el sector
capitalista-moderno (Rosa Luxemburg). Sin embargo, en el sur de Europa perdura
aún un tejido tradicional importante, casi siempre mezclado con formas de vida
modernas basadas en la condición asalariada, estructuras formal-burocráticas y
formas de consumo de productos fabricados en masa en plantas cada vez más
eficientes y distantes. Las sociedades europeas que accedieron más tarde a la
modernización capitalista siguen
siendo, de una forma o de otra, aún “sociedades duales” a pesar de que la construcción
de sistemas de comunicación -muchos financiados con dinero europeo- y la
eliminación de toda clase de barreras formales e informales destinadas a
fomentar la libre circulación de mercancías y de capitales, ha acererado el
proces de “colonización capitalista” del sur. Aquí conviven, por tanto, a.) los
espacios aún tradicionales, preferentemente no urbanos, muchas veces sumergidos
o no declarados e históricamente en retroceso, muchos de ellos en estrecho
contacto con una naturaleza que apenas da ya para vivir debido a las políticas
agrícolas nacionales y comunitarias; b.) los espacios “modernos”
preferentemente urbanos y comprativamente bien regulados que aumentan con el
crecimiento económico y la modernización administrativa y c.) un océano social intermedio
a caballo entre los dos que tiende a aumentar con la crisis y a disminuir,
aunque cada vez menos, con el crecimiento económico. Los dos primeros generan y han generado recursos de
naturaleza distinta.
2.1.1 Espacios naturales y tradicionales
Ni la modernización fordista ni menos aún las
condiciones de incorporación de España a la Unión Europea ha permitido
“modernizar” o adaptar muchos recursos generados por la historia natural y
sociocultural del país a un desarrollo industrial autocentrado, es decir,
basado en la movilización de recursos generados endógenamente y adaptados a las
formas de vida y de consumo propias. Todo lo contrario: la ideología del desarrollismo de
los años 1960 y 1970, la ausnecia de políticas industriales a partir de la
crisis de 1975, la introducción de normativas y requisitos técnicos europeos
imposibles de cumplir a corto plazo, la mayoría dictadas por los lobbies
exportadores de los países centrales, así como la política comunitaria de
infraestructuras destinada a romper los circuitos económicos locales y conectarlos con los grandes
fabricantes europeos se han traducido en una destrucción masiva de recursos nacidos en los espacios
tradicionales.
Sin embargo, el acceso tardío a la modernidad
capitalista ha preservado amplias extensiones de terreno de su colonización
económica y hoy tiene España una de las superficies más importantes de parques
naturales, de zonas de “Red Natura” y uno de los porcentajes de endemismos más
importantes de Europa. La precaridad de los sistemas institucionalizados de
bienestar en los países del sur, la fuerte presión competitiva de los grandes
productores del norte y la propia lógica de la vida cotidiana ha
preservado las redes tradicionales
de socialización (familia nuclear y extensa, relaciones comunitarias y de
vecindario etc.) de su destrucción. Todo lo contrario: han resultado ser
altamente funcionales para el mantenimiento de la cohesión social, para la
sostenibilidad de una parte de los
sistemas productivos locales
y, en definitiva, para hacer frente a la rápida exposición de sus
sociedades a la economía neoliberal internacional. La individualización y la
economización de las relaciones sociales propias del neoliberalismo se han
podido mantener a raya gracias a la preserpvación de este tejido (comunismo
familiar, empresas privadas o cooperativas organizadas alrededor de redes
familiares y comunitarias, redes sociales locales muy tupidas etc.), tejido que
los gobiernos conservadores no han dudado en apoyar combinando dicho apoyo con
políticas radicales de liberalización conquistando así mayorías parlamentarias
imporatntes. Algunas comarcas de
Andalucía, de Extremadura y de Canarias con tasas de desemplo por encima del
30% serían hoy socialmente
irrespirables si no fuera por la preservación de estas estructuras.
Muchos de los recursos generados en estos
espacios pueden resultar hoy
funcionales para la recomposición de un (nuevo) tejido producto: generan
confianza y “crédito”, mejoran la comunicación, facilitan la cooperación,
suavizan los efectos destructivos del mercado., pueden ser una fuente inédita
de conocimientos, de estrategias productivas y de procedimientos organizativos
o proponen sistemas de conexión sociedad-naturaleza altamente sostenibles. La
adaptación de muchos saberes hacer tradicionales, por ejemplo, ha servido
históricamente para crear sistemas productivos tecnológicamente.
Como
guía turístico una agencia me pidió en los años 1980 que acompañara a un
pequeño grupo de ingenieros japoneses interesados en localizar hornos
tradicionales para la fabricación de grandes tinajas de barro utilizadas para
la vinificación. Dichos ingenieros estaban muy interesados en tomar contacto
con alfareros tradicionales porque los conocimientos científico-técnicos
especializados eran insuficientes para la manejar los procesos de cocción de
grandes masas de barro en hornos industriales sin arriesgar su cuarteamiento.
El elemento crítico era la sutil modulación de la temperatura durante el
proceso de cocción, modulación de la que, aparentemente, eran maestros los
antiguos artesanos españoles. Los conocimientos en los que estaban interesados
no estaban escritos de forma que fuimos visitando, uno a uno, los muy escasos
talleres para hablar con los artesanos, la mayoría jubilados y sin conciencia
del valor de sus saberes hacer. Es más que probable que nadie, excepto los
ingenieros japoneses, se haya preocupado en España de sistematizar estos
conocimientos que podrían servir para su reutilización en nuevos procesos
productivos. Casos similares se pueden encontrar en el campo de la fabricación
tradicional de instrumentos musicales, de alimentos, de materiales de
construcción, en un sinfín de estrategias constructivas insertables en el
diseño de edificios sostenibles, o
también en el campo de la ganadería (por ejemplo la cría de las viejas ovejas
merinas castellanas muy apreciadas por la industria lanera australiana). El
modelo de desarrollo oriental se basa, en gran medida, en esta capacidad de
asimilación y de adaptación de conocimientos generados en espacios
tradicionales a los procesos productivos modernos. Ejemplos parecidos se podría encontrar, también, en el
sector de las transformación de alimentos que pueden nutrirse de una rica y
diversa tradición culinaria.
2.1.2
Espacios modernos
El sector “moderno” de la sociedad española -y
de todo el sur de Europa- también
han generado cantidades significativas de recursos, bien en las empresas
privadas, bien en el espacio público.
Esta reserva de conocimientos, de capacidades laborales y de
motivaciones subjetivas represetan un potencial productivo extraordinario que
puede ser “arracimados” productivamente.
Treinta
años de Estado del bienestar han generado 8 millones de personas con estudios
superiores o doctorado que representan casi el 40% de la población activa
española. Sólo algo más de la
mitad (4,5 millones) estén incorporados en 2013 a la población activa (datos
para 2013). El resto (3,5 millones de personas, la mayoría en la mejor edad de
trabajo) están fuera del mercado de trabajo o desarrollan en el sector
sumergido de la economía actividades que están muy por debajo de sus
cualificaciones y de su potencial productivo (INE vv.aa). Algo similar se puede
decir de los “trabajadores cualificados” con una larga experiencia laboral en
empresas privadas (empresas metalmecánicas, de servicios especializados,
instaladores o empresas del sector de la construcción) y públicas (hospitales,
centros de formación, ayuntamientos, diputaciones provinciales, parlamentos
regionales) que les ha permitido acumular saberes-hacer prácticos,
conocimientos organizativos y saberes
estratégicos relevantes para la organización de nuevo tejido productivo.
El transporte de cabotaje, la producción de buques especializados de menos
tamaño y la construcción de intercambiadores mar-vía a lo largo de la costa
española podría darle una salida a miles de trabajadores del sector naval y de
la construcción que hoy hacen cola delante de las oficinas de empleo.
2.2 Por su valoración
En el actual debate sobre recursos prevalece el
(mejor: “un determinado”) pensamiento económico que lleva a subordinar sus
características cualitativas a su posible o hipotético valor monetario. Esta
perspectiva no tiene capacidad de explorar aquellos recursos que, o no son
monetarizables, o cuyo “valor” va mucho más allá de su coste económico a corto
plazo. Las investigaciones recientes están demostrando que el pensamiento
económico tradicional se hace insuficiente para valorar el potencial de
desarrollo de muchos “recursos intangibles”, incluida su aportación al
desarrollo económico. Primero porque el cálculo de su rentabilidad económica
debería incluir muchos aspectos reproductivos que no se reflejan en la
contabilidad económica -pública y privada- pero que acaban repercutiendo positivamente
sobre ella (por ejemplo el ahorro de dinero público o el control del delito
debido al mantenimeinto de las redes de solidaridad familiar). Y segundo porque
muchos recursos no pueden ni podrán ser nunca traducidos a valores económicos a
pesar de lo cual tienen o pueden tener un valor también económico-productivo. A esto se suma la imposibilidad de
valorar económicamente tanto un sinfín de recursos naturales (por ejemplo
bosques, riqueza ornitológica y paisajística etc.) como un sinfín de recursos
acumulados por la historia cultural de los pueblos (tradiciones populares religiosas, diversidad cultural y
etnográfica, lenguas etc.).
2.2.1
Recursos no (fácilmente) valorables económicamente
Los saberes hacer tradicionales, el acerbo
cultural, natural o paisajístico de las regiones que se han ido conformando a
lo largo de los siglos, hoy se presentan como “regalos” del pasado
transformables en activos (re)valorizables. Hay muchos recursos que se han ido
conformando en los espacios premodernos de la sociedad sin que nadie haya
reparado en ellos o los haya identificado como tales o lo haya hecho en un
sentido simplificado (flora y
fauna, acerbo culinario, tradiciones culturales, técnicas agrícolas y ganaderas
etc.). Esto no afecta sólo a tecnologías, herramientas, propiedades naturales o
paisajes sino también a cosas más difíciles de indentificar como las relaciones
sociales (relaciones entre personas y empresas, espacios de comunicación
laboral, grupos de trabajo, confianza acumulada etc.) Así, por ejemplo: la
participación ciudadana no se adquiere en el mercado, no hay que “pagar por
ella”, no es posible imputarle un valor económico pero puede tener importantes
consecuencias económicas. Bien en las empresas (las empresas participativas
suelen ser más eficientes a largo plazo y en un sentido más completo) bien en
el espacio público. Por ejemplo: el control de ciertos delitos económicos muy
costosos para la sociedad -la corrupción o la financiación ilegal de partidos-
se mantienen mejor a raya a través de la participación ciudadana en la vida social. Esto
permite preservar mucho mejor recursos públicos escasos (por ejemplo recursos
administrativos, urbanísiticos o dinero público en general), todos ellos
imprescidibles para generar tejido productivo. Identificar relaciones sociales,
culturas organizativas, saberes hacer no formalizados etc amplía las
posibilidades de crear nuevo tejido productivo.
2.2.2
Recursos valorables económicamente
Hay muchos recursos que han costado dinero
-sobre todo público- pero que la crisis
ha expulsado de la esfera económico-productiva. Hoy dichos recursos,
muchos tomados prestados por el Estado por medio del endeudamiento público o
resultado de las inversiones de las empresas en “capital humano”, no están
siendo utilizados. Las
cualificaciones adquiridas en sistemas educativos reglados (especialidades
teóricas, técnicas y aplicadas), pero también aquellas otras acumuladas
informalmente a lo largo de la vida laboral y que, sin resultar valorables
económicamente en sí mismas potencian el “valor económico” de las
cualificaciones regladas. El desempleo las ha expulsado de la actividad
productiva, pero eso no quiere decir que las haya destruido si bien se van
debilitando a medida en que va alargándose la situación de desempleo. También
las patentes adquiridas pero subutilizadas o amortizadas, las herramientas y la
maquinaria que ahora se vende a precio de saldo en las tiendas de “cash &
carry” y, en general, las inversiones realizadas pero no amortizadas a causa de
la crisis o del cambio sectorial, incluidos todos los activos intangibles
relacionas con ellas, son utilizables tras su recombinación productiva
La
instalación descentralizada de placas solares generaría a corto plazo en
España, y sin tener que realizar apenas inversiones, al menos 300.000 puestos
de trabajo directos de cualificación media y media alta a lo largo de un mínimo
de cuatro años. A esto habría que sumarle un número indeterminado de puestos de
trabajo destinados a mantener, actualizar, comercializar y reparar este tipo de
instalaciones pequeñas y de tamaño medio. Al requerir de cualificaciones
prácticas de dificultad media, puede dar trabajo inmediato a muchos de los
200.000 trabajadores especializados vinculados a la construcción (
“Trabajadores de acabado de construcciones y asimilados, pintores etc.” y “Trabajadores en obras estructurales de
construcción y asimilados”) que
han sido arrojados al desempleo por la crisis, muchos de los cuales aun
conservan sus herramientas, automóviles, contactos con antiguos clientes etc.
La mayoría son/eran asalariados de PYMES o trabajadores por cuenta propia
(preferentemente en Levante, las Islas y la periferia de las grandes ciudades).
Su orientación política conservadora puede erosiones si la propuesta va
acompañada de un programa de financiación pública subordinada a la creación de
formas cooperativas y mutualidades
de producción. Algo parecido se
puede hacer en el sector de la construcción que, impulsado por normativas de
obligado cumplimiento destinadas a mejorar la eficiencia energética de
edificios, podría generar una gran cantidad de empleo local ya perfectamente
cualificado y sin necesidad de realizar inversiones importantes. A este grupo
de recursos vaporables económicamente se puede sumar el de los solares,
terrenos y edificios ya rectificados o construidos, pero que no tienen ningún
aprovechamiento en la actualidad. La creación de huertos urbanos, destinados a
satisfacer necesidades inmediatas de la población, es un buen ejemplo.
2.3 Por el efecto de su uso
La discusión ambiental asocia la palabra
“recursos” a su destrucción: utilizar recursos naturales es, casi siempre,
sinónimo de destuirlos. Esta destrucción es, o bien irreversible (por ejemplo
la de un ecosistema o la desaparición de una especie) o bien no lo es (por
ejemplo la posibilidad de repoblar un monte con especies autóctonas, de limpiar
una playa o de mejorar la calidad del aire de una ciudad). La apuesta por un
“desarrollo sostenible” consiste precisamente en contrarrestar ambas formas de
destrucción de tal forma que la tasa de regeneración con sobrepase la tasa de
destrucción. Sin embargo, si se amplía el concepto de “recursos” se impone otra
realidad mucho más compleja pues no todo se destruyen con su uso. Todo lo
contrario: muchos recursos se “reparan” o “preservan” precisamente gracias a su
uso, y otros incluso aumentan en cantidad y calidad. Por tanto los recursos no
son sólo condiciones -por ejemplo naturales, tecnológicas o económicas- que
hacen posible la actividad productiva. Además
son el resultado de la acción social, del trabajo y también de la actividad
productiva, factores que los multiplican. Esto contradice el paradigma de la
escasez que ocupa un lugar central
en la teoría económica dominante y que conduce a diagnósticos completamente equivocados
de la crisis (“hay que ahorrar para equilibrar el presupuesto público porque
los recursos son escasos”). No es
verdad que los recursos financieros disponibles sean escasos, tampoco es verdad
que la actividad productiva se pueda basar en el paradigma de los “recursos
limitados” pues esta los multiplica continuamente. Hay, en cualquier caso, dos
formas bien distintas de utiliar toda clase de recursos : o bien de forma
“eficiente y ahorradora” o bien de forma “derrochadora” (Manfred Moldaschl). El
uso efectivo que se haga de un determinado recurso influye, por tanto, sobre su
propia naturaleza: un recurso que potencialmente puede aumentar con su uso
también puede disminuir con el mismo si se utiliza de determinada forma. Por
ejemplo: la fuerza de trabajo se regenera con su uso y además genera más valor
del que ella misma cuesta. Pero si se traspasa un determinado nivel de
intensidad del trabajo, si no se reproduce convenientemente (por ejemplo con
tiempo libre) o si no se inserta en una determinada estructura organizativa,
empieza a degradarse hasta desaparecer.
2.3.1
Recursos que se destruyen con su uso
Muchos recursos naturales que se han ido
creando a lo largo de millones de años de desarrollo natural en los países del
sur de Europa han sido destruidos por el modelo de modernización elegido. Pero
no sólo La “colonización
capitalista del sector tradicional” es una enorme escenario de destrucción también de recursos culturales e
“intangibles” de todo signo. En España, el capitalismo inmobiliario y los
procesos de modernización formulados por las élites franquistas y
postfranquistas, ha provocado una
gran destruccón de recursos
culturales, y el problema nacional español tiene mucho que ver con la
destrucción de lenguas muy asentadas. Las políticas neoliberales son altamente
destructivas en este sentido pues muchos de estos recursos, o no tienen precio
o su preservación es más costosa que los rendimientos que puede generar, sobre
todo si se hace un cálculo de dichos costes basado en el corto plazo. También
la salud humana se puede ver afectada cuando la intensidad en el trabajo
traspasa un determinado umbral, muchas veces imposible de definir con
precisión. Esta clase de recursos deberían quedar fuera de un proceso de
recomposición productiva. Sin embargo dichos recursos admiten un uso distinto que puede llevar no a su destrucción sino a su conservación o incluso a su multiplicación.
Numerosas
comarcas españolas tienen un enorme potencial forestal que no se presta a su
explotación industrial a gran escala (por ejemplo para la fabricación de papel
o de muebles). Por otro lado, las
instalaciones de combustión con una potencia
térmica nominal superior a 20 MW eran en 2008 responsables del 21,7% de
las emisiones con efecto invernadero de forma que su sustitución por sistemas
descentralizados de generación reduciría la factura energética responsable de
una buena parte del déficit comercial del país. Esto contribuiría a reducir las
emisiones de gas invernadero a un ritmo de 4 toneladas de CO2 por cada 4 kw de
potencia instalada, podría generar, con políticas de concienciación, una caída
drástica del gasto energético de instituciones, familias y PYMES, y reduciría
la dependencia de la sociedad de las multinacionales de la energía. Pero no
sólo. Además crearía un número importante de puestos de trabajo estables en los
entornos locales, vinculándolos al tratamiento sostenible de los recursos forestales locales, tratamiento del que
pueden salir numerosos aprovechamiento productivos adicionales de los
mismos.
La actual situación de
emergencia económica coloca a la sociedad en una posición mejor para forzar una
estrategia energética así frente a los intereses de las grandes plantas
productoras: lo que hoy es mantener durmiente un patrimonio por temor a que
pueda destruirse con su uso, puede
convertirse en un aprovechamiento sostenible del mismo. Este no sólo aseguraría
mejor su preservación -por ejemplo implicando a toda la población en evitar
incendios o en la prohibición del uso de motos deportivas- sino que, además,
multiplicaría los propios recursos -por ejemplo ampliando la superficie
forestal, incentivando la lucha contra las plagas etc- . Es altamente
significativo, pro ejemplo, que los bosques menos afectados por los incendios
son los de la provincia de Soria. Razón: su madera, de alta calidad crea miles
de puestos de trabajo locales y la propiedad de los bosques sorianos no es
privada sino comunal.
2.3.2
Recursos que se preservan o aumentan con su uso
Sin embargo, la mayoría de los recursos
generados socialmente no se destruyen sino que, o bien se preservan, o bien
aumentan con el tiempo. La
experiencia laboral hace aumentar la calidad del los conocimientos teóricos y
prácticos, y lo mismo sucede con la confianza o con las redes y la comunicación
sociales que decaen cuando no son utilizadas. El paro de larga duracion es, por
tanto, muchas cosas, pero ante todo es una destrucción masiva de recursos. La
particularidad de la fuerza de trabajo reside precisamente en su capacidad de
generar más valor que el de ella misma por medio de su uso, lo cual la
convierte en un recurso único (Karl Marx). La participación en el trabajo es
una poderosa fuente para la reproducción de capacidades productivas mientras
que las estructuras autoritarias sólo sirven, como mucho, para preservarlas sin
hacerlas crecer.
La
exposición universal celebrada en Sevilla en 1992 obligó a la formación de
numerosos grupos y equipos de trabajo especializados en varias
especializadas (contrucción,
telecomunicaciones, transporte, logística etc.), con buenas conexiones
nacionales e internacionales, y que dieron excelentes resultados. Tras la
clausura de la Expo estos equipos fueron disueltos y sus miembros buscaron una
salida individual en su vida profesional con lo cual se predio un importante
recurso intangible que habría servido para crear nueva actividad económica: las
autoridades no supieron identificar este recurso que desapareció en el momento
mismo en el que se disolvieron los grupos.
3. La transformación de recursos potenciales en tejido productivo
Las sociedades del sur de Europa alberan
grandes bolsas de recursos de todo tipo utilizables para una recomposición de
su tejido productivo sobre bases social- y ambientalmente sostenibles. Muchos
de ellos no han sido identificados como tales debido a una determinada forma de
entender la modernización, a las condiciones de integración en la Unión Europea
y debido al modelo de convergencia nominal impuesto por las políticas
económicas nacidas de Maastricht. Pero en los veinte o treinta últimos años
también se han generado recursos nuevos
que, unidos a los muchos de los “tradicionales” que aún persisten, pueden
resultar altamente funcionales para la creacion de nuevo tejido productivo más
centrado en el trabajo que en el capital.
La
primera tarea de las sociedades del sur es, por tanto identificar esas
“bolsas” y adquirir conciencia de su valor, de su potencial y de definir políticas
económicas destinadas a tratarlas de forma “eficiente y ahorradora”. Algunos
son formalizables y cuantificables, otros no, es decir, sólo pueden ser
tratados cualitativamente.
La
segunda tarea sería la identificar los aspectos que impiden la transformación
de este potencial productivo en actividad productiva real (por ejemplo bloqueos
legales, falta de cualificaciones, falta de conocimiento del mercado, falta de
redes de comercialización, normativa comunitaria, falta de recursos financieros
o tecnológicos , insuficiencias en la gestión etc.) así como la definición de
una estrategia para desbloquear la
situación y para procurarse dichos recursos necesarios (financieros,
tecnológicos, humanos).
La
tercera tarea sería el“arracimamiento” o la combinación de todos ellos a
partir de la detección de una necesidad o una demanda social insatisfecha -bien
posible, bien real. Algunas técnicas como el Quality Function Deployment o los estudios estratégicos realizados
por gabinetes especializados, puede ser, aquí, de utilidad.
La transformacion de los recursos potenciales
de los que dispone una comarca o una ciudad en tejido productivo efectivo no es
sólo un problema técnico sino también político. Las autoridades políticas
parecen insustituibles en el
proceso. Tienen que organizar un marco institucional, jurídico, fiscal y
financiero, aunque tambiéin político destinado a desbloquear las iniciativas.
Cada espacio y cada sociedad tiene que hacerlo por su cuenta de acuerdo con sus
capacidades, culturas, experiencias etc.. En general, se puede decir que:
a.
cuanto mejor informada esté una sociedad sobre sí misma,
mejor se conozca y mejor conozca también los que sucede fuera de ella, antes y
mejor podrá identificar estos recursos y transformalos en activos productivos;
b.
la organización participativa del proceso, es
decir, la inclusión de un número significativo de actores genera un potencial
mayor de identificación/aprovechameinto sostenibles de recursos que si lo hace
en exclusiva un grupo de especialistas;
c.
La puesta en común de recursos es necesaria para
superar la cultura de la pequeña propiedad que representa un impedimento
importante a la detección y el parovechamiento de toda clase de recursos. La
creación de cooperativas, redes de distribución, bancos de recursos -sobre todo
de recursos técnicos o de consultoría- parece imprescindible.
d.
Muchos procesos de recomposición de tejido
productivo pueden y deben iniciarse al margen de la grandes políticas
económicas.
Dos ejemplos
1. Un pueblo hoy ciudad-dormitorio
Un
pueblo próximo a Madrid con ingentes recursos forestales y una envidiable
riqueza ornitológica, una producción olivarera tradicional de alta calidad y
varias variedades autóctonas de uva muy valorada en tiempos pasados, se
sorprende cada vez que ornitólogos extranjeros vienen de visita simplemente
para observar aves, cuando averiguan que su uva ha servido para producir vinos
blancos a la casa real desde el siglo XVI o cuando su aceite gana concursos
internacionales. No hay una infraestructura apropiada para atender a este
turismo ornitológico (excepto un hotel caro y poco conectado con la
naturaleza). los caminos forestales sólo son utilizados por las motos
deportivas provocando incendios periódicos, la cooperativa de vinos intenta
competir en precio con las grandes bodegas de Valedepeñas que producen un vino
más barato pero de peor calidad y el molino de aceite de propiedad cooperativa,
apuesta por exprimir la oliva en caliente sacrificando la calidad en favor de
la cantidad. El principal problema de esta localidad no es la falta de
recursos, sino la falta de conciencia del potencial de desarrollo basado en su
aprovechamiento que incluyen otros problemas no estrictamente económicos que
empujó a su alcalde a transformarla en ciudad dormitorio para personas con
trabajo en Madrid y a apostar masivamente por un sector de la construcción
altamente agresivo con el paisaje y los recursos no renovables. Esta apuesta
obligó a construir una autovía de alta velocidad incumpliendo las
recomendaciones de los expertos españoles y europeos en protección
ambiental. El desarrollo de la red
pública de enseñanza ha elevado rápidamente las cualificaciones de la población
local, sobre todo la de las mujeres, y un fuerte cambio cultural. Sin embargo,
la construcción ha alimentado la cultura del dinero rápido -preferentemente
masculina- cada vez más enajenada del patrimonio local y cada vez más vinculada
al gran consumo industrial que se fue adueñando del pueblo con la construcción
de carreteras de alta capacidad. La desigualdad en el acceso a propiedad del
suelo, que impide hacer un vino de calidad -el suelo de la pequeña parcela es
de más calidad que el de la grande- y los viejos enfrentamientos entre
familias, que se remontan a la guerra civil, han imposibilitado los consensos
para abordar la situación colectivamente. La crisis de la construcción ha
tenido efectos devastadores sobre el empleo y el aumento del precio de la
gasolina y la caída del precio de los alquileres en Madrid, le está restando
atractividad a su su condición de ciudad-dormitorio. Sólo las autoridades
locales podrían impulsar una reorientación radical del su modelo productivo
basado en la identificación de los propios recursos y de un tratamiento
sostenible de los mismos.
2. La ruta de la Mesta
El Camino de Santiago se ha convertir en una forma sostenible y barata de turismo basada en la práctica del ejercicio físico, el disfrute de la naturaleza y el descubrimiento del acerbo cultural del país. Sus principales beneficiarios son las clases con menos recursos y los municipios apartados que se benefician de unos ingresos modestos aunque relativamente regulares. Este formato podría servir para desarrollar un "CAMINO DE LA MESTA", algo así como una versión laica del Camino de Santiago basada en el aprovechamiento y la recuperación de recursos culturales y ambientales -tangibles e intangibles- acumulados a lo largo de miles de años de vida natural y de cientos de años de vida social asociado a la actividad ganadera extensiva. La idea es diseñar una serie de rutas que sigan la trayectoria de las viejas cañadas, es decir, de sudoeste (campiñas extremeñas) a nordeste (pastizales sorianos) y que atraviesan varios cientos de kilómetros peninsulares; de crear pequeños alojamientos e infraestructuras rurales para los caminantes; de recuperar la fauna y la flora que ha proliferado históricamente alrededor de la ganadería; de recuperar tradiciones populares no tangibles, pero también edificios, pueblos abandonados, tecnologías e infraestructuras relacionadas con la rica cultura de la mesta, algunas de ellas potencialmente utilizables para generar tejido productivo adicional. Las rutas de la Mesta son el origen de la producción lanera que sirvió para financiar el gótico y parte del románico castellano (catedrales de Plasencia, Toledo, Segovia etc) de forma que esta forma de turismo también generaría recursos en ciudades de tamaño medio puesto que la Mesta pasaba por ellas. Pero sobre todo lo haría en pequeñas poblaciones rurales en las que esta iniciativa podría tener un efecto multiplicador basado justamente en "otra forma de vida y de ocio". Además, la posible creación de tejido productivo local a pequeña escala pero muy repartido podría permitir nuevas combinaciones entre actividades primarias-secundarias y terciarias con capacidad de darle una vida mínimamente diga a no pocas familias. La ventaja con respecto al Camino de Santiago es que, no sólo no le hace la competencia, sino que por razones de estacionalidad, geográficas o incluso "culturales" representa un complemento de aquel (las cañadas sorianas son una buena alternativa para el verano, las campiñas extremeñas para el invierno). La hoja de ruta sería, por ejemplo: a.) sentar a las administraciones potencialmente afectadas e interesadas, b.) crear un comité técnico- y científico, c.) ganar la participación del tejido ciudadano activo -asociaciones culturales locales, iniciativas- d.) crear un comité estatal de coordinación en el que estén representados municipios, consumidores, ofertantes de servicios y comunidades autónomas etc. Los recursos financieros requeridos son escasos, las competencias técnicas y manuales más que abundantes.
4. Conclusiones
Las sociedades del sur han apostado por una
modernización basada en un modelo insostenible de integración europea. Es verdad: no sólo
han obtenido desventajas de él pues ha generado muchos recursos nuevos. Sin embargo su resultado a medio plazo ha
sido devastador. Su desplome, y la situación económica y financiera creada,
obliga a sus países a explorar sus dichos recursos así como otros que ya existían, para transformarlos en un
tejido productivo con capacidad de crear trabajo mínimamente digno y sostenible. Es necesario definir y explorar estos recursos de forma amplia
y sistemática para entender su potencial productivo, su relación con la apuesta
por un desarrollo sostenible y para “arracimarlos” en proyectos económica- y
socialmente viables. El objetivo principal es desarrollar los mercados locales,
aunque no se puede descartar un aumento de las exportaciones basado no tanto en
una competencia en salarios, como en activos y recursos hoy no
identificados: la propuesta del Camino de la Mesta podría atraer, por ejemplo, a no pocos visitantes extranjeros. Aún cuando sea
necesario que todos los países de la Unión Europea, tanto los tigres exportadores del norte como
los países importadores del sur,
desarrollen sus mercados
internos, eso no es incompatible con la apuesta por una construcción europea
basada en los principios de la solidaridad y de la distribución. Lo que es evidente, en cualquier caso, es que
no es suficiente redistribuir los excedentes generados en las plantas productivas
del norte, sino que hay que redistribuir las propias capacidades productivas
dentro de la Unión Europea. Hay que forzar a las autoridades europeas a que faciliten esta última distribución. De ella no sólo depende la viabilidad del proyecto de integración europea sino la propia democracia política en la mayoría de sus países.
Madrid,
septiembre 2013
[1]
“Los poderes públicos promoverán eficazmente las diversas formas de
participación en la empresa y fomentarán, mediante una legislación adecuada,
las sociedades cooperativas. También establecerán los medios que faciliten el
acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción” (Art.
129.2) y “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna
y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y
establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando
la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la
especulación” (Art. 47)
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