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miércoles, 4 de enero de 2012

Origen y recorrido del movimiento 15-M



El ciclo de protesta que comenzó en España en la primavera de 2011 ha pasado la prueba del verano irrumpiendo con fuerza en las manifestaciones de otoño. ¿Qué es exactamente el llamado movimiento 15M[1]? ¿cuál es su futuro?.

La mejor forma de contestar a esta pregunta es combinando dos niveles de análisis: (1) el de las tendencias profundas que se vienen acumulando desde hace años en España y que han venido configurando nuevos sujetos políticos y (2) las coyunturas político-económicas que prendieron la mecha de la protesta. Les añadiremos una tercera parte en la que describiremos el estado del  movimiento en la actualidad (noviembre de 2011) aventurando algunas hipótesis sobre su futuro.  Para el desarrollo del primer punto nos basamos preferentemente en trabajos propios publicados en los últimos años y en una sociología política del país publicada recientemente[2] En ellas se apuntamos la acumulación de contradicciones de fondo que ha resultado decisivas para comprender las ola de protestas en España. Para el segundo nos basaremos en nuestra experiencia como testigo directo así como en los hechos mismos reconstruibles a partir de la prensa diaria. Para la tercera parte nos basamos en una pequeña encuesta realizada entre  actores directos del movimiento repartidos en varios territorios del Estado así como en algunos datos aportados por Cuesta et al (2011).


1. El nacimiento de nuevos actores

La democracia española, que se inicia con la Constitución de 1978, nace de una ruptura político-institucional con el régimen anterior pero también de una continuidad notable en lo que se refiere al orden económico y empresarial. La constitución sanciona el derecho universal a la educación y pone en marcha un sistema fiscal más o menos progresivo para financiarla. Sin embargo hace un rodeo alrededor del orden económico y sobre todo empresarial que deja completamente intactos.   La transición refleja el pacto que firman los socialliberales españoles -literalmente empujados al poder por la socialdemocracia alemana-  con los tardofranquistas sobre la base de un programa que impide toda intervención pública en la esfera de las empresas privadas[3]. Las empresas privadas heredadas del franquismo son organizaciones jerárquicas, tienen estilos de dirección autocráticos y una notable ausencia de actividades formativas para sus empleados. Las crisis de los años 1980, 1990 y 2007, en las que el desempleo subió por encima del 20%, han demostrado su incapacidad de crear trabajo suficiente para la población. Pero la falta crónica de trabajo hace imposible la financiación sostenible del Estado del bienestar, lo cual bloquea de facto la posibilidad de cumplir el programa de los grandes pactos de la transición política. Sólo las administraciones y las empresas públicas, hoy privatizadas, crearon trabajo de calidad en los años ochenta y noventa. El boom inmobiliario y el turismo de masas, basados en tareas poco creativas, reforzaron el modelo postfranquista  debido a su particular capacidad de generar empleo.

2. Las afiladas tijeras de la “sobre”cualificación

Uno de los resultados trascendentales de estas políticas fue el rápido aumento de los egresados universitarios que se produce en paralelo al estancamiento relativo de las “ocupaciones-cabeza” en las empresas privadas españolas. Esta tijera entre lo que el 18% de la población ocupada  -sobre todo femenina- sabe hacer y la oferta de sólo un 5% de ocupaciones realmente cualificadas, empezó a acumular desde los años 1990 una insatisfacción latente entre sectores inicialmente beneficiados del Estado del Bienestar[4]. Esta insatisfacción irrumpió puntual- e inesperadamente con las movilizaciones contra el modo que tuvo el gobierno del Partido Popular de gestionar el desastre ecológico del Prestige (2002) y con las movilizaciones contra la participación del gobierno de Aznar en la guerra de Irak[5] . Produjo una forma particular de precariado  llamado “mileuristas”: una  población activa muy cualificada -y cada vez más feminizada- que, o bien no puede aplicar sus cualificaciones en el trabajo, o bien, aplicándolas, gana un sueldo que está muy por debajo de su competencia y de su productividad.
A la falta de trabajo y a la temporalidad del conjunto de la población activa se suma este colectivo nacido de una contradicción política de fondo que late desde los momentos fundacionales de la nueva democracia española. Sus conocimientos les permiten conquistar una autonomía personal pero el blindaje (neo)liberal de la nueva democracia genera una situación en les impide emanciparse de hecho, bloquea la conquista de una autonomía real.  La cultura juvenil y las drogas -legales e ilegales-  evocan una autonomía que en realidad no existe aunque sí produjeron una innovación en el ocio juvenil: el botellón. El botellón es un antecedente de la ocupación de plazas.  Consiste en comprar alcohol barato y consumirlo en una  plaza pública que se convierte así en lugar de socialización juvenil. La falta de un espacio propio, el desempleo y la temporalidad que reducen los ingresos de los jóvenes pero también les permiten trasnochar, ha generalizado este fenómeno exportándolo a otros países europeos[6]. El grueso de la oposición juvenil a la guerra de Irak se fraguo en los círculos del botellón de las grandes ciudades: los hijos y las hijas de profesionales urbanos con estudios o en vías de terminarlos y padres ya politizados en la transición.

Esta tensión entre autonomía potencial y autonomía real son  decisivos para entender el 15-M. La composición social de sus actores es compleja y depende de la zona del país, pero en general dominan los jóvenes entre 19 y 30 años con formación universitaria o en vías de adquirirla, domina la distribución paritaria entre hombres y mujeres con  una conciencia política bien definida que, sin embargo, no les lleva a votar[7]. Son los hijos de los profesionales urbanos y periurbanos aunque  no sólo. En este grupo de insatisfechos hay que incluir también los hijos de las clases populares beneficiados por el ascensor social propulsado por la cualificación, un ascensor que se quedó parado a medio camino sobre todo para este segmento esforzado y meritocrático de la población.

Una de las cosas más llamativas  de todo lo que ha sucedido en las plazas españolas es la presencia de personas altamente cualificadas: abogados, médicos, economistas, licenciados -o en vías de serlo-. Destaca como novedad el protagonismo de las mujeres cualificadas que han adoptado un papel de catalizador organizativo y de mediadoras entre opiniones discordantes. Muchas se ofrecen voluntarias para moderar las asambleas y lo hacen con gran competencia haciendo cumplir turnos de palabra, desautorizando a aquellos con tendencia a hacer largos discursos poco operativos. Esta elevada competencia profesional ha elevado desde el principio la capacidad de respuesta técnica y la madurez de las asambleas, por ejemplo a la hora de organizar la defensa legal de los detenidos o de asistir a las personas víctimas del calor.

El elevado nivel de las comisiones jurídicas creadas en las asambleas también permitieron colocar a la defensiva a los agentes de la policía encargados de desalojar las plazas en Madrid y Barcelona. En Valencia permitió impugnar judicialmente con éxito muchas decisiones de las autoridades destinadas a debilitar al movimiento y a dar seguridad -también jurídica- a muchos participantes poco experimentados en los enfrentamientos con la policía. El elevado nivel de instrucción de muchos participantes también permitió mantener una asistencia continuada de varias cientos de personas a la asamblea de economía organizada en el parque del Retiro de Madrid, personas que iban a aprender y también a debatir sobre las políticas económicas neoliberales. Todas ellas traían un elevado bagaje formativo.

Por tanto: el 15-M es en primer lugar un espacio en el que una masa ingente de cualificaciones acumuladas tras los pactos políticos de la transición pero despreciadas por los mercados de trabajo buscan y en parte encuentran una forma de hacerse al socialmente útiles. Su elevada capacidad de solucionar en poco tiempo problemas técnicos, organizativos, de poner en marcha comisiones y foros de discusión sería impensable sin esa masa de capacidades puestas a disposición del movimiento.

3. Nueva fuerza productiva, nuevos sujetos

Las Nuevas Tecnologías, una fuerza productiva que ha trastocado la dimensión temporal y espacial en la que viven y trabajan cada vez más personas en España, tienen un protagonismo central en estas experiencias.  Aquella generación de jóvenes, que viven con los padres hasta edades avanzadas, que se instala en lo inmediato de un trabajo ocasional, acepta la sobreexplotación para al menos acumular un remanente económico que luego puede destinar al ocio, que ha minimizado el conflicto generacional y se desentiende de cualquier forma de organización, han colocado el ordenador en el centro de su actividad comunicativa: son “nativos digitales” (Prenski). Por un lado el ordenador es una tecnología individualizante y flexible que encaja en las experiencias laborales efímeras o espacialmente distantes de muchos jóvenes precarios. Esto debilita los vínculos personales que producen las relaciones laborales más estables y aleja a sus usuarios de las formas de participación política y sindical nacidos de estos entornos. Lo único estable en estos espacios es la familia, todo lo demás, incluidas las relaciones sentimentales, es fugaz. No hay jefes, no hay hora de comienzo y de final para trabajar, existe una fuerte autonomía en el trabajo aún cuando esta conduzca frecuentemente a la autoexplotación[8]. Por otro lado los ordenadores son una ventana abierta a un  infinito anónimo y ubicuo que contrarresta el aislamiento creado una socialización virtual en la que los valores progresistas y solidarios tienen cabida, como hemos podido comprobar empíricamente, aunque siempre insertados en otros valores individualistas de fondo: no hay necesariamente individualismo, aunque este abunde sin lugar a dudas. Lo que hay sobre todo es “individualización”, una cultura de lo propio y lo segmentado que poco tiene que ver con los valores que se adquieren en los entornos laborales  y políticos tradicionales[9].

El perfil personal de una de las iniciadoras del espacio web llamado “Democracia Real Ya” que hizo la convocatoria de la manifestación de la que surgió luego el 15-M es muy revelador en este sentido. Mujer, mayor de 30 años, con un doctorado en filología y sin hijos, trabaja en régimen de mileruista desde su minúsculo apartamento del centro de Madrid -en el que vive sola- dando clases por internet de español para extranjeros (e-learning) a profesores de todo el mundo vinculados al Instituto Cervantes.  Las Nuevas Tecnologías son su herramienta de trabajo con la que llegó a “gestionar” 350.000 participantes de facebook vinculados al 15-M y distribuidos por todo el mundo. Consiguió reunir físicamente en Madrid a casi cien representantes de asambleas locales del todo el Estado aunque la experiencia resultó excesivamente estresante para ella por caótica y desestructurada. Tuvo que retirarse a un discreto segundo plano para poder conservar su integridad anímica. Al no tener experiencia práctica, sino sólo virtual,  con grandes grupos no pudo soportar las elevadas exigencias de la organización directa.  


Estos datos son relevantes para entender las nuevas formas de cooperación y participación política asociada a las nuevas tecnologías, su difícil encaje en las organizaciones que requieren de una presencia física y en los espacios más tradicionales de la izquierda. Sólo el 35% de los participantes en las asambleas de la ciudad de Salamanca, las únicas estudiadas sistematicamente, dijeron haber sido convocados por un amigo, el resto lo hizo por medios digitales. Llama la atención la calidad y la inventiva de muchas de las páginas web e íconos diseñados por los participantes anónimos, la rapidez con la que son puestas en funcionamiento, alimentadas y conectadas entre sí[10]. También explica la capilaridad del movimiento, su  extensión territorial hacia zonas muy poco activas políticamente hasta entonces: espacios rurales o semirrurales dominados por el abstencionismo y los valores políticamente conservadores. Las asambleas formadas en las plazas y en los barrios permitió darle una ubicación física al movimiento, pero los espacios virtuales de las páginas web, de las columnas del facebook y de las direcciones electrónicas de los participantes son sus espacios más estables, a veces los únicos que pueden ser llamados así puesto que el resto es una simple posibilidad de volverse a reunir, por ejemplo para manifestarse. El envío incesante de mensajes a una masa anónima de participantes a través del Facebook fue creando una red tupida de conexiones, de foros y de puestas (anónimas) en común, una especie de espacio virtual de socialización política fuertemente apoyado en el empleo de símbolos e íconos. Estos símbolos intentan generar identidad colectiva en medio de un océano de conexiones efímeras de seres atomizados que no se conocen ni conocerán nunca personalmente. Este océano no es exactamente un espacio de deliberación y generación de opinión pública en el sentido de Habermas. Para Habermas

“El espacio de la opinión pública, como mejor puede describirse es como una red para la comunicación de contenidos y tomas de postura, es decir, de opiniones y en él los flujos de comunicación quedan filtrados y sintetizados de tal suerte que se condensan en opiniones públicas agavilladas en torno a temas específicos( (Habermas 1999 p.440)


Los foros informáticos vinculados al movimiento del 15-M no permiten exactamente sistematizar contenidos que luego son sometidos a discusión generándose posturas y opiniones que luego sean “sintetizadas” y “agavilladas”. Hay algo de eso, pero no es exactamente eso. No hay exactamente un tema u “orden de día” que tenga una continuidad, permita medir un avance en la discusión o acabar en conclusiones vincuantes, no hay síntesis analíticas y las decisiones que se toman son pocas y a veces muy  lentas. Pero tampoco es exactamente un caos como parece a primera vista: hay avances en la discusión así como  opiniones “mayoritarias” y otras “minoritarias”. Nadie puede decir con seguridad si efectivamente lo son puesto que las opiniones discordantes no se traducen tanto en una manifestación explícita de rechazo como en la decisión de no seguir participando en el foro. Esto crea un serio problema de legitimidad puesto que nadie puede demostrar cuánta gente apoya realmente una opinión y rechaza otra. Las manifestaciones y las acciones prácticas concretas son siempre un riesgo: pueden salir bien o mal. Pero esa es justamente la ambigüedad con la que operan estas redes virtuales, la clave de su éxito y la amenaza de su fracaso. En esta desmaterialización de los espacios de acción política generados por las nuevas fuerzas productivas radica uno de los fuertes, pero también uno de los puntos más vulnerables del movimiento del 15-M español.  


4. Las cerillas que prendieron la mecha del Tea Party antineoliberal


Para que estos y otros fenómenos que ya existían antes del 15-M se transformaran en acciones tuvieron que suceder algunas cosas de signo más coyuntural. Hay dos factores decisivos: la escalada de corrupción urbanística en los años del capitalismo inmobiliario, y el viaje de Zapatero a Londres en mayo de 2010. Prendieron la llama de una especie de Tea Party de signo antineoliberal que sacudió en poco tiempo a todo el país   
   El abstencionismo de la juventud, que refleja una desafección hacia el sistema político-institucional, no es una cosa nueva en España. Ya era más elevado que la media incluso en los años de máxima politización de la población española a principios de los años 1980. El acceso intermitente de los jóvenes del mercado de trabajo, junto a las nuevas fuerzas productivas como hemos visto, genera distancia y desinterés por los espacios institucionales estables y por el sistema político-institucional en particular, al tiempo que debilita enormemente la cultura sindical. Pero tampoco esto es nuevo en España. ¿Qué es entonces lo  nuevo?.

Lo nuevo es la extensión de esta desafección  a sectores más amplios de la población: a los que tenían un trabajo y lo han perdido, a los profesionales con un trabajo relativamente estable que vienen de la cultura política del antifranquismo, que han constuido las nuevas instituciones democráticas y que hoy son padres de hijos mileuristas. Lo nuevo es la extensión de los críticos del turnismo parlamentario a aquellos que consiguieron comprar un piso en los tiempos del boom y ahora están amenazados por los desahucios, su extensión incluso a algunos hijos de los trabajadores agrícolas y de la pequeña burguesía urbana educados en una cultura de la meritocracia que tiene que ver cada vez menos con la realidad. En cualquier caso: para explicar esta nueva ola de deslegitimación del sistema político-parlamentario a lo largo de los últimos años son fundamentales dos aspectos: el fenómeno de la corrupción municipal y los acontecimientos de mayo de 2010.

5. Corrupción urbanística y erosión del sistema político

El capitalismo (popular) inmobiliario ha permitido mantener, mal que bien, el Estado del bienestar en la era neoliberal es decir: a.) sin tener que redistribuir la riqueza, b.) sin tener que crear empleos con una mínima calidad y c.) sin tener que recurrir al gasto público.  Descartada la posibilidad de recurrir a los  impuestos y al trabajo, fue la liberalización del suelo y el incremento del valor de los bienes inmuebles lo que le permitió a los ayuntamientos hacer frente a la financiación de los servicios públicos que deben prestar por mandato constitucional. Estos empezaron a recurrir masivamente a la recalificación de terrenos para financiarse con los impuestos de las plusvalías y del trabajo local creado con la construcción[11]. Las recalificaciones son actos administrativos fuertemente condicionados por las coyunturas personales y las mayorías políticas locales y forman un  caldo de cultivo criminonégnico muy vulnerable a la corrupción llamada “urbanística”. No pocos concejales y alcaldes aprovecharon la coyuntura para lucrarse personalmente[12]. Sin embargo no deja se ser una situación económica creada por el Partido Popular -y luego utilizado por el PSOE- para financiar el Estado del bienestar de forma que, hasta el estallido de la crisis, hubo muchos que prefirieron mirar a otro lado cada vez que aparecía un concejal o alcalde corrupto en la prensa: a cambio había parques, piscinas y ambulatorios. Sólo algunos de los que tenían parques y piscinas en sus chalets y ambulatorios privados asegurados, parecían mostrarse preocupados por la escala de degradación moral de los sistemas de financiación municipales. Sectores amplios de las clases populares vivían la borrachera del ladrillo que permitió a muchos asalariados en paro convertirse en pequeños empresarios de éxito y firmes votantes de los partidos que protagonizaban los casos de corrupción. Sus hijos se incorporaron al sector de la construcción para realizar trabajos poco cualificados pero muy bien pagados catapultando la tasa de abandono escolar a los índices más altos de toda la Unión Europea[13]. El pinchazo de la burbuja cambió las cosas de raíz. La tradicional desafección que se ha dado en muchos espacios rurales o semirrurales conservadores hacia la “política” y esos “políticos” que han aparecido desde hace muy poco tiempo en sus vidas, se unió ahora a las viejas manifestaciones de desafección propias de los entornos urbanos. De hecho la razón de ser más importante del 15-M para sus participantes es la lucha contra la corrupción[14]. Esa confluencia explica los índices de apoyo popular al 15-M que en junio de 2011 estaban próximos al 80% de toda la población y que el eslogan más repetido por el movimiento fuera el de “no nos representan”.

Sin embargo esta asombrosa unanimidad no debería ser interpretada apresuradamente como una repentina ampliación del número de ciudadanos que reclama formas más auténticas de participación política[15]. Esconde universos ideológicos y sociológicos distintos entre sí y políticamente mucho más  inoperativos de lo que parece. Esto se refleja,  por ejemplo, en una desconcertante contradicción entre el elevado apoyo electoral al Partido Popular y el apoyo mayoritario de la población a las reivindicaciones del 15-M que son claramente de izquierdas. La popularidad del “no nos representan” no es un apoyo claro,  inequívoco e igual de masivo a formas de representación política más directas de inspiración progresista (asambleas, voto directo etc.). En las grandes ciudades esto podría ser así, pero desde luego no es el caso de aquellos sectores conservadores que apoyan el 15-M más por un rechazo general de "los políticos" que porque busquen formas más directas de participación. El que ambos  argumentos encajen bien en la visión del poder de algunas secciones urbanas del movimiento inspiradas en planteamientos libertarios (lo inmediato es lo único real, los complejo es sospechoso etc.) no debe dar lugar a engaños.

6. Un viaje de no retorno a Londres

El segundo momento que radicalizó la crítica de los “políticos”, esta vez vinculándolos a los “banqueros”, fue la visita de Zapatero a Londres en  mayo de 2010. En plena turbulencia financiera una serie de grandes actores financieros –algunos de ellos grandes bancos españoles- empezaron a apostar contra la deuda soberana española. Esto produjo un rápido aumento de los diferenciales de riesgo con respecto a la deuda alemana y una especie de pánico en el palacio presidencial de la Moncloa. El Presidente Zapatero regresó de aquel viaje a Londres en  el que pretendía asegurar a los llamados mercados financieros de que España iba a cumplir con las políticas de austeridad exigidas por ellos. A continuación anunció la cancelación de las políticas de solidaridad para con los perdedores de la crisis. Este fenómeno coyuntural no explica  la desafección por sí misma, pero la amplío a muchos votantes del PSOE que, igual que casi todos los demás gobiernos europeos, se decantó por destinar el grueso de los impuestos de los ciudadanos a defender los intereses de los que habían causado la crisis (los propietarios de los activos financieros, mayormente las clases medias y altas) y abandonando así su pretensión de equidistancia entre “poderosos” y “ciudadanía”. De hecho la indignación contra los bancos aparece, junto con el rechazo de al corrupción, como el segundo motivo más importante para participar en el 15-M. Pero no sólo. A diferencia de las protestas en otros países, en España estas se dirigieron contra el sistema político-electoral que hace imposible la expresión de la voluntad popular, contra el bipartidismo y la “clase política en su conjunto”, que en varias encuestas de opinión ya venía apareciendo desde hace meses como uno de los principales problemas del país. 

7. El incendio de la Tea Party antineoliberal


En otoño de 2010 había en toda España una sensación de horfandad político-institucional, sobre todo en el lado de la izquierda. El único partido con un programa antineoliberal claro, Izquierda Unida, tenía sólo un par de representantes en el Congreso. Su refundación, lanzada dos años antes a bombo y platillo como un objetivo estratégico,  había sido bloqueada por los sectores más inmobilistas de la organización decepcionando a no pocos militantes y simpatizantes[16]. En el parlamento había una situación de gran coalición de facto que hacía imposible confiar en los cauces de la política organizada y aunque la huelga general de septiembre de 2010 tuvo un éxito razonable, no se confiaba demasiado en la voluntad de los sindicatos mayoritarios de seguir adelante con una política de oposición a las políticas neoliberales[17].

La situación era, por tanto, comparable a la que se habría producido unos meses antes en los Estados Unidos donde tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata habían decidido salvar los intereses de la gran propiedad financiera con los impuestos de la mayoría de la población. Esta situación condujo al surgimiento de un movimiento ciudadano antiestatalista y conservador conocido por Tea Party. En España sucedió algo parecido aunque de signo ideológicamente inverso: surgió una Tea Party antineoliberal[18]. En medio de aquella situación de estancamiento un grupo de personalidades, sindicalistas e intelectuales lanzaron un llamamiento a la población invitándoles a decir “basta ya” y a suscribir un programa antineoliberal de mínimos. Recibió miles de adhesiones en poco tiempo: fue el ensayo general del 15-M y muchos de sus impulsores participaron en dicho llamamiento. Meses después empezó a rodar la Tea Party antineoliberal.

Ambos movimientos, el norteamericano y el español, son de signo ideológico contrario pero tienen en común varios aspectos altamente relevantes e interesante de estudiar pues sintomatizan algunos problemas de fondo que tienen en común dos sociedades tan distintas como la española y la norteamericana. Ninguno de ellos procede del establishment político y ambos se producen porque este da signos de incapacidad de desentumecer una situación creada por los “poderosos”. En ambos casos los ciudadanos, aunque con programas políticos diferentes, reivindican su derecho a tomar decisiones políticas importantes aspirando a arrebatarle el monopolio a los políticos profesionales. En ambos casos una parte de la ciudadanía intentar definir la agenda política de  los partidos. En ambos casos hay un rechazo del uso de recursos públicos para rescatar a los grandes intereses financieros,  un rechazo que en ambos casos resultaba imposible de articular dentro de las instituciones debido a la situación de gran coalición de facto. En ambos casos se trata de movimientos de protesta de sectores amplios de la ciudadanía inicialmente poco o nada organizados, movimientos ideológicamente abiertos aún cuando los campos ideológicos sean opuestos. Eso les dio a ambos una transversalidad que el establishment político no pudo manejar con lo cual los ecos de la calle empezaron a empapar efectivamente su agenda política. Ninguno de los dos movimientos son el resultado de acuerdos programáticos muy elaborados lo cual les da a ambos un carácter abierto aunque de fondo político distinto. La ausencia (¿aún?) de movimientos de masas de ultraderecha y la presencia de numerosos activistas de la izquierda en los primeros momentos evitó que el 15-M evolucionara desde posiciones ideológicamente ambiguas hacia una impugnación de la “clase política” de signo ultraconservador. Esto no quiere decir que los sectores “antipolíticos” de la ultraderecha no lo intentaran. De hecho llegan noticias de que en algunos territorios, donde el ambiente social es marcadamente conservador, siguen intentándolo con más o menos éxito.  

La manifestación del 15 de mayo de 2011 convocada desde la web Democracia Real Ya no fue rabiosamente multitudinaria. Sin embargo fue considerada un éxito teniendo en cuenta la ausencia de organizaciones convocantes importantes y sobre todos la forma nueva de prepararla a través de la web. En Madrid terminó con escaramuzas menores pero la acción represora de la policía generó una solidaridad generalizada insólita en estas situaciones. Es esta ola, y no tanto los hechos anteriores, lo que rompió el dique de la autocontención ciudadana. Condujo a la ocupación masiva de plazas encabezada por la de la Puerta del Sol de Madrid, un símbolo del republicanismo político que el gobierno municipal  ha intentado borrar emplazando en ella la estatua ecueste de un rey ilustrado. Esta ocupación tuvo un efecto llamada inmediata sobre el resto del territorio y en cuestión de horas se produjeron un total de 74 acampadas en numerosas ciudades y pueblos de España. Estas empezaron a organizar comisiones, a montar infraestructuras y a recibir donaciones y apoyo masivo del resto de la población (alimentos, bebidas, libros, colchonetas) creándose un clima de confraternización entre capas sociales y generaciones distintas que no se había vivido en España desde los años de la transición política.

Sin embargo los que participaron en la manifestación del 15-M no fueron exactamente los mismos que aquellos que participaron en las asambleas y acampadas. El segundo grupo es mucho más extenso e iba más allá del núcleo de activistas informáticos. Aumentó como respuesta a la reacción de la policía y, sobre todo, a las tergiversaciones publicadas por los medios de comunicación conservadores, tergiversación que alimentó masivamente la indignación de muchos nuevos participantes[19]. En este sentido la situación es comparable a la que se vivió en relación con la tergiversaciones de la autoría de los atentados del 11-M de 2004  que llevó a la inesperada  derrota electoral del Partido Popular: sectores amplios de la población española parecen sentir un rechazo visceral a este tipo de prácticas. Con la extensión a los barrios el movimiento ganó en amplitud social y se capilarizó haciendo así técnicamente imposible su represión policial.
  

8. Estado e identidad del movimiento

Un movimiento de estas características es necesariamente intermitente. Al depender de la iniciativa espontánea y no disponer de una cáscara formal que le de continuidad en momentos bajos, se apaga y reaparece en función de objetivos concretos (una manifestación, una iniciativa concreta). Al final sólo queda la estabilidad de los espacios de la web que, en este caso, son decisivos como hemos visto. Sin embargo el movimiento está dando muestras de mantenerse más tiempo que otros similares. A esto contribuye la agudización de la crisis, pero también se debe a que  se trata de un movimiento más estructurado de lo que parece. 

Todas las izquierdas, incluso las derechas en las semanas iniciales del movimiento, han intentado conectar con el 15-M, bien sea alimentándolo organizativamente, -siempre a título individual de sus miembros- bien sea haciendo suyas algunas de las reivindicaciones.  Esto le ha valido un gran reconocimiento a no pocas personas procedentes de espacios organizados estables que son invitadas a intervenir en las asambleas (por ejemplo en Valencia, Barcelona, Andalucía y Murcia). Si bien el 15-M no está “organizado” contiene redes y conexiones organizadas en su seno que explican su (cierta) estabilidad. Algunos de los grupos que impulsaron el movimiento desde el principio son creaciones de la izquierda tradicional (Plataforma de Afectados por la Hipoteca,  Juventud sin Futuro, Mesas de Convergencia, ATTAC, grupos ecologistas, de defensa de bienes públicos) que contribuyen a estabilizarlo. Muchos de sus iniciadores y continuadores son personas que abandonaron las organizaciones tradicionales por diferentes motivos pero que traen un bagaje del que se sigue beneficiando el movimiento. Esto explica que, a pesar de que ha decaído la participación, se hayan creado en muchos lugares núcleos de  actividad  potencial o “rescoldos” (Juan Manuel Aragües)[20] que se pueden reactivar si existe un número mínimo de actores coordinados para hacerlo. Estas estructuras ocultas ha permitido, al menos hasta ahora, mantener un activismo descentralizado y de baja intensidad aunque relativamente sostenida en el tiempo y alimentada periódicamente por acciones locales (lucha contra los deshaucios, acciones en sucursales bancarias, iniciativas locales etc.)

En realidad el movimiento ya ha triunfado en varios sentidos. En primer lugar ha conseguido definir una parte de la agenda política de todos los partidos y de los medios de comunicación. Políticos y opinadores oficiales están obligados a tomar posición sobre muchos temas puestos encima de la mesa por el 15-M. El ala más socialliberal del PSOE ha sido (temporalmente) acallada y en Izquierda Unida salieron temporalmente reforzados los sectores que apostaban por la refundación frente a los sectores más inmobilistas. Ha colocado a la defensiva a los movimientos independentistas de clase media a los que pilló por sorpresa con sus argumentos identitarios excluyentes y que le interesan más bien poco a sectores importantes de las clases populares en Euskadi y en Cataluña angustiadas por la crisis[21]. Además ha creado un foco de poder ciudadano en la calle que persiste como realidad latente aún después de haberse levantado las acampadas. Sobre todo ha generado una sensación de victoria que la izquierda no sentía desde la transición política.

Hay, sin embargo, aspectos que resultan más problemáticos. El esfuerzo por colocar a lo que une en el centro de la deliberacion política, el rechazo de las banderas de cualquier tipo, que obedece al intento de reducir al máximo los puntos de desencuentro, es sin duda un acierto que explica la transversalidad del movimiento. Sin embargo, llevada a cierto extremo, la “despolitización” dificulta la definición de un rumbo más claro hacia el que avanzar[22] El principal problema relacionado con la indefinición ideológica se debe a que muchos de sus integrantes rechazan cualquier forma de “política” desde posiciones marcadamente postmodernas (Raquel Palacio). En estas posiciones la historia, las clases sociales y la distribución de la riqueza tienen menos importancia que el deseo de realización personal. En cualquier caso: la adscripción ideológica del movimiento es unas de sus características más intrigantes. Por un lado hay un consenso entre sus  miembros sobre la necesidad de eliminar símbolos identificativos de proyectos políticos concretos y explícitos (partidos, banderas rojas, banderas nacionales, incluso a veces banderas republicanas), de esquivar maximalismos, palabras de madera y frases hechas, y muchos participantes afirman incluso que el movimiento no tiene tendencia política. Sin embargo, la mayoría de ellos se declaran claramente a la izquierda del centro-izquierda[23]. Esto se puede interpretar como un intento de evitar que la ideología propia pueda crear desencuentros y entorpecer el crecimiento del movimiento: el corazón de los participantes es de izquierdas pero hay reticencias en hacerlo público y cierta aversión a etiquetarlo.

Pero la ambigüedad política del movimiento persiste por mucho que algunos (viejos) activistas tiendan a ignorarla o a interpretarla sólo en clave positiva: tiene consecuencias positivas pero también las tiene negativas para la subsistencia del movimiento. Algunos participantes intentan reducir el movimiento a una metodología de participación en la que los objetivos -por ejemplo de lucha contra las privatizaciones- son relegados a un segundo plano aparentemente en favor de la unidad del conjunto, pero también debido al poco interés de algunos participantes por poner en marcha una mínima agenda antineoliberal con capacidad de generar hegemonías.

A esto se suma que en las asambleas de algunas ciudades abunda una concepción simplista de poder democrático en el que este es reducido a su versión más inmediata y palpable, a espacios en los que cada uno sólo se puede representar a sí mismo.  Cualquier forma de delegación institucional y no institucional, cualquier forma de organización, sean asociaciones de vecinos, partidos, sindicatos u ONGs son identificados por algunos participantes con el enemigo o son tenidos por lugares obsoletos y pervertidos en los que no hay espacio para la “participación real de la gente”. Esto desarma al movimiento frente al avance institucional de los neoliberales a los que pretende combatir.  Aquí opera sin duda la tradición libertaria y su confianza en la  participación directa como única garantía para el ejercicio de la democracia. La creación de puentes con espacios de lucha social más tradicionales como partidos, sindicatos, asociaciones etc. sale perjudicada, lo cual dificulta la formación de un bloque antineoliberal basado en la convergencia de todas las formas posibles de poder ciudadano (directo y delegado).

También el carácter asambleario tiene su coste. Es muy intensivo en  tiempo de forma que tiende a expulsar a aquellos que no disponen de él para participar en unas asambleas que pueden llegar a durar muchas horas. Los desempleados que tienen que buscar trabajo, los trabajadores, las personas con compromisos familiares son discriminados frente a los que tienen mucho tiempo disponible. Al final esto grava la participación de las clases populares, de los participantes vinculados al mundo del trabajo y de las personas -sobre todo mujeres- con responsabilidades familiares y laborales. El núcleo más activo tiende así a estar cada vez más representado por los sectores más  alejados del grueso de los perdedores del neoliberalismo: hijos de los profesionales urbanos y pensionistas con unos ingresos asegurados, profesionales en paro intermitente sin compromisos familiares etc. Además este ambiente es propicio para la apropiación de las asambleas por parte de sectas políticas nacidas justamente de una parte de las clases medias urbanas con ilimitados recursos de tiempo que pueden dedicar a una “hipermilitancia” (Mariano Pinós) que resulta inasequible para el grueso de la población.

9. Conclusiones:  el futuro del movimiento

El movimiento tiene tres grupos de actores y su futuro depende de la composición personal de cada uno de ellos y de su integración entre sí. El núcleo duro y minoritario que acampaba y dormía en las plazas está compuesto por activistas con un perfil político más definido e izquierdista, con mucho tiempo para dedicarle al activismo y más bien pocas obligaciones laborales y familiares. El segundo grupo es más amplio y socialmente representativo. Está formado por personas con diferentes situaciones laborales y familiares que se acercan regularmente a las asambleas, pero que no intervienen mucho o casi nunca en ellas[24]. Son ciudadanos comprometidos y fieles al movimiento, pero que no están dispuestos a dedicarle horas y horas a escuchas  intervenciones. El tercer grupo está compuesto por visitantes ocasionales de las asambleas que lo miran todo con algo más distancia, tienen otras prioridades y muestran una menor fidelidad y constancia en su participación. Son ciudadanos que no están tan ganados y a los que hay que fidelizar con argumentos convincentes.

En mi opinión, el futuro del movimiento dependerá en buena medida de dos factores: (1) de la capacidad de crear nódulos más estables y estructurados con capacidad de reactivar los “rescoldos” en un momento dado. Estas estructuras tienen que alimentarse de ciudadanos de los tres grupos si se quiere evitar el aislamiento del movimiento. La construcción de estos “nódulos” o “mesas” es el objetivo, por ejemplo, de las Mesas de Convergencia y Acción Social[25] (2) El futuro del movimiento depende también del perfil personal y político de aquellos que ocupen el núcleo duro. Este núcleo duro es el que mantiene viva la llama en horas bajas, está dispuesto a dedicarle más tiempo que el resto y por tanto es esencial para la asegurar la sostenibilidad del movimiento: sin su implicación activa se deshará el grueso de las redes. Si en este núcleo duro se imponen aquellos miembros que no aspiran a generar hegemonías sociales sino que se conforman con aplicar consignas maximalistas, con experimentar métodos de participación destinados a su propia realización personal y a experimentar con dichas consignas, es posible que el movimiento no llegue a ser mucho más que una innovadora experiencia política que quedará para el estudio de ensayistas y opinadores profesionales. Si en este núcleo dominan aquellos que aspiran a construir un bloque social antineoliberal que aspira a conquistar una hegemonía social, el movimiento puede ser el primer capítulo de algo más importante. En cualquier caso parece imposible construir este bloque sin apoyarse en las tres fuentes de poder de las que cuenta hoy la ciudadanía en una sociedad capitalista desarrollada para crear un contrapoder con capacidad de forzar una salida no neoliberal a la crisis: su propia implicación directa  en la calle y en otros lugares, su representación institucional y el trabajo organizado.

Madrid noviembre 2011




Referencias bibliográficas


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Habermas, J. Factividad y validez. Trotta, Madrid 1999.
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Ruiz Ligero, R.: Reflexiones sobre el 15-M (actualidad y futuro), en El Viejo Topo, septiembre 2011
Santamaría, A.:”La rebelión de los indignados”, en El Viejo Topo, julio/agosto 2011
Taibo, C.: Entrevista a Carlos Taibo sobre el 15-M en sesenta preguntas. Octubre 2011 (http://www.carlostaibo.com/articulos/texto/?id=355)




[1] El concepto de “indignados”, acuñado por Stéphane Hessel y difundido por los medios de comunicación no es el que ha dado nombre al movimiento desde el principio. Predomina el uso de los términos de “Movimiento 15-M” o de  movimiento de “Democracia Real Ya”. Con el paso de los meses y la diversificación del movimiento se observa, sin embargo, cierta consolidación del uso del término “indignados”
[2] Fernández Steinko (2010)
[3] Fernández Steinko (2010, p. 168ss.)
[4] Fernández Steinko (2003b)
[5] Fernández Steinko (2003a, 2004b)
[6] Fernández Steinko 2002
[7] Calvo (2011, p. 4). Los datos numéricos se refieren a una encuesta realizada en la asamblea de una ciudad universitaria como la de  Salamanca en la que el 70% de los encuestados tenía estudios universitarios o estaba en vías de tenerlos. Este porcentaje no es exactamente representativo del total del Estado pero probablemente no se encuentre excesivamente alejado  de la media de todos los participantes a nivel estatal. 
[8] Fernández Steinko (2004a)
[9]  Fernández Steinko (2006, pp.122ss).
[10] Ver ¡Democracia real YA! - Europa para los ciudadanos y no para los mercados: No somos mercancía en manos de políticos y banquerosToma la plaza #Acampadasol: Madrid toma la plaza. Una innovación técnica sumamente efectiva fue poner un contador en la página que venía contando los días, minutos y segundos que faltaban para el comienzo de la manifestacion. Esto coloca a sus visitadores en una especie de puesto de salida a la espera del disparo para el inicio de la carrera.  Una muestra de los carteles y eslónganes se encuentra en: voces con futura
[11] Fernández Steinko (2010, pp. 222ss.)
[12] Díaz Ripollés et al (2004).
[13] OCDE (2009)
[14] Calvo et. al. (2011, p. 15)
[15] Así, por ejemplo Coutrot (2011) y Taibo (2010) 
[16]  Ver Fernández Steinko (2009) y http://www.youtube.com/watch?v=mc1zrAld1-w
[17] De hecho, pocos meses después de la huelga, los sindicatos mayoritarios firmaron un acuerdo con el gobierno destinado a “salvar a las pensiones”. Este  acuerdo pretendía aplacar los mercados financieros y no tuvo éxito ninguno.   Lo más preocupante es que se basaba en un tipo de análisis basado casi íntegramente en la interpretación del problema procedente de los opinadores vinculados a los intereses financieros (“las pensiones son impagables por razones demográficas”, “hay demasiado Estado del Bienestar” etc.) y dejando de lado los argumentos de la oposición al neoliberalismo (“necesidad de regular los mercados financieros, de realizar una reforma fiscal progresiva, creación de puestos de trabajo estables para financiar pensiones” etc),
[18] “Intelectuales impulsan el “Tea Party” de izquierdas. En Público 21-2-2011. (http://www.publico.es/espana/362148/intelectuales-impulsan-el-tea-party-de-izquierdas)
[19] Así los datos aportados por Calvo et al (2011, pp.12 y 15)
[20] Aragúes (Zaragoza), Toledano (Cataluña)
[21]  Santamaría (2011)
[22] Ver, por ejemplo, Ruiz Ligero (2011)
[23] Al menos en la ciudad de Salamanca este porcentaje asciende al 50% de los participantes entrevistados (Calvo et al 2011, p. 7)
[24] Calvo et al (2011, p. 9).

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