La situación creada en Grecia se puede comparar a la
liquidación del proyecto de izquierdas en la Francia de Mitterrand a principios
de los 80. Las condiciones que los acreedores le han impuesto a su gobierno son
las mismas, si no peores, a las que se opuso Syriza. La diferencia con lo que
ocurrió en Francia es que su aceptación no va a llevar a un giro estratégico en
la política económica de Tsipras: se ha perdido una batalla pero no la
guerra.