Me gustaría preguntarte en torno
a un artículo que has publicado en El Viejo Topo del pasado mes de junio de
2018: “Inventemos un nuevo país de países”. Empiezo por el título si te parece:
¿qué es un país, cómo lo podríamos definir o entender? Puestos en ello: ¿y un
país de países?
Utilizo la palabra “país” o “país de países” por razones operativas, para
no entrar en polémica desde el principio e intentar que el lector caiga en los
términos trillados que son los que le estoy proponiendo esquivar. La palabra
“nación” tiene una carga jurídica y política que, desde mi punto de vista, no
está en el centro del problema. No quiero hacer aquí un debate teórico más,
pero lo esencial de ese concepto es que da el paso desde el reconocimiento de
una realidad cultural e identitaria propias, al deseo de que dicho
reconocimiento se traduzca en el ejercicio del poder sobre un determinado
territorio basado justamente en aquella, una realidad que el nacionalismo
tiende a particularizar lo más posible frente al resto y a definir de forma
cada vez más uniforme excluyendo de esta forma tendencialmente a una parte de
la población. Pero tampoco me interesa enfocar el tema, como lo hacen muchas
personas progresistas, como un mero problema de (re)distribución de recursos
entre territorios aceptados como “naciones” en función de dicha particularidad
cultural e identitaria que, siguiendo la argumentación de los nacionalistas,
estas también consideran acabadas y definitivas, en definitiva naturales y
ahistóricas. Su pregunta es: ¿combinamos las naciones, regiones y
nacionalidades siguiendo un principio federal o confederal? No, yo no voy por
ahí, pues para mí no hay que combinar de otra forma cosas ya existentes sino
crear un algo nuevo. El uso de la palabra “país” o “país de países”
retrotrae a esos momentos abiertos y aún sin definir en los que todo esta por
hacer, un momento que es el que vivimos o deberíamos vivir en España.