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domingo, 21 de julio de 2013

Hoja de ruta urgente para una salida antineoliberal




1.  La materia prima para la construcción de un bloque antineoliberal está compuesta por  número importante de actores diversos.  Están repartidos de forma desigual por la geografía, las clases y los estratos sociales (juventud etc.), tienen formas distintas de interpretar o de priorizar los problemas y las salidas, utilizan lenguajes que no son los mismos e incluso tienen posiciones encontradas en algunos temas importantes. Pero tienen funcionalidades complementarias de forma que son insustituibles para la conformación de dicho bloque y ninguno de ellos es intercambiable por los demás. Forman un mosaico más que una jerarquía de actores. Son los siguientes:  

a.) las organizaciones políticas con vocación antineoliberal. Se dividen en:
a-1: organizaciones antineoliberales de “ámbito estatal” 
a-2: organizaciones antineoliberales de “ámbito territorial”

b.) la ciudadanía activa fuera de las organizaciones políticas. Se dividen en:
b-1: los miembros pasivos de las ONGs a los que se suman sus miembros más activos y constantes 
b-2: los ciudadanos que se han incorporado en los últimos años a nuevas formas de participación directa    

c.) el trabajo organizado. Se divide en:
c-1: los sindicatos de “proyección estatal”
c-2: los sindicatos de “proyección territorial”


2.  El objetivo es hacer converger a todos estos actores convirtiéndolos en un sujeto múltiple. Sólo un esfuerzo constante de coordinación y una cultura asentada del acuerdo puede transformar este mosaico en un poder importante y operativo. El mosaico desarrollará su máximo potencial político si todas sus “teselas” adoptan una posición activa dentro de su propio ámbito de acción, si lo incorporan al conjunto, pero no si se dejan “arrastrar” o cooptar por actores ya hoy particularmente activos e influyentes. El procedimiento a seguir no es tanto “vender” el punto de vista propio con el fin de situarse lo más arriba posible en una jerarquía de actores antineoliberales. Se trata, por el contrario, de que varios actores abran de forma conjunta nuevos espacios políticos y sociales, aporten al mosaico su propia influencia política y cultural de forma que se vaya ampliando  el radio de acción de este, pero preservando los espacios ya conquistados, es decir, no desvinculándose de sus zonas de influencia política ya conquistada. Si no se hace así la suma -por ejemplo de siglas- no se transformará nunca en un crecimiento del bloque antineoliberal. Sin embargo, para poder impulsar este proceso es imprescindible que un actor particularmente influyente, reconocido y con presencia en los tres espacios tome la iniciativa. Izquierda Unida reúne estas características, aunque sería altamente recomendable que lance la iniciativa de forma conjunta con otros actores. 

La convergencia puede darse de dos formas:

a.) o bien de forma superficial o impuesta por la agudización de la crisis, las escaramuzas tácticas o las leyes y dinámicas aritmético-electorales;
b.) o bien de forma discutida y “estratégica” con capacidad de perdurar, como mínimo, a medio plazo.

Sólo el escenario “b” da garantías para la conformación de un bloque social lo suficientemente sólido y perdurable para forzar una salida neoliberal a la crisis. Estas garantías son imprescindibles pues el enemigo tiene muchos recursos políticos, económicos, institucionales y culturales, las coyunturas pueden cambiar rápidamente y los desacuerdos multiplicarse antes de lo esperado (por ejemplo tras un hipotético triunfo electoral).

Para poner en marcha una convergencia de tipo “b” propongo  impulsar ciclos de discusión estratégica entre todos los actores. Estos ciclos se pueden organizar, o bien entre actores específicos (por ejemplo entre las organizaciones políticas antineoliberales) o también entre varios de ellos (por ejemplo entre movimientos sociales y organizaciones políticas, entre sindicatos y organizaciones políticas etc.). El siguiente paso es la puesta en práctica conjunta de lo acordado por todas las partes (acciones conjuntas, creación de nuestos espacios, programas electorales, exploración de nuevas fórmulas organizativas etc.). 

3.  Las organizaciones políticas ejercen una influencia decisiva en la acción del resto de los actores, aunque muchas veces sólo de forma indirecta y diluida (por ejemplo activistas de b-1 y b-2 que militan o son simpatizantes de organizaciones políticas o que son delegados sindicales). Además disponen de una infraestructura física, una estabilidad económica y un número no despreciable de personas liberadas de otras actividades profesionales, y que pueden ponerse al servicio del proyecto unitario. Una aproximación programática entre organizaciones políticas facilitaría nuevas dinámicas convergentes entre otros espacios, algunos de ellos aún enfrentados entre sí (por ejemplo acercamiento entre movimientos sociales y organizaciones políticas, entre sindicatos y movimientos sociales). El procedimiento a seguir podría ser la organización de un ciclo de discusiones programáticas destinada a consensuar un programa común. Este programa tiene que incluir, al menos:
a.) un escenario viable y consensuado de cambio económico,
b.) otro de cambio democrático e institucional,
c.) una propuesta de configuración estatal
d.) una propuesta para abordar el problema de la deuda

Necesariamente tendrá que empezar siendo un programa de mínimos, pero este puede ir ampliándose a medida en que se profundicen las discusiones y aumenten las acciones comunes, no antes. El programa debe incluir unas líneas rojas que marquen el perímetro de un suelo común sobre el que trabajar. Esas líneas rojas son el rechazo del  neoliberalismo en todas sus formas (económicas, culturales, políticas etc.). Este consenso se puede materializar en acuerdos básicos aunque estratégicos compartidos como, por ejemplo, la prioridad del trabajo frente a la renta financiera e inmobiliaria,  la apuesta por un sistema productivo ambientalmente sostenible, cuestiones de igualdad de género, neutralidad activa en las relaciones internacionales, formas avanzadas de democracia, redistribución entre clases sociales etc.

Todas las organizaciones políticas relevantes,o con un potencial político significativo que acepten moverse en el campo que queda dentro de dichas líneas rojas, deberían ser invitadas, particularmente aquellas con estrategias y culturas demostradamente unitarias. El formato puede ser la formulación de una serie de preguntas sobre diferentes aspectos programáticos centrales a tratar, la redacción de respuestas por escrito y su discusión en diferentes “rondas”. El resultado de cada "ronda" deberían ser dos listas: la que contenga los puntos y formulaciones consensuadas, y la que contenga los puntos y las formulaciones no consensuadas. La segunda lista debería ser objeto de  rondas adicionales de discusión basada en nuevos argumentos y esfuerzos políticos adicionales y así sucesivamente.

4.  La incorporación de los movimientos sociales a un bloque antineoliberal requiere de un lenguaje y de unas formas específicas. Esto se debe a razones de fondo -los movimientos sociales están menos politizados que las organizaciones políticas, son más transversales etc-, pero también a razones coyunturales como el fuerte distanciamiento de muchos de sus actores de las organizaciones políticas y los sindicatos en los últimos 20 años. Por ello no parece muy prometedor que los partidos políticos “convoquen” a los movimientos como ha venido sucediendo hasta la fecha, por ejemplo, para consensuar un programa electoral: el recelo es aún demasiado grande. El formato más idóneo podría ser una “autoconvocatoria” para crear espacios de deliberación común con organizaciones políticas y sindicatos, e inspirados en principios y objetivos similares a los formulados en el punto 3.  La idea central vuelve a ser la de los puentes: los grupos b-1 pueden ejercer una labor de puente con los sindicatos, los militantes de organizaciones políticas lo propio etc., En el espacio de los movimientos sociales es particularmente importante recalcar la  idea del mosaico frente a la idea de la jerarquía de actores y avanzar de forma lo más unitaria posibles con lo cual el avance será más lento y estará más lleno de riesgos.   

Los temas a tratar podrían ser los siguientes:
A.) ¿Cómo conseguir estabilizar los movimientos sociales en el tiempo y ampliar su radio de influencia?
B.) ¿Cómo definir la relación con las organizaciones políticas y los sindicatos manteniendo la autonomía y la complementariedad de todas las partes?
C.) ¿Cómo utilizar mejor y de forma más unitaria los nuevos recursos tecnológicos?
D.) ¿Cómo combinar los “contactos virtuales” que se producen a través de la red y los “contactos físicos” que son imprescindibles para forzar un cambio político?
E.) ¿Cómo evitar que el activismo se reduzca a pura metodología sin objetivos políticos ni rumbo concretos?
G.) ¿Qué hacer para que los movimientos no se aíslen de la sociedad o se reduzcan a la acción de vanguardias hiperactivistas que son necesarias pero que siempre amenazan de quedarse sin tropa?
H.) ¿Cómo conseguir que los sectores más perjudicados por la crisis se incorporen más a los movimientos sociales
I.) ¿cómo tender puentes entre producciones y consumos ambientalmente sostenibles?

Los  movimientos sociales son particularmente diversos y complejos. Para que puedan contribuir a la construcción de un gran bloque (o mejor “mosaico”) antineoliberal deben crearse espacios  descentralizados de coordinación. Su objetivo es colocar a la ciudadanía en un escenario permanente de participación y empoderamiento. Para ello es necesario crear estructuras “organizadas” de nuevo tipo pero perdurables destinadas a contrarrestar la intermitencia propia de los movimientos sociales, y a evitar que las caídas coyunturales de la participación  conduzcan a una pérdida de la iniciativa política.

Se trata además de hacerlo de forma unitaria con el resto de los actores (organizaciones políticas y sindicatos) con el fin de evitar caer en el activismo voluntarista. Esto sólo se podrá conseguir poniendo en común todos los recursos, las iniciativas y las personas ya activas como paso previo a la ampliación de dichas iniciativas y del número de activistas y participantes. Para ello se deben crear espacios de coordinación y encuentro entre   movimientos sociales a nivel local, autonómico y estatal, por ejemplo en forma de un Estado General de los movimientos sociales. El objetivo es generar “sinergias” entre todas las iniciativas y elevar la coordinación a un nivel cualitativamente superior en todo el Estado creando una especie de (sub)mosaico de movimientos sociales entendido como parte de un mosaico más grande (o "bloque antineoliberal"). La propuesta es que los actores creen espacios horizontales de encuentro o “mesas” -tanto a nivel local, autonómico como estatal- a los que se incorporararían ONGs, iniciativas ciudadanas vecinales, espacios culturales de proximidad así como las plataformas ya existentes (Frente Cívico, Mesas de Convergencia, mareas ciudadanas, PAH, Juventud sin Futuro, cumbres sociales). Con tres objetivos:
a.) coordinar las acciones que ya existen y lanzar otras nuevas (reunión de firmas, ocupación de pisos en peligros de deshaucio, de sucursales bancarias, actos de protesta, apoyo a huelguistas, marchas de parados etc.)
b.) crear e integrar espacios de encuentro físicos -por ejemplo designación de bares y locales de referencia en barrios, pueblos y comarcas- y virtuales  -por ejemplo enlazando páginas web y amigos de facebook entre sí- para discutir políticamente e intercambiar información de todo tipo;
c.) crear infraestructuras de solidaridad y de proximidad destinadas a ayudar a los sectores más vulnerables (creación de bolsas de libros escolares, de cocinas comunitarias, de redes de distribución de alimentos, de espacios vecinales de trueque etc.) 

5.  El trabajo organizado es una reserva potencial de poder imprescindible en la lucha contra el neoliberalismo, bien por su reserva de afiliados, bien por su por poder de convocatoria, bien por disponer de personas liberadas que pueden reforzar la  continuidad del proyecto antineoliberal. Todo este poder es sólo potencial, es decir, puede o no llegar a incorporarse efectivamente a un bloque antineoliberal dependiendo de las estrategias sindicales y de las mayorías creadas dentro de los propios sindicatos. El objetivo de los sindicatos es la lucha contra las consecuencias de la mercantilización de la fuerza de trabajo. Esto les obliga ser cuidadosos en su relación con las organizaciones políticas con el fin de asegurar la unidad de acción

Sin embargo, muchos sindicalistas también son miembros de partidos políticos y activistas en movimientos sociales. Esta posición les permite influir a la vez sobre todos estos espacios a la vez en un sentido unitario y programático. Por otro lado, las políticas neoliberales, las pérdidas de afiliación, los cambios en las culturas y en la organización del trabajo, pero también la situación creada dentro del movimiento obrero europeo -corporativismo para la competitividad nacional y empresarial etc.- están erosionando rápidamente las estrategias tradicionales y debilitando su posición negociadora conjunta frente al capital. Esto les obliga a explorar nuevas estrategias, a apoyarse en nuevos actores sociales y a elevar el contenido político-estratégico de sus discusiones internas.

Esta situación crea un marco propicio para la aproximación entre sindicatos, organizaciones políticas antineoliberales y movimientos ciudadanos en beneficio de todas las partes.  Las cumbres sociales y el fenómeno de las mareas demuestran que estos acercamientos son posibles y efectivos. Sin embargo, esta aproximación se quedará en un fenómeno coyuntural y discontinuo si no se enmarca en un acercamiento más estable y estratégico entre todas las partes.

La mejor forma de iniciar un proceso de convergencia estratégica podría ser -otra vez- abrir ciclos de discusión estratégica (seminarios, jornadas etc.) siguiendo procedimientos similares a los descritos arriba: se consensúan una serie de preguntas, se elabora material escrito, este somete a una discusión presencial y se publican las conclusiones, y siempre siguiendo el principio de las “dos listas” etc. (ver arriba). El segundo objetivo podría ser la formulación y la experimentación con estrategias conjuntas destinadas a trazar puentes entre el movimiento sindical y ciudadano, a encontrar “lenguajes” compartidos y a definir el espacio propio de cada uno de los actores: la experiencia de las mareas demuesta que es posible. El simple conocimiento mutuo de los actores (los movimientos sociales tienen un profundo desconocimiento del mundo sindical y al revés) puede generar dinámicas unitarias adicionales con relativamente poco esfuerzo (por ejemplo presentaciones e identificaciones mutuas)

Algunos temas a tratar podría ser:
a.) Sindicatos, trabajo y programa mínimo antineoliberal
b.) Nuevas formas de participación política, nuevas culturas del trabajo
c.) los puentes entre consumidores y mundo del trabajo 
d.) Movimiento sindical y desempleados 
e.) Democracia económica
f.) Proyecto europeo, soberanismo y solidaridad entre los trabajadores del Estado
g.) Creación de un modelo productivo social- y ambientalmente sostenible etc.

6. Con el fin de poner en marcha todo esto sería deseable empezar por explorar el universo de actores potencialmente interesados en participar en el proceso (organizaciones políticas más “fáciles” de convencer, movimientos sociales más abiertos a un proceso así etc.). Sería bueno que esta primera exploración la realizara conjuntamente un (en un primer momento necesariamente pequeño) número de actores con el fin de darle transversalidad desde el principio y evitar que se imponga el criterio jerárquico frente al criterio del mosaico. La idea del mosaico no quita, sin embargo, para que resulte fundamental que un actor particularmente influyente como Izquierda Unida tome la iniciativa de forma decidida. Para ello hace falta que exista un consenso interno dentro de la propia organización o, al menos, una falta de oposición –abierta o soterrada- a estas propuestas. Dada la importancia que tiene que tener Izquierda Unida en este proceso, el primer paso es, en realidad, la generación de este consenso interno dentro de Izquierda Unida.

Es altamente probable que, si el proceso se pone en marcha con un mínimo de actores iniciales, genere un efecto bola de nieve. Pero hay poco tiempo: es necesario hacerlo de forma inmediata. Primero por la situación de crisis institucional que estamos viviendo, y que se suma a la crisis económica y del sistema político. Segundo para adelantar “tarea” de cara a las elecciones europeas. Y tercero para pasar a la ofensiva y conseguir mantenerla. Así, por ejemplo, no es descartable que, si Izquierda Unida no da pasos rápidos en este sentido, se empiecen a conformar en los próximos meses iniciativas  similares pero de carácter no unitario o que anteponen la agenda nacional a la agenda antineoliberal. Si esto sucediera se habría desaprovechado una oportunidad histórica y se abriría paso una salida no solidaria a la actual crisis del neoliberalismo.

Madrid, julio 2013  


   







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